Tal día como hay hace un año la historia de la televisión en España vivió un momento que visto desde ahora resulta indescriptible y escalofriante. Pero no nos engañemos, también hace un año era totalmente irracional e irresponsable. De hecho ese momento se vivió en “Todo es mentira”, el programa de las tardes de Cuatro, precisamente contra todas las voces que ya estaban avisando alarmadas de la que se nos venía encima. Es porque ya había muchos avisos (y había que contrarrestarlos) y no porque nadie podía saberlo que se hicieron este tipo de programas. Interesa mucho subrayar ese hecho porque ahora la excusa es que “no podía saberse”, y no que había claramente dos posturas y algunos, desde luego la mayoría de los medios, escogieron la equivocada, que curiosamente era también la gubernamental, y que nos costó ser durante mucho tiempo, desde luego en la primera ola, el país con más contagiados y muertos del mundo.
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La genial idea del inefable Risto Mejido fue, hace ahora justo un año, en vísperas del 8M, con sin duda miles de contagiados pululando ya por nuestras calles, montar un show para demostrar la inocuidad del coronavirus. La genialidad consistía aprovechar la pausa publicitaria para abrazar uno a uno a todos los miembros del público, entre los que, aseguraba, había un contagiado de coronavirus. Aunque lo parezca no es un delirio: sucedió y está en las hemerotecas.
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En una sociedad tan olvidadiza como la nuestra resulta esencial no olvidar todos estos sucesos. Los mismos medios que ahora cargan sin piedad contra Victoria Abril por salirse del guión son los que hace un año recomendaban no sólo despreocuparse por completo respecto a la pandemia que se nos echaba encima, sino hasta buscar infectados para darles abrazos solidarios. Lo de Victoria Abril ahora es una broma comparado con aquello. Nadie entre las autoridades sanitarias ha señalado a la estupidez como factor de riesgo para ser contagiado por el coronavirus, pero en España sin duda ha jugado un papel destacado. Un papel mediático destacado, para ser precisos y justos.
Naturalmente Risto Mejide sigue haciendo televisión como si tal cosa. No sólo eso, insiste en su papel de inquisidor implacable, cuando aplicando sólo un 1% del rigor que exige a los demás todos los días debería haber salido de él mismo abandonar la televisión y dedicarse a la penitencia, la reflexión y el cultivo del kiwi. Por supuesto su programa se sigue llamando “Todo es mentira”, un nombre adecuado si se aplicara a menudo al propio programa.
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Unos días antes, El Intermedio había explicado a través del “doctor Mateo” una nueva enfermedad llamada “tontunavirus”, la cual “se alimenta a través del miedo y que se transmite boca a boca, especialmente en los círculos de cuñados y abuelas asustadas«. Su principal causante, nos decían, era “la sobreinformación”, la «exposición prolongada a noticias y artículos sin base científica”, y “algo asociado a tener mucho tiempo libre».
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El periodismo está desnudo
Hemos asistido sin duda a muchos acontecimientos históricos a lo largo de este año de pandemia. La importancia histórica de muchas de las cosas que hemos vivido a lo mejor aún tardamos tiempo en advertirla. Una de las cosas a las que hemos asistido es sin duda a la verificación de la absoluta insolvencia intelectual y periodística de los grandes poderes mediáticos. En un momento en que la comunicación podía haber sido clave para prevenir la expansión, los grandes medios fueron claves para abrazarnos literalmente al contagio, como en el programa de Mejide. Y aquí no ha pasado nada. Y todos siguen en su puesto. Y siguen decidiendo todos los días lo que está bien y lo que está mal desde sus atalayas mediáticas.
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