La Fundación Civismo publicó ayer un tuit ante el que resulta imposible no detenerse a llevar a cabo alguna reflexión.
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Logros del socialismo en Venezuela: salario mínimo de menos de un dólar.
El salario mínimo en Venezuela, el que percibe la mayoría de la población, es de 1.2 millones de bolívares, lo que equivale a 0.69 dólares.
— Fundación Civismo (@CivismoF) February 15, 2021
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Si lo observamos detenidamente, el tuit se encuentra repleto de datos a cual más jugoso e ilustrativo. A saber:
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1-En Venezuela hay un salario mínimo.
2-El salario mínimo es casi el salario normal.
3-Ese salario es nada menos que de 1,2 millones de bolivares (al mes, aunque no lo dice el tuit)
4-Todos esos millones, sin embargo, sólo valen 0,69 dólares.
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Vayamos por partes porque hay mucho que profundizar.
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En primer lugar vemos que tener un salario mínimo no sirve en absoluto para acabar con la pobreza. Más aún, el salario mínimo se acaba convirtiendo en una de las causas de la pobreza. Elevado a cierto nivel artificial, el salario mínimo se convierte en un salario máximo, deja de ser excepcional y se convierte en el más frecuente, y se destruyen todos los negocios que no pueden generar los ingresos suficientes para ofrecer ese salario mínimo, lo que extiende la pobreza en vez de erradicarla. Las diferencias salariales entre los países no se deben a leyes que en cada país marcan los salarios, sino en la riqueza por habitante que son capaces de generar esos países. España no puede igualar los sueldos de Dinamarca sin igualar antes la riqueza de Dinamarca. Si se intentara hacer algo así por decreto, desaparecerían todos los empleos de todas las empresas que no pudieran ofrecer salarios daneses haciendo negocios en España. Si el PIB por habitante de España es de 23.000 euros y el de Dinamarca de 53.000, es imposible que los salarios de España, incluso haciendo un reparto igualitario de la riqueza, fueran iguales que los de Dinamarca. Lo que no existe no se puede repartir. Si para subir los salarios bastara con que el gobierno firmara decretos, no habría países pobres, ni malos gestores, ni harían falta impuestos o trabajar. Bastaría con que el gobierno le pusiera un sello a un papel. Que es un poco lo que sucede en Venezuela con las consecuencias descritas.
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También vemos en este caso que se pueden cobrar 1,2 millones de bolívares y estar muerto de hambre. ¿Acaso no hemos visto a un ministro de España decir en su cuenta de Twitter que la crisis se arregla imprimiendo más billetes y que eso no tiene consecuencias negativas? ¿Cómo se creerá nuestro querido ministro que en Venezuela han llegado a cobrar 1,2 millones de bolívares al mes pero que no valen nada? Bueno, nada tampoco, 0,69 dólares.
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Resulta irónico porque no les hemos visto nunca con banderas de España, pero es posible encontrar fotos de hace unos años de toda la plana mayor de Podemos, ahora en el gobierno, cubierta de camisetas, brazaletes y pinturas con los colores de la bandera venezolana. Había que mirar muy atentamente a Venezuela porque allá se estaba llevando a cabo un experimento, con nacionalizaciones, expropiaciones, control de precios, control de salarios y emisión de moneda y deuda, el cual iba a demostrar científicamente que el comunismo funcionaba. Evidentemente el experimento ha demostrado, como por otra parte todos los experimentos anteriores similares, que lo que el recetario comunista acaba consiguiendo siempre es dictadura y miseria. Por supuesto ahora nos dicen que no miremos a Venezuela, que somos unos pesados con Venezuela y que vale ya tanto hablar de Venezuela. Hacia donde hay que mirar ahora es a España, donde se está llevando a cabo un experimento definitivo, esta vez sí, para demostrar científicamente que el comunismo funciona.
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