El gobierno foral, tras perder su credibilidad y 1,2 millones, recurrirá a los influencers para transmitir las recomendaciones sanitarias

El director general de Salud, Carlos Artundo, reconoce que no se ha sabido trasladar los mensajes preventivos respecto al coronavirus a algunos grupos de población, por lo que Salud iba a mantener reuniones con “referentes” de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra para analizar la posibilidad de utilizar “medios alternativos” como los influencers para llegar a los jóvenes.

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Puede que algún lector se pregunte por qué nos resulta llamativa esta noticia en el día de hoy, pero hay más de una razón para que sea así.

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En primer lugar está la espinosa cuestión de la hemeroteca de Carlos Artundo, el director general de Salud. Si retrocedemos al 26 de febrero (cuántas cosas se podrían haber evitado habiendo hecho bien las cosas en ese momento), nos encontramos a Artundo y a la consejera de Salud compareciendo ante los medios para realizar unas declaraciones que ahora serían tildadas de negacionistas. Artundo, por ejemplo, reclamaba que no hubiera “alarmismos ni exageraciones” para “situar el problema en su justa medida“, asegurando que “el peor virus ahora mismo es el miedo y la alarma”. Insistamos en que esto lo decía en los últimos días de febrero. “Se están diciendo auténticas barbaridades que crean desinformación y alarma en personas normales que hay que evitar”, añadía el director general de Salud, recomendando que no se atendieran “los mensajes sin ninguna base” y que sólo había que “escuchar y atender a los expertos, a quienes entienden y dan la información correcta“, Efectivamente, el mismo que ahora anuncia que va a recurrir a los influencers.

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A decir verdad si se hubiera dejado en el pasado la información sobre la pandemia a los influencers hubiera sido un avance. O sea, no lo podrían hacer peor los influencers que el gobierno, que se pasó todo el pico de contagios recomendando que no se usaran las mascarillas. O diciendo que las personas que habían estado con contagiados no tomaran ninguna medida de aislamiento hasta que no presentaran síntomas (la cuarentena pero al revés, contra toda lógica). Por supuesto nada de alarmarse y restringir los actos de masas hasta después de celebrar el 8M. Si nos hubiéramos alarmado a tiempo no arrastraríamos todavía el destrozo humano y económico mayor del mundo. Pero los responsables del destrozo siguen impartiendo doctrina, nadie ha dimitido, siguen todos en su puesto, se prodigan en entrevistas, hasta se hacen camisetas de autoalabanza. En realidad podemos celebrar que mucha gente no les hiciera caso porque eso salvó vidas.

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La otra cuestión respecto a este asunto es una vez más para qué narices necesitamos la publicidad institucional. Como acabamos de decir casi hay que celebrar que la publicidad institucional, esa que decía que usar mascarilla era como jugar al ping pong con un caso de rugby, o que había que hacer vida normal y relacionarse tras haber estado con personas infectadas, no haya servido para casi nada. Todo lo que hizo la publicidad institucional fue empeorar la situación. Y sabiendo eso, ¿qué credibilidad se le puede dar ahora a la publicidad institucional? Que nadie haya asumido responsabilidades y todos sigan en sus cargos, diciendo todo lo contrario de lo que decían al principio de la pandemia, ayuda escasamente a su credibilidad. ¿Qué credibilidad va a tener el que decía que lo blanco era negro y repartía consejos funestos? Y si para llegar a la gente ya no vale la publicidad institucional sino que hacen falta los influencers, ¿para qué pagamos 1,2 millones al año sólo del Gobierno de Navarra en publicidad institucional? ¿Para decirnos que no nos pongamos mascarilla y tener que recurrir luego a los influencers para que nos digan que sí nos la pongamos? ¿No se dan cuenta además de que si un influencer se vende al gobierno deja de inmediato de ser un influencer para ser un papagayer? Los influencer que ya se dediquen más o menos a propagar consignas gubernamentales poco más podrán aportar, y los que no se dedican a propagar consignas gubernamentales a lo que están es a pedir que rueden cabezas. Tras todo lo que ha pasado, ¿qué credibilidad pueden tener ahora fuera de su entorno ideológico los Artundo, Induráin o Fernando Simón? 

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