Durante el parón vacacional de este verano, una de las informaciones relevantes que se ha publicado es la que se refiere a los últimos resultados en lectura de los alumnos navarros en las pruebas PISA.
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Para resumirlo en una palabra, el resultado ha sido catastrófico. Los alumnos navarros obtuvieron un 477 en competencia lectora frente a los 514 puntos de PISA 2015. Ya saben, cuando gobernaba Barcina.
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Antes de seguir adelante, se hace preciso señalar que los resultados han sido controvertidos. De hecho, se han publicado con un notable retraso respecto a los de Matemáticas y Ciencias por las dudas que han suscitado. La interpretación de algunos de los resultados en lectura van desde el cansancio de los alumnos al haber tenido que realizar las pruebas coincidiendo con otros exámenes hasta el boicot de algunos centros (alumnos que a todas las preguntas han respondido en un test marcando la opción A, por ejemplo). La propia OCDE salió al rescate del sistema educativo español, particularmente el de algunas comunidades como la nuestra, relativizando el valor de los resultados, la posibilidad de compararlos respecto a los de otros años o hasta expresando la conveniencia de publicarlos.
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Dicho esto, resulta difícil sin embargo resistirse a realizar algunas consideraciones.
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Desde luego viene muy bien provocar el cuestionamiento de unos datos cuando los resultados son malos. O sea, si no puedes mejorar en las pruebas de PISA cárgate las pruebas de PISA. ¿Es esto lo que ha pasado? Difícil saberlo, pero algo raro ha pasado. Conseguir que se pongan en duda los resultados, por lo demás, obviamente beneficia al que tiene malos resultados.
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Aunque el principal objeto de las dudas parece ser la prueba de comprensión lectora, ya las pruebas publicadas el año pasado con los resultados en ciencias y matemáticas señalan un claro deterioro respecto a los resultados de 2015. En Navarra, por ejemplo, en Matemáticas bajamos de 518 a 503, y en competencia científica de 512 a 492.
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Otro dato interesante es que en Navarra la diferencia de puntuaciones medias en competencia lectora entre la red pública y la concertada es de 36 puntos a favor de la segunda (493 puntos en la concertada frente a los 458 puntos de la pública), y que desde que se tiene registro en Navarra la diferencia de puntuación siempre ha sido a favor de la concertada: de 29 puntos en PISA 2006, de 44 puntos en PISA 2009, de 33 puntos en PISA 2012, de 42 puntos en PISA 2015 y de 36 puntos en PISA 2018.
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Por más que los últimos datos de PISA puedan ser convenientemente cuestionados, no es posible dejar de preguntarse qué esta pasando con la Educación. ¿A qué se está dedicando el sistema educativo? ¿A desarrollar los conocimientos y las aptitudes de los estudiantes o a adoctrinarlos? ¿A premiar el esfuerzo o a igualar por abajo los resultados? Si de lo que se trata es de que los jóvenes salgan del sistema educativo repitiendo como loritos los postulados del discurso dominante, el sistema educativo seguramente está teniendo un gran éxito. Si de lo que se trata es de que los jóvenes cada vez estén mejor cualificados y preparados comienzan las dudas.
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Que los resultados de PISA se hayan desplomado en los últimos 4 años es por lo demás una enmienda a la totalidad de la política educativa del cuatripartito. Por un lado nos venden siempre lo preocupados que están por la Educación (como si a los demás no nos preocupara la Educación), que la Educación es el futuro, que no hay progreso, paz ni ascensor social sin Educación, pero después resulta que cuando los partidos de “progreso” están en el gobierno los resultados de la Edcuación empeoran. Igual que a la izquierda se le da muy bien hablar de la lucha contra la pobreza, pero no se le da nada bien generar prosperidad, a la izquierda se le da muy bien presumir de lo que le preocupa la Educación, pero se le da muy mal mejorarla. Si al final el que se preocupa de verdad por la pobreza y la Educación es el que obtiene mejores resultados, está claro que es la derecha y no la izquierda la que de verdad mejora las cosas.
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Finalmente queda reseñar lo importante que resulta una prueba como PISA porque es una evaluación externa y homogénea a nuestro sistema educativo. Quizá por ello incomodan a veces los resultados. Por ejemplo, PISA siempre levanta un molesto interrogante sobre los resultados de la Selectividad. O sea, es muy extraño que comunidades que sacan muy malos resultados en PISA saquen en cambio muy buenos resultados en Selectividad. El problema es que cada comunidad autónoma evalúa a sus propios alumnos, lo que provoca que los niveles de exigencia no sean homogéneos. Además de una pequeña trampa, esto se puede traducir también en que, a la hora de acceder a las universidades, los alumnos de las comunidades con un nivel de exigencia más bajo en la Selectividad tengan sin embargo mejores opciones que los de las comunidades con un nivel más exigente.
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El caso es que entre una cosa y otra PISA se viene convirtiendo hace tiempo en una cosa molesta, a lo que ahora se suma el hecho de que los resultados se lleguen a poner en cuestión. El ABC del politiqués dice que si no puedes mejorar unas cifras, cambia la forma de medirlas o ponlas bajo sospecha. Esperemos no estar en el punto en que PISA empiece a dejar de ser una herramienta útil de valoración porque resulte molesta. En los últimos tiempos estamos asistiendo a una ofensiva con escasos precedentes contra la educación concertada y la libertad educativa de las familias. Con PISA o sin PISA ahí queda siempre la pregunta de hacia dónde va con carácter general el sistema educativo español, y la sensación con o sin PISA es que el sistema educativo va hacia peor. Sólo faltaba para rematar el desastre el COVID-19, la suspensión de las clases y el aprobado general como criterio académico de evaluación por defecto. Con el socialismo educativo, como con el económico, no es que nadie vaya a quedar atrás, es que nadie va a poder avanzar.
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