Tras la celebración del aniversario de la publicación de su primera aventura, Tintín vuelve a ser noticia esta semana porque la ilustración original de una de sus portadas más emblemáticas, la de “El loto azul”, ha alcanzado en una subasta la astronómica cifra de 3,17 millones de euros, pagada por un coleccionista privado. Irónicamente, la imagen fue inicialmente rechazada en 1936 por la editorial de Hergé, ya que el dibujo resultaba excesivamente complicado para las técnicas de impresión de la época.
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Más allá de la noticia, cabría preguntarse si el comic es arte y si una portada de un comic puede valer 3,1 millones de euros. Constantemente, incluso en plena crisis, vemos como los gobiernos autonómicos o los ayuntamientos compran supuestas obras de arte más o menos estrafalarias por presupuestos más o menos astronómicos, ¿pero están justificados? ¿Qué hace que algo sea arte o no lo sea?
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Para empezar habría que empezar concluyendo que el comic no es arte. No sólo eso, tampoco es arte el cine, ni lo es la pintura o la escritura. Es decir, el comic, como la fotografía, el cine, la pintura o la literatura son tan sólo vehículos o instrumentos a partir de los cuales se pueden crear obras de arte, pero un comic, un escrito, un cuadro, una foto o una película no son por sí mismos una obra de arte. Una película no es una obra de arte. Una película puede ser una obra de arte, o también puede ser una mierda. Es por ello que no tiene sentido comprar por comprar cuadros o subvencionar por subvencionar películas. Que alguien se dedique a escribir novelas, pintar cuadros o hacer esculturas no lo convierte automáticamente en un artista. Cuando es con el dinero ajeno, o sea con el dinero público, da especialmente la sensación de que no se sabe discernir que arte es el cuadro concreto y no la pintura en general. De todo lo que se pinta hay cosas que son arte y otras, seguramente la mayoría, que son basura. Basura a veces colgada en la pared de una feria de arte o una galería, pero basura.
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Dicho esto, invertir millones en una obra de arte puede estar completamente justificado. Para empezar, la experiencia muestra que invertir en grandes obras de arte suele ser un buen negocio, pero esto no es así porque sí, sino que es lógico que así sea. Es decir, no ha pasado un siglo sin que el Laocoonte, la Novena Sinfonía o la Capilla Sixtina hayan sido apreciadas como unas obras maravillosas. La ventaja de los cuadros como obras de arte, cuando lo son, es que por un lado existe un consenso y una continuidad en el tiempo sobre su valor, por otra el original es único e irrepetible. O sea, es copiable pero no repetible. Una novela de Dostoievski, con matices, tiene el mismo valor en cualquiera de sus impresiones porque el valor lo da el contenido y no el continente. Sin embargo, una pintura original de Goya es valiosa, única e irrepetible. Además en general un cuadro no va indisolublemente unido, físicamente, a un lugar físico y se puede mover e intercambiar fácilmente. Prácticamente es la definición de dinero en términos económicos. De mucho dinero, para ser exactos. Una cosa valiosa y única no puede ser barata. Si además es algo que por ir ligado a la sensibilidad humana conserva su aprecio y con ello su valor a través de las generaciones, a través de guerras, y a través de las crisis y los cambios políticos, el precio no sólo tiene que ser alto sino casi incalculable. El oro vale mucho dinero sólo por ser apreciado y escaso, una obra de arte es además irrepetible y exclusiva, frente a un kilo de oro que es intercambiable por otro kilo de oro. Son muy pocas las cosas únicas sobre cuyo valor no existe demasiada discusión. Si un millonario quiere conservar su riqueza es lógico que lo haga también a través de obras de arte, siempre que realmente sean consideradas como tales. En tal sentido lo que ya viene siendo reconocido como obra de arte por décadas o por siglos es una inversión no sólo lógica sino excelente. Sólo queda por determinar un precio adecuado aunque por todo lo dicho el de una obra de arte reconocida nunca puede ser bajo. Es por ello que la portada de El loto azul no estará colgada en la redacción de NC sino en la casa de algún millonario.
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