Las últimas horas en los Estados Unidos vienen siendo devastadoras para la imagen del país. Da igual que se simpatice con Biden o con Trump. Estemos ante un fraude electoral o ante una insurrección contra la aceptación de un resultado correcto cualquiera de las dos cosas es impropia de un país avanzado, no digamos la primera potencia mundial. Las imágenes de escoltas sacando sus pistolas y disparando dentro del Capitolio, o de sujetos estrafalarios paseando por el edificio disfrazados de Daniel Boone, representan un daño irreparable para la marca EEUU. Sin embargo, una vez más conviene recordar el cinismo de algunos, o que la imagen de los EEUU viene sufriendo un deterioro grave desde que la izquierda demócrata ha estado en la oposición.
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Sin duda la imagen del Capitolio asaltado cuestiona los fundamentos democráticos de los EEUU y ofrece el aspecto de una república bananera. La negrita en “república” no es inocente en absoluto. De hecho es curioso que exista la expresión “república bananera” y no “monarquía bananera”, pero no nos distraigamos del caso que nos ocupa. Efectivamente hemos visto imágenes terribles en las últimas horas, imágenes de las que por supuesto se culpa a Trump y a sus seguidores, pero esas imágenes no son más terribles que las de las ciudades en llamas y los comercios saqueados durante semanas, decenas de muertos de por medio, a cuenta de todas las famosas protestas del Black Lives Matter. Ayer le exigieron a Trump que compareciera exigiendo a sus simpatizantes que depusieran su actitud y abandonaran el Capitolio, cosa que por cierto Trump hizo. Sin embargo, nadie compareció cuando ardían las grandes ciudades exigiendo a los simpatizantes del Black Lives Matter que se marcharan a sus casas. La imagen del Capitolio asaltado es terrible, pero no lo es menos la de barrios enteros de multitud de ciudades ardiendo. Lo de ayer en el Capitolio es el remate a un prolongado proceso de degradación de la convivencia. Salvo para quienes se emocionan viendo policías apaleados o comercios saqueados, la imagen bananera de los EEUU viene de lejos.
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Hablando de quienes se emocionan viendo a policías apalaeados, como nuestro propio vicepresidente Iglesias, lo sucedido ayer en el Capitolio de Washington no puede dejar de recordarnos al “Rodea el Congreso” del año 2012 en Madrid contra el gobierno de Mariano Rajoy. Resulta sorprendente ver a quienes apoyaban aquella convocatoria llamando hoy golpistas, antidemócratas y fascistas a los seguidores de Trump. Sin embargo, si en 2012 no tuvimos las mismas escenas de ayer en el Capitolio sólo fue porque la policía española se encuentra en lo que se refiere al control de masas muchos peldaños por encima de la policía estadounidense. La policía española, se hecho, se encuentra varios peldaños por encima del resto de policías del mundo en general.
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Seguidores de Trump no respetan el resultado electoral e intentan violentar la sede de la soberanía nacional.
Espera, son podemitas rodeando el Congreso y lanzándonos objetos a varios diputados de Ciudadanos porque no les gustaba el gobierno que se iba a formar dentro. pic.twitter.com/r2BGQ3fJJP
— Toni Cantó (@Tonicanto1) January 6, 2021
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Por todo lo expuesto no deja de ser chocante que ayer Biden compareciera para expresar su apoyo y solidaridad a las fuerzas de seguridad que defendían el Capitolio, más que nada porque Biden ha encabezado durante meses, arrodillado y con el puño en alto, un proceso general de criminalización de la policía estadounidense.
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De todos los sucesos vividos ayer interesa destacar también que en los disturbios murió de un disparo una seguidora de Trump de 35 años. Pero afortunadamente, aunque mujer, era blanca y veterana del ejercito. ¿Se imaginan una situación a la inversa y que la mujer muerta por la policía de un balazo fuera una desempleada negra? ¿Y si en el “Rodea el Congreso” hubiera muerto un manifestante de un balazo? A estas horas además tenemos que editar la información porque la cifra de muertos ya se eleva hasta cuatro, no está claro -aunque podría ser- si todos simpatizantes de Trump.
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Dicho todo lo anterior, todo parece indicar que la fractura social que se vive en España no es un caso particular. Podría resultar consolador, en el sentido de que no somos un lugar particularmente más siniestro que los demás, pero a la vez es muy preocupante que este problema para pensar distinto que el vecino sin querer romperle la cabeza o meterlo en la cárcel empiece a ser un mal general. En los últimos 5.000 años llevamos unos 4.925 resolviendo las diferencias a golpes. Esperemos que los últimos 75 hayan sido algo más que un espejismo. Tal vez, sin embargo, 75 años , ó 45, o los que queramos tomar como referencia, sean en todo caso los bastantes como para que mucha gente empiece a olvidar lo perturbador que era vivir en el estadio anterior.
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