Pese a que, según los «datos oficiales», existen rebrotes considerables de casos del COVID-19 y a que se insiste en todo momento en llevar puesta una mascarilla (pese a su inconveniencia para realizar actividad física y para desarrollar inmunidad natural) y mantener una «distancia de seguridad» (algo que en su momento no se demostró adecuada y científicamente), la presencialidad escolar no se descarta.
Independientemente de que se haya considerado alguna modalidad semipresencial y se hayan habilitado mecanismos de retransmisión en línea, de modo que quienes requieran una cuarentena, con o sin síntomas, puedan seguir las clases, en sus hogares, por medio de sus ordenadores (o de los que, en principio, los mismos centros, con o sin dinero del contribuyente de por medio proveerían).
Pese a ello, es normal que muchos padres tengan miedo a llevar a sus hijos a clase (al mismo tiempo que, extraordinariamente, existe la complicación de no poder recurrir siempre al «factor abuelos», en tanto que pueden suponer un factor de riesgo), lo cual les está acarreando más quebraderos de cabeza de los que podríamos esperar.
Una vez más, la patria potestad se ve amenazada
Pese a que las competencias educativas de los menores corresponden, antes que a nadie, a sus mismos padres, esas mismas autoridades que consideran que estos son hijos del Estado no permitirían que se practicase la objeción en cuestión. Por lo tanto, prevalece menos que un padre preocuparse por la salud orgánica e inmunológica de sus hijos.
Eso sí, esto entraría en contradicción con la pretendida obligatoriedad de las vacunas contra las actuales mutaciones de coronavirus (obviamente, no tengo nada en contra de la vacunación entendida como un avance científico, sino de buena parte de las soluciones en el mercado, que están financiadas por miembros de élites neomalthusianas que también prefieren colaborar en la erosión de privacidad).
Ciertamente, el «homeschooling» puede no ser muy llevadero en ciertas etapas
Lo que es el homeschooling, que no abarca, por lo general, todas las etapas de la educación a distancia, puede no ser muy llevadero para los padres (con independencia de que puedan gozar del teletrabajo) dado que pueden no tener los conocimientos necesarios para impartir determinadas materias mientras que, de estar trabajando, podrían verse desconcentrados e interrumpidos con frecuencia.
De lo anterior tienen parte de culpa muchos profesores, que no son conscientes del tipo de alumnado con el que tratan, limitándose simplemente a impartir alguna videoconferencia o a remitir tareas como el que anuncia la apertura de un plazo obligatorio para un trámite online (obviamente, no estoy generalizando; de hecho, en marzo, el asunto les pilló de sopetón a todos, sinceramente).
También se teme por la pérdida de oportunidades de socialización. Ahora bien, sin negar que el «contacto físico» es bastante positivo en pro de la misma, puede decirse que la digitalización per se no es un enemigo (de hecho, muchos hacemos buenas amistades, sin importar las barreras geográficas, en las redes sociales y los servicios de e-gaming como Steam).
Es posible organizar «recreos virtuales» que ofrezcan salas de videojuegos en los que se combine el entretenimiento con el estímulo de la imaginación, la creatividad y el razonamiento lógico. Ahora bien, alguno que otro podrá preguntarse qué pasaría con el contacto de la naturaleza, la socialización física y la práctica de actividad deportiva. Pero sobre esto discutiremos un poco más adelante.
El sistema clásico está algo anquilosado
Ya de por sí, algunos métodos del «sistema clásico educativo» basados en la mera memorización «de papagallo» estaban ya bastante cuestionados. Pero es que tampoco hace falta limitarse a los niveles más básicos de la educación para poner en duda la viabilidad de preservar los modelos tradicionales. Tengamos en cuenta el e-learning en general.
Pese al monopolio que a efectos prácticos ejerce la «universidad pública» y que hay gente que prefiere no estudiar a distancia (por temores de desorganización), cada vez es mayor la demanda de las universidades online (oficial y no oficial). También ocurre lo mismo con portales como Udemy, Coursera y edX, que permiten al usuario «masterizarse» en determinadas técnicas a bajo coste.
En cualquier caso, parece que la crisis del coronavirus ha acelerado la implantación del e-learning (insisto en que estaba más avanzado que el homeschooling en sí). Y puede tener sus ventajas tanto psicológicas como emocionales. Por lo tanto, puestos a hablar de problemas de fondo, recurramos a otras perspectivas.
Así pues, diría, que el principal inconveniente del homeschooling viene a ser en las continuas trabas que impone el Estado en materia educativa, privando a la sociedad del desarrollo de modelos alternativos cuya demanda sería libre, a conveniencia de las familias. El burócrata, más bien, hace ingeniería social para vulnerar la libre elección y mantener un modelo quizá anquilosado.
Un comentario
Ángel Manuel García:
El empleo ridículo e innecesario que hace de términos en inglés lo descalifica para mí por completo. Ni me molesto en leer su artículo.