La motivación no sanitaria de la cartilla COVID

El pasado 28 de julio, en rueda de prensa institucional, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, anunció una serie de «nuevas medidas» para contrarrestar los nuevos «rebrotes» que figuran acorde a datos oficiales (evitando así lo que vendría a considerarse como una «segunda ola»).

Entre estas medidas figuran la obligatoriedad del uso de mascarillas en todo el territorio regional (pese a determinadas contraindicaciones sanitarias silenciadas por la hegemonía políticamente correcta y cientifista, relacionadas con la inconveniencia de no desarrollar inmunidad natural) y la implantación de una «cartilla COVID».

Bajo una perspectiva sanitaria, la cartilla COVID puede ser una buena idea

El propósito teórico de esta «acreditación» (similar a las conocidas cartillas internacionales de vacunación, aunque más «compleja») es poder hacer constar que el titular de la misma ha pasado la enfermedad o, de no ser así, tiene anticuerpos «suficientes» o ha sido sometido a una prueba PCR (pese a que estas réplicas de ADN no detectan el virus en sí).

Con ello habría una seguridad sanitaria e inmunitaria mucho mayor en espacios y recintos públicos cerrados tales como gimnasios, cines, teatros y museos (quizá algunos restaurantes se vean interesados, aunque ya se les haya exigido solicitar un registro del número de DNI de los comensales que reciban a partir de ahora)..

Tiene más sentido que el pretexto sanitario siga suponiendo una invasión a la privacidad

Lo anterior puede sonar bien, como se ha dicho, pero aparte de recordar que las clásicas cartillas de vacunación son menos «enrevesadas», uno puede estar convencido de que una vez más, con el pretexto de la seguridad como algo que prevalezca a la libertad (esto no lo advierto ante la tesis según la cual, es probable que la cartilla «incentive la no precaución«).

La misma mandataria autonómica ha reconocido que su idea es la existencia de «un registro a llevar consigo ante cualquier petición«, llegando a no descartar públicamente que, ante procesos de acceso a un empleo concreto, haya que adjuntarlo al currículum vitae del mismo modo que se pueden presentar certificaciones académicas o de formación continua.

Con ello quizá no se esté incentivando a las empresas a nada salvo a hacerse a la idea de los cambios que, por imposición, tendrán que aplicar sobre los procesos de selección (sin importar quizá que se pueda tratar de un trabajo a poder desempeñar completamente manera remota, en el domicilio, sin tener que personarse con regularidad en el centro físico de trabajo).

Las conexiones con el trasfondo verdadero

No tengo una objeción per se a la vacunación en tanto que pueda servir para prevenir o contrarrestar determinadas enfermedades o infecciones igual que tampoco niego que el virus como tal exista en sí (fruto de la creación humana de alguien que opera para la tiranía comunista china). Los avances científicos son aplaudidos en tanto que mejoren nuestra calidad de vida.

Empero, no vamos a negar toda lo que hay detrás de la histeria colectiva inculcada, con determinadas intenciones político-económicas (en resumen: avance del proceso revolucionario no solo para «pulir aspectos socialistas/estatistas», sino también para alcanzar, bueno, mejor dicho, consolidar ese Estado Único Global).

La vacunación no es ajena a esas tramas urdidas. De hecho, uno de los principales promotores de la «futura vacuna» es el multimillonario Bill Gates, miembro de la élite empresarial globalista, que no está en conflicto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya vinculación con el régimen totalitario chino es más que evidente (el implicado en el Terror Rojo Etíope también lo corrobora).

De hecho, el fundador de Microsoft dijo «predecir» una pandemia en el año 2015. Pero es que a este no es que también le interese que, sin más, la vacunación anti-COVID19 sea estrictamente obligatoria. Él mismo llegó a proponer que se expidieran certificados digitales de vacunación (también se habla de la implantación de chips de dimensiones nanométricas).

Por lo cual, también estaría en peligro la privacidad. Nuevamente, habría una connivencia entre los big businesses y el big government. De hecho, como ocurre con las apps anti-COVID19, vuelve a entrar en juego el Big Data para sus mismas malas aplicaciones (se aprovecharían los volúmenes de datos generados para monitorizar completamente al individuo).

No lo vendan como responsabilidad sino como compromiso liberticida

Con la colaboración de la «prensa pepera», más de uno puede pensar en «lo responsable y sensata que sería Díaz Ayuso, una vez más, contra el maldito virus«. Pero, sin complejo ninguno, no han de dudar de que se trata de una enésima contribución al ideal del Estado Policial (cuya proximidad a las estrategias de la tiranía comunista china no es dudosa).

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