Irene montero y el no presunto

El 8M ha servido para poner de manifiesto la unidad radical entre el PSOE y Podemos, escenificada por la foto en el Ministerio de Igualdad de Pedro Sánchez e Irene Montero. Pedro Sánchez aprovechó además la ocasión para respaldar la ley del “sólo sí es sí” de Irene Montero, una ley cuestionada por el Consejo General del Poder Judicial en pleno. O sea, pese a la diversidad partidista de los 19 miembros de esrte ógano, ni uno apoyó las disparatadas pretensiones de Irene Montero. Eso sí, la ministra de Igualdad recabó en cambio el apoyo del presidente del gobierno. Una demostración más de lo preocupante que resulta la deriva totalitaria del PSOE y de Pedro Sánchez. Pero vayamos al “sólo sí es sí” y al fondo de las peligrosas tesis del PSOE y Podemos.

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Distintas presunciones según el género del acusado

Cuando la izquierda habla de que “sólo sí es sí”, a veces da la impresión de que las leyes actuales no castigan las relaciones sexuales sin consentimiento de la mujer. Como si la violación no estuviera penada en este país. Lo que sucede es que, a causa de una cosa llamada presunción de inocencia, el delito hay que probarlo. Esto es algo que no sucede sólo en el caso de las agresiones sexuales, sino en cualquier delito, pero obviamente también en el caso de las agresiones sexuales, como es lógico. Pensar otra cosa significaría establecer el no presunto y considerar violador o agresor sexual al acusado hasta demostrar lo contrario. En el caso Ayerdi hemos visto lo arrepentidos que están los partidos de progreso de haber aprobado una norma que después ha puesto en la picota a uno de los suyos. Parece que no han aprendido nada. ¿Qué pasará cuando algún preboste de la izquierda sea acusado de acoso, abuso o agresión sexual? ¿Será considerado culpable hasta poder demostrar lo contrario? ¿Está familiarizada la izquierda con el problema filosófico de las demostraciones negativas? Probar la existencia de algo puede ser más o menos difícil, ¿pero cómo se prueba la inexistencia de algo? O sea, para acusar a Pablo Iglesias de asesinato en principio hace falta como poco un muerto. Si no ha muerto nadie, no se le puede acusar a Pablo Iglesias de asesinato. Si Pablo Iglesias fuera considerado un asesino hasta demostrar que nadie en el mundo ha muerto asesinado por él tendría un problema notable.

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Decíamos que el Código Penal, como es lógico, ya castiga las relaciones sexuales no consentidas. Las reformas que se están planteando, de hecho, vienen a suponer en muchos casos una reducción de las penas. O igual de cuestionablemente, vienen a establecer una cierta tarifa plana penal en delitos sexuales. Por un lado se rebajan las penas máximas (por supuesto se rechaza la prisión permanente revisable), pero por otro se igualan las penas. O sea, establece una tarifa plana penal en virtud de la cual se diluye una gradación del delito que es lógica: si hay violencia física o no, si hay penetración o no, si se actúa en grupo o no, etc. En un mundo complicado en el que se trabaja con bisturí, Irene Montero representa la simpleza de la apisonadora.

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Tampoco tiene sentido establecer distintas penas según el género del agresor. Las penas de género sí que son un atentado contra la igualdad. Una cosa es que la mayoría de los delitos, también los sexuales, los cometan hombres, y otra muy distinta que los delitos tengan penas distintas según el género del culpable. No se puede se puede establecer una pena distinta si a una mujer la mata su marido que si la mata su marida. Seguramente hay más maridos asesinos que maridas, siquiera por el hecho estadístico de que hay muchas más parejas heterosexuales, pero no tiene sentido que una asesina tenga menos castigo que un asesino. Esto, para empezar, es un atropello para la asesinada por la mujer y su familia. Por esa regla de tres, además, como los inmigrantes delinquen en mayor porcentaje habría que imponerles penas más graves que a los nacionales por los mismos delitos.

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Volviendo a la cuestión del consentimiento, el “sólo sí es sí” plantea un par de cuestiones más de difícil resolución. Para empezar, el problema no es únicamente que sólo sí sea sí, sino que el problema se convierte en probar que la acusadora no dijo sí. Salvo que se graben las relaciones sexuales o se llevan a cabo ante notario, ¿cómo se prueba si realmente hubo o no hubo un sí? ¿O no hace falta probar la acusación en absoluto? Por otro lado, ¿qué significa que sólo sí es sí? ¿Hace falta un sí explícito antes de apoyar una mano en una rodilla? ¿Y otro sí explícito diferente para subir por el muslo? ¿Cuántos síes explícitos son necesarios en otrostantos puntos anátómicos a lo largo de una relación sexual para no poder ser considerado un violador presunto? De todas las relaciones sexuales que ha mantenido en su vida Pablo Iglesias, ¿de cuántas puede probar el sí explícito de sus parejas respecto a cada cosa que hizo? ¿O las tiene todas grabadas y guardadas en la memoria sus teléfonos móviles? Como poco el Ministerio de Igualdad tendrá que distribuir un modelo oficial de prestación de consentimiento.

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La respuesta a un mundo imperfecto no puede ser un mundo todavía mucho más imperfecto

El problema una vez más es el adanismo de los partidos ultraizquierdistas. Es como si hasta que llegaron ellos no se hubiera hecho nada en el mundo. Como si el derecho no hubiera evolucionado durante milenios para ir dando respuestas a la increíble complejidad del mundo real sin provocar más problemas de los que se pretende solucionar. Todo esto vale lo mismo para el derecho que para la economía o para cualquier otro asunto de la agenda política de Podemos. Como si hasta que ha llegado Podemos al poder nadie antes en ninguna parte se hubiera enfrentado a los asuntos que los Iglesias pretenden solucionar. Como si fuera posible un mundo perfecto. Como si las alternativas no fueran la imperfección o una imperfección mucho mayor aún. Nadie duda, a este respecto, que los Iglesias sí están sobradamente cualificados para hacernos vivir en un mundo mucho más imperfecto aún.

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