No les deseamos felices fiestas, les deseamos feliz Navidad

Ya está aquí la Navidad. No el día del afecto, aunque nos queramos; ni el solsticio, aunque el día comience a alargar. Lo que celebramos es la venida al mundo de Cristo, el Hijo de Dios, tampoco es del todo importante si hace 2021 años ó 2028, o si era justo en esta fecha del año o en otro momento. Si estamos hablando de que Dios mismo vino al mundo haciéndose hombre, lo de menos es la fecha exacta o el lugar. Por supuesto la historia tras SU llegada queda partida en dos. Antes de Cristo y después de Cristo. Esto resulta interesante además por otra razón. Algunas personas aseguran que Jesús fue un mito, la encarnación mitológica de una serie de creencias legendarias. Por el contrario, estas encarnaciones mitológicas siempre son difusas en el tiempo, puesto que no hay nadie concreto y real al que referirlas. Jesús por el contrario marcó su época de una manera fulminante, lo que junto a muchos otros motivos y testimonios reafirma la realidad histórica de Cristo. Es por otra parte la hipótesis más sencilla para explicar el cristianismo. No hay huellas de gato en el suelo sin gato.

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Aunque fuera alguien real, otra cosa muy distinta es que fuera Dios, piensan otras personas. Lo cierto es que Dios tiene un problema para mostrarse ante la humanidad. O sea, Dios no se puede presentar ante la humanidad bajando del cielo entre ángeles y trompetas. Sin duda eso resultaría clarificador pero resulta incompatible con un Dios que ha querido un mundo con libre albedrío. Un mundo sin maldad sería un mundo de robots programados para hacer el bien. En un mundo de robots no habría maldad, pero tampoco virtud. Los robots no pueden odiar, pero tampoco querer ni tener mérito y parece que ese, con todas sus contrapartidas, era el tipo de mundo querido por Dios. En un mundo en el que haya libre albedrío es posible el mal. En un mundo en el que haya libre albedrío Dios no puede estar interviniendo constantemente para evitar que pasen o hagamos cosas malas. De modo que creer en Dios no puede consistir sólo en un proceso a través del cual es Dios el que directamente se nos presenta innegable en toda su majestad. De hecho eso sería más ver que creer y está claro que si Dios se deja ver no es así.

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Hablando de la forma de dejarse ver de Dios un elemento fundamental son los Evangelios. Los Evangelios son un documento muy curioso. Piensen ustedes en cualquier texto que alguien les entregara asegurando que su autor es Dios, o que refleja las cosas dichas por Dios. ¿Qué tendría que poner en ese texto para que no se nos cayera de inmediato de entre las manos y nos pareciera una estupidez? De todas las cosas que han leído ustedes últimamente, ¿cuántas creen que tienen nivel como para poder ser atribuida su autoría a Dios? Más aún, ¿han leído algo ustedes alguna vez de tal nivel que pudiera sostenerse como hipótesis que su autor fuera Dios? Pues bien, una cosa extraordinaria que tienen los Evangelios es que uno puede leer todas esas parábolas y frases tan maravillosas y tener la sensación de que, efectivamente, el autor podría ser Dios. Seguramente no hay otro texto en el mundo con el que pase semejante cosa. Prueben a leer El Corán, por ejemplo, no digamos un premio Planeta o algo por el estilo. Contra lo que algunos estudiosos pretenden a veces, falsificar un texto divino es casi imposible. El problema es el contenido. Inventarse algo supuestamente dicho por Dios sin hacer el ridículo no es tan sencillo, no digamos mantenerlo 2.000 años. ¿Qué contenido podría escribir un falsificador que pudiera pasar por divino? Leer los Evangelios ayuda bastante a creer en la existencia de Dios y en que Cristo era Dios. La alternativa es que hace 2.000 años apareció un falsificador tan genial que podía decir cosas, y no una o dos sino un montón, que 2.000 años después pueden seguir pasando como dichas por Dios. ¿Cuántos hombres antes o después de ese hipotético falsificador han sido capaces de volver a escribir algo así?

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Otro problema al que seguramente se tuvo que enfrentar Dios es cómo entregar su mensaje, una vez excluidas las trompetas y las legiones angélicas por culpa del libre albedrío. Demasiado pronto y el mensaje se hubiera perdido. Esperando mucho habría generaciones de humanos totalmente desorientados o desesperanzados. En realidad Jesús vino justo en un momento y un lugar en el que la civilización había evolucionado lo suficiente como para que la Llegada no pudiera pasar inadvertida, pero tampoco tanto que no hubiera podido dar un paso sin que le grabaran con un móvil. Por esta misma necesidad de discreción tampoco podía bajar discretamente del cielo en un rayo, sino que la discreción de un Dios que quiere el libre albedrío imponía una familia “normal”. Si Dios quería venir al mundo tan pronto como fuera posible, pero no tan tarde que muchos humanos vivieran sin ninguna orientación, y además sin imponer su divinidad de una forma amenazante a la libertad, lo cierto es que no había mucho más margen salvo haberlo hecho hace 2.000 años en Israel. En Roma ya para entonces no era posible ser Dios de verdad con discreción. Puede que específicamente Belén fuera opcional, pero por lo que sea LE apeteció.

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Cuídense bien todos ustedes y muy feliz Navidad.

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