Permítaseme decir que, en los últimos tiempos, se ha dado el debate en el seno del propio conservadurismo español de qué visión se ha de tener con los regionalismos periféricos y sentimientos regionales que enriquecen nuestra querida España, esa creación de la historia cuya obligación nuestra como hijos todos que somos de la misma es mejorar en lo que podamos y el legarla entera y unida a las generaciones venideras.
En ese sentido, el valencianismo siempre ha sido un ejemplo a seguir de saber conjugar la sagrada unidad nacional con un respeto claro y determinante a la idiosincrasia propia de la región, en este caso, el Reino de Valencia.
Sin amor a la patria chica, no se puede hacer una patria grande
Decía Teodoro Llorente, a quien deberíamos tomar de referente como ejemplo de lo que es ligar ese profundo amor por la patria chica para hacer una patria grande ejemplo de grandeza y de madre quien acoge a todas sus tierras, regiones y reinos, que quant mes valencià, mes espanyol, soc espanyol perque soc valencià.
En ese sentido, nuestro maestro lo tuvo muy claro. Él fue ni más ni menos que el principal referente literario de la Renaixença valenciana, que desde su poesía cultista y recuperadora de esa gran seña de identidad y elemento clave de comunicación que es la lengua valenciana, que no lo olvidemos, es la única lengua española que además de la común (el castellano o español) tiene un Siglo de Oro (ss. XV y principios del XVI). Él formó parte de ese trío que fundó lo que se denominó desde el primer momento la Societat d’Amadors de les Glòries Valencianes, Lo Rat Penat, institución fundada allá por 1878 y que congregó en su fundación a tres personas tan dispares ideológicamente como eran el propio Llorente (jefe del Partido Conservador de Cánovas del Castillo en la provincia de Valencia), Félix Pizcueta (miembro destacado del Partido Liberal de Sagasta) y Constantí Llombart (republicano federalista, partidario de las tesis de Pi i Margall, sin romper con la unidad nacional).
Las claras divergencias de criterio en la sociedad ratpenatista pronto se dejaron ver, así es que lo que en un primer momento unió el amor a Valencia, pronto lo separaron tanto las divergencias políticas como las disputas sobre el modelo literario a emplear. No podemos olvidar que, mientras Llorente representaba a lo que se denominaba poetes de guant, partidarios de una poesía cultista, de alta literatura y conectada con la lengua de los clásicos del Siglo de Oro, con sus expresiones y con sus giros, Constantí Llombart representaba a los denominados poetes d’espardenya, partidarios de que el lenguaje literario fuese un lenguaje popular, cercano al pueblo, cercano al habla de lo que el valenciano cotidiano utilizaba, sin los arcaísmos ni los elementos literarios antiguos o cultismos que Llorente tanto preconizaba. Al final, lo que subyacía en todo este enfrentamiento es que Llorente representaba a la burguesía conservadora y tradicional, mientras que Llombart representaba al pueblo llano, a esa población que luego recogerá lo que fue el primer exponente de un valencianismo en el campo político como fue el blasquismo. De esta manera, Lo Rat Penat caerá claramente en manos de la burguesía valenciana conservadora de la mano de Llorente, con lo que el valencianismo de la institución desde ese momento, será claramente cultural y no político.
Ese conservadurismo de Llorente, no obstante, aunque se le ha querido acusar de poco reivindicativo, no es sino el conservadurismo valenciano prudente, respetuoso de la unidad nacional, pero reivindicativo frente a los olvidos que desde el poder central se suelen hacer con las provincias periféricas. Nuestro maestro, fundador también del que durante muchos años ha sido el diario de cabecera de la derecha valenciana y del valencianismo regionalista anticatalanista, Las Provincias, cuyo título se encabezaba con la leyenda Diario Decano de la Región Valenciana, no viene solo a representar a las 3 provincias valencianas, sino que toma esta denominación porque pretende ser la voz de todas las provincias españolas que están olvidadas tanto por el centralismo de Madrid como por el egoísmo que se practica desde Barcelona y que deviene en nacionalismo en primer término, luego en separatismo del resto de España y, junto con esto, en expansionismo frente a regiones sobre las cuales argumenta falazmente y de forma mentirosa que comparte cultura, como son Valencia y Mallorca.
Llorente, por tanto, abogaba por acercar la administración al ciudadano, pero jamás será partidario de una autonomía valenciana, puesto que en ella ve el peligro del separatismo que puede engendrar esa concepción del poder político. Con lo cual, él será partidario de una fuerte descentralización administrativa, con unos municipios y provincias que tengan muchas competencias y con que a las provincias se les permita mancomunarse en regiones para poder compartir la gestión de ciertos servicios públicos. Esta es la gran herencia de aquel que tantas veces fue elegido diputado al Congreso en las Cortes de la Restauración por el partido de Cánovas.
No basta con el españolismo sin más para acabar con el pancatalanismo
Por ello, el conservadurismo español debiera colegir que, en el Reino de Valencia, para acabar con el catalanismo, no sólo es necesario hacer una clara defensa del españolismo, de la unidad nacional y del español como lengua común, también es necesario hacer una defensa clara de la identidad y singularidad de la lengua valenciana frente al expansionismo catalán que intenta aniquilar la lengua, la historia y la identidad del pueblo valenciano, pues si la lengua española está discriminada en Valencia, la valenciana no sólo es que está también discriminada, es que está suplantada por un catalán infecto que nada tiene que ver con lo que habla el pueblo valenciano.
Quien crea que el Partido Popular ha representado esto durante estas décadas en nuestro querido Reino valenciano, se equivoca. El Partido Popular lo que ha fomentado ha sido, sin ir más lejos, el catalanismo, puesto que en 1996, tras el pacto de Aznar con Jordi Pujol para acceder a La Moncloa, el