Conversaciones de Don Tomás con su amigo Gerardo (I)

Habiéndose encontrado en la calle Don Tomás con su amigo Gerardo por sorpresa, alzó este su mano y le saludó a distancia indicándole que se acercara.

Tomás:- ¡Qué alegría más inmensa! ¿Qué ha sido de su vida, viejo amigo? ¡Cuánto tiempo sin verle!

Gerardo:- ¡Lo mismo digo! Acabo de mudarme a la ciudad. He regresado después de un largo tiempo viendo mundo y trabajando fuera. Acabé la carrera y encontré trabajo en Múnich. Me vi obligado a aprender alemán. El destino me ha llevado por numerosos caminos que jamás habría imaginado. He residido en Francia, Inglaterra, EEUU, incluso en China. ¿Qué me dice de usted?

T:- He vivido siempre aquí. Terminé mis estudios, oposité, me casé y todo sin moverme de la misma vieja casa que heredé de mis padres. Usted, en cambio, ha conocido el mundo. Dígame, ¿qué ha aprendido?

G:- He aprendido numerosas cosas, entre ellas la importancia del hogar.

Continuaron así su conversación rememorando viejos tiempos y poniéndose al día. Don Gerardo mostraba un talante y unas formas cosmopolitas mientras Don Tomás escuchaba interesado lo que su amigo le contaba.

T:- Buen señor, tras todas estas aventuras que me cuenta veo que se esconde alguien sabio e intelectual. ¿Puedo preguntarle qué opina de los hechos acontecidos ayer que tanto alarman a la población?

G:- Desconozco los hechos de los que me habla, ¿podría concretar?

T:- Anoche un grupo de bandidos incendiaron un local como protesta por las penas que la justicia les impuso por otra protesta.

G:- ¡Hacen bien! La protesta es la justicia, no se puede juzgar la protesta.

T:- Pero en aquella otra protesta protestaban por las condenas de una tercera protesta y, lo que esta vez hicieron fue romper escaparates.

G:- Si la protesta es violencia y justicia a la vez, la violencia es justicia. ¿Se puede juzgar al justo?

T:- Veo que usted tiene una opinión distinta al resto.

G:- ¡No! Es el resto el que antepone su interés personal, egoísta, ambicioso y retrogrado a los cambios. No hay cambio sin impulso y no hay impulso sin violencia. Es la violencia lo que guía el rumbo del destino.

T:- ¿Cómo diferenciamos cuándo la justicia ataca al justo y cuándo al injusto? Don Gerardo, me queda claro que usted rechaza enjuiciar al que mueve el mundo, pero, ¿qué opina del caso del traficante?

G:- Desconozco el caso, amigo.

T:- Aquel hombre que hará unos meses condenaron por tráfico de órganos que conseguía utilizando sus propias herramientas ante indefensas víctimas. ¿Cree que la condena es justa o es esta violencia también necesaria?

G:- Le digo, querido amigo, que comerciar no es un delito ni nunca lo fue. Si lo fuera tendría que dejar de serlo. Los que temen estas cosas son los poderosos que no quieren cambio, pues ellos están cómodos en su sitio, y la violencia es el precedente del cambio.

T:- ¿Qué opina del hombre que amenazó de muerte a un pobre vagabundo?

G:- Que hablar no es un delito.

T:- ¿Qué opina, entonces, de aquellos que sacaron una pancarta en un autobús denunciando el cambio? Entonces había también gente pidiendo su censura.

G:- No se equivoque, Don Tomás, aquellos que hablaban en contra del cambio si tienen que ser censurados, perseguidos y condenados. La justicia no depende del acto, depende de la motivación. Los que rechazan el cambio son los que temen a la justicia, pues la justicia reside en el cambio, en la protesta y en la violencia que lo impulsan, en el avance. Si no se avanza no hay justicia y los que luchan contra el progreso son injustos.

T:- ¡Vaya! ¡Increíble! Nunca lo había visto así, amigo. Deberíamos tener más conversaciones de este estilo.

G:- Cuando a usted le plazca.

Por Benjamín José Santamaría Martín

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