Un año con María Chivite de presidenta

El 6 de agosto hizo un año desde la investidura de María Chivite como presidenta. Curiosamente el aniversario ha pasado bastante inadvertido y no se ha hablado mucho de ello. Un año sin embargo es un espacio de tiempo apreciable como para poder hacer un balance. El coronavirus ha sido un imprevisto que obviamente ha marcado este primer año de legislatura, pero también se debe evaluar a los políticos por su forma de reaccionar ante los imprevistos. Es más, precisamente cuando surge algo imprevisto e importante es cuando un político se la juega. Para lo fácil y rutinario vale cualquiera. Es cuando las cosas se tuercen cuando un líder muestra su valía, o su carencia de valía. ¿Qué balance hacer entonces del primer año como presidenta de María Chivite?

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Antes del coronavirus

Aunque parece desdibujarse, hay que recordar que hubo un tiempo no tan lejano en que vivíamos sin coronavirus. Un tiempo en el que no llevábamos mascarillas y la única prevención para relacionarnos con los demás era no ir un sábado por la noche de bares por Alsasua, si éramos policías o personas bien conocidas por no ser nacionalistas o ultraizquierdistas. En esos 8 ó 9 primeros meses del chivitismo, lo que de algún modo caracterizó la acción del gobierno fueron dos cosas.

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Primero, que pudiendo haber formado gobierno con Navarra Suma, Chivite prefirió hacerlo con la ultraizquierda y los nacionalistas. Por esta razón, Bildu se ha convertido en el arco de medio punto de la estructura gubernamental. Sin Bildu no habría habido investidura de Chivite. Sin Bildu no habría habido Presupuestos. Como consecuencia de esto, por ejemplo, los socialistas han normalizado los abrazos a Ternera. O sea, la fuerza en la que se apoya toda la acción de gobierno puede mandar abrazos a Josu Ternera y no pasa nada. Porque no se puede prescindir de esa fuerza con la fórmula de gobierno elegida. Alguien podrá pensar que tampoco es para tanto, pero la historia por estos pagos y la putrefacción moral en la que vive sumida buena parte de nuestra sociedad no se explica sin toda esta ristra de noesparatantos del presente y del pasado. Y estamos cimentando evidentemente con los noesparatanto del presente la podredumbre política del futuro.

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Segundo, además de su dependencia de Bildu, el gobierno de Chivite se caracterizó desde el primer momento por su gigantismo y sus niveles de gasto. Las consejerías, altos cargos y asesores de todo tipo se multiplicaron para que el reparto de poder, puestos y sueldos engrasaran los engranajes del nuevo gobierno. Si la legislatura pasada se caracterizó por un constante aumento del gasto, el nuevo gobierno archiprogresista y la bonanza económica significaron un nuevo acelerón presupuestario y la apoteosis de la creación de estructuras de gasto. Por ponerle cifras a todo lo dicho, en 2016 se aprobaron unos Presupuestos con un techo de gasto no financiero de 3.478 millones, frente a los 4.228 millones de los Presupuestos de 2020. Desde que las fuerzas de “progreso” llegaron al gobierno llevamos incrementando el gasto público bajo la aparente premisa de que nunca iba a haber otra crisis, jamás iban a volver las vacas flacas y ya no íbamos a ver que el gasto público resultaba insostenible en épocas de recesión. No hacía falta ser ningún genio para darse cuenta de que esto era absurdo incluso ante una crisis económica cíclica de las habituales, pero entonces llegó imprevistamente el coronavirus elevando el concepto de crisis a una nueva magnitud.

