¿Qué nos demanda la «vida» y el «otro»?

La existencia es la realidad vivida, con sus hechos, con nuestro acontecer, con nuestras caídas y, por supuesto, con nuestro renacer diario. Pero ¿Qué nos demanda la vida? Quizás, con esta pregunta, el hombre caería en una suerte de vacío al plantearse tal cuestionamiento vital. Sin embargo, podría haber dos caminos en esta incógnita. En primer lugar, la demanda de la realidad, que se transforma en la demanda del mundo, o sea del ámbito que nos rodea, ya sea familiar, amoroso, intelectual o laboral; todo lo anterior marcado sin duda por la responsabilidad y nuestros quehaceres diarios, etc. Kierkegaard diría que se trata del estadio ético de la existencia, aunque en el mundo moderno se mezcla con lo estético, o esa desesperación de llenar nuestras vidas de mundanidades o al menos que la mente se ocupe meramente de ello. En segundo lugar, la demanda de nuestro ser-interior; allí nace la autenticidad de la existencia humana; quienes realmente somos, es decir, nuestra esencia en su máxima expresión.

El gran filósofo español José Ortega y Gasset sostenía: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». Desde este punto de vista, la circunstancia no solamente involucra aspectos meramente externos, sino también aquellos internos que hacen a nuestra autenticidad. En consecuencia, lo externo estará marcado por nuestra función y el rol que ocupamos en el mundo. A su vez, lo interno estará marcado por nuestra búsqueda trascendental o lo que equivale al perpetuo y profundo llamamiento de dotar de sentido a cada acto humano en una realidad dada. Sin embargo, esta necesidad interior se presenta como una intuición sin concepto y, por ello, incomunicable al “otro”, puesto que para mí “yo” es algo difuso y hasta inabarcable de la que solo puedo permear una infinitesimal parte. A veces, esto es enfrentamiento con la realidad y la misma circunstancia que nos rodea. Y cuando más conscientes somos de ello a través de nuestra libertad, mayor es nuestra angustia existencial. En efecto, esta angustia del hombre hacia el Ser-Transcendental no se nos presenta claramente; necesita su conquista y un despertar previo que supere la mundanidad convencional y la misma realidad.

En cuanto al “otro” cabe preguntar ¿De qué forma el “otro” llena nuestra vida? Ciertamente, uno de los mayores peligros que se presenta en la comunicación existencial es la “reducción del otro”, en cuanto es marcado por lo circunstancial y no por lo auténtico. Por el contrario, la verdadera comunicación está ligada al amor (1) en la que el “yo” y el “tu” buscan fundirse en un solo Ser. Precisamente, el mayor diálogo se da a nivel interno, cuando uno puede develar la esencia del otro, abandonando los caracteres meramente externos para adentrase en el interior y en lo más personal del individuo. Allí justamente se conoce verdaderamente al otro. La segunda pregunta es «¿Qué espero “yo” del “otro”?» Naturalmente, la compresión y el entendimiento, y la apertura necesaria para que el “yo” y el “tu” encuentren su camino existencial. Pero, por sobre todas las cosas, una autenticidad que superé las barreras y las pruebas que la realidad trae consigo.

En definitiva, mediante un compromiso auténtico con nuestra existencia podremos profundizar en las incógnitas planteadas, para entender que nos demanda la “vida” y el “otro”; buscando, de esta forma, penetrar en la trascendencia del Ser-en-el-mundo y satisfacer el “yo” y el “tú” en un verdadero camino que comprenda a ambos. Y asimismo, entender que mi “yo” no es algo abstracto, general, prefigurado o a prefigurar, ni mucho menos intercambiable (2); si no que es único, verdadero, concreto e irrepetible que, sin lugar a dudas, tiene sus luces y sombras.

Bibliografía consultada

  1. (1) Joivet, R; LAS DOCTRINAS EXISTENCIALISTAS, ED. Gredos, Madrid (España), 1970, P. 281.
  2. ) Joivet, R; LAS DOCTRINAS EXISTENCIALISTAS, ED. Gredos, Madrid (España), 1970, P. 278.
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