El Galapagar judicial de Ayerdi

Que el pentapartito quiera cambiar la ley que le ha obligado a Ayerdi a dimitir es un auténtico escándalo. Para empezar porque es su propia ley, porque les ha parecido muy bien hasta que se la han tenido que aplicar a sí mismos y porque encima aún insisten en que Ayerdi no está investigado y que ha dimitido porque quiere y por responsabilidad. O sea, hay que cambiar la ley para que no vuelva a pasar lo de Ayerdi pero lo de Ayerdi no pasa por la ley.

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Las explicaciones del pentapartito para justificar ahora un cambio legal entran de lleno en el territorio del patetismo. Podemos, por ejemplo, dice que aprobaron ese artículo de la ley porque se les pasó, ¿qué más se les habrá pasado en estos cinco años pasados?: “vino directamente de la Consejería de Función Pública e Interior”, “a todos los grupos se nos pasó por alto”. La diputada de IE, la inefable Marisa de Simón, declaraba que “lo aprobé por disciplina de voto”. Al menos no se le pasó por estar demasiado distraída adoctrinando a los hijos de los demás. Lo de Bildu tampoco está mal: “lo aprobamos con convencimiento”, dicen, e incluso añaden: “seguimos con ese convencimiento”, y sin embargo y por tratarse de Ayerdi (o quizá alguien de Bildu mañana) apoyarán la reforma del artículo. En el caso de Geroa la postura está clara: el artículo tiene que dejar de existir en el momento en que tocan a uno de los suyos. Por fin está la postura del PSN que es la comprometida, expuesta e incómoda postura cuando se intenta gobernar a cuatro patas. Dicho más finamente la postura del PSN es que no tiene postura, es la postura de sus socios.

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En realidad a lo que estamos asistiendo es a una especie de galapagarazo judicial. Es decir, el galapagarazo consiste en irse a vivir a un palacete después de crucificar desde la oposición a los políticos que al llegar al poder se cambian de casa y se van a vivir a un chalé, o después de haber marcado como enemigos del pueblo a los que viven en palacetes. Dar un galapagarazo consiste por tanto en hacer lo contrario de lo que se predica, cambiar de criterio según interese y tomar el pelo a los propios votantes. Exactamente lo mismo que están haciendo los partidos y medios de progreso con el caso Ayerdi. Estamos ante un Gapalagar judicial al que asiste atónito cualquier observador objetivo.

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Más sibilinamente, tampoco falta quien señala que la reforma de la ley no es por Ayerdi. El auténtico problema es que viendo lo que ha pasado con las barbas de Ayerdi otros han empezado a sentir sus propias barbas en remojo. Nadie mejor que los propios interesados sabrían lo que puede haber debajo de las alfombras de palacio, lo que podría llegar a salir y la repercusión futura en otros casos y sobre otros prebostes que podría llegar a tener el dichoso artículo 68.

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