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Después del coronavirus

Si la llegada de acontecimientos excepcionales es lo que sirve para medir la auténtica valía de los líderes de un país, podemos decir a estas alturas que el coronavirus ha dejado en evidencia la lamentable talla política de casi todos nuestros dirigentes, lo que por supuesto incluye y muy marcadamente a Chivite. Por ver, hemos visto cómo nuestro bienamado gobierno foral nos recomendaba en pleno pico de la pandemia que no usáramos mascarillas (las mismas que ahora es obligatorio llevar), argumentando que usar mascarillas era como jugar al ping pong con un casco de rugby. La presidenta tuvo alguna intervención parlamentaria gloriosa en este sentido. Este gobierno foral secundó también la aplicación de la cuarentena inversa, un invento realmente genial. O sea, la lógica de una cuarentena es aislar a las personas que vienen de una zona de riesgo o de estar con personas infectadas hasta ver que no enferman, y sólo entonces sacarlas del aislamiento. Pues bien, aquí nuestro gobierno de progreso hizo todo lo contrario, recomendar a las personas que venían de zonas de riesgo o de estar con infectados que siguieran haciendo vida normal y relacionándose con familiares, amigos y compañeros de trabajo hasta que mostraran algún síntoma.

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Cuando en Navarra había 3.231 casos diagnosticados de coronavirus, 532 correspondían a profesionales del Sistema Sanitario. No había protecciones para los sanitarios. No había test PCR. La gente de las residencias estuvo vendida. Hubo mucha gente que vio venir lo que se nos venía encima, pero el gobierno español y desde luego el navarro, incluso cuando otros gobiernos ya estaban tomando medidas “superdrástias, tía”, no formaron parte de ese grupo de gente. De hecho fueron los últimos en verlo. Por eso se hizo todo tarde y mal. Por eso faltó de todo. Porque además estaba el 8M de por medio y había que negar el problema hasta su celebración. Por eso tenemos muchos más contagios y muertos que los demás. El balance de Pedro Sánchez o el de Chivite son los 45.000 muertos que ha habido en España o los 683 que ha habido en Navarra. Más o menos, porque tampoco en esto se habla de la cifra de muertos con claridad. Cuando Chivite ya casi en abril iba a hacer la compra se escandalizaba de que la gente fuera con mascarilla pese a la recomendación del gobierno de no usarla. El gobierno en esta crisis ha sido el último en enterarse de todo.

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Al margen del drama humano y sanitario, la llegada del coronavirus ha supuesto la llegada de un drama económico, y en esto también ha fracasado totalmente el gobierno foral. El 27 de febrero, cuando las bolsas mundiales ya estaban cayendo a plomo ante la evidencia del tsunami que se nos echaba encima, los diputados forales del pentagobierno celebraban como un grupo de alucinados la aprobación de unos Presupuestos que cualquier observador con dos dedos de frente ya sabía que estaban muertos. El mismo negacionismo político que nos llevó al 8M y a no tomar medidas de contención significativas hasta el 16 de marzo, se tradujo en un negacionismo económico que perdura hasta nuestros días. El 12 de mayo la consejera de Economía y Hacienda, Elma Saiz, reconocía un agujero estimado de 800 millones en la recaudación, ¿alguien a fecha de hoy sabe algo de un programa de recortes para afrontar esa situación? ¿Alguien imagina una empresa o una simple familia que no tome medida alguna o la postergue sine die ante una caída del 20% de sus ingresos? Obviamente tenemos las ayudas de la UE de por medio y qué sería de nosotros sin Europa sólo con los recursos y decisiones de este gobierno. Sin embargo, queda todo por ver respecto a en qué se traducen y cómo esas ayudas, porque tenemos ya una larga tradición en que las ayudas de los planificadores de la economía consisten en mandar miles de millones en paraguas a los beduinos. O sea, la utilidad de una ayuda no se mide por su cuantía, como el Plan E, sino por su eficacia, y la ayuda de la UE no será suficiente para compensar el desastre ni aún con un sobresaliente en el ámbito de su gestión. En todo caso y hasta el momento la reacción del gobierno foral a la crisis económica resulta comparable, por lo catastrófico, a su reacción en el ámbito de la salud. Calificar de catastrófico el balance de gobierno del primer año de Chivite hubiera sido prematuro en la primera línea de este escrito, pero después de todo lo dicho queda totalmente justificado, más aún teniendo en cuenta todo lo que por razones de espacio nos dejamos todavía en el tintero. Sólo falta que los Chivite, Remírez, Alzórriz y compañía, en vez de avergonzarse, aún presuman obscenamente de su gestión.

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¿Qué nota le pondría usted a la gestión de Chivite en este primer año de gobierno?

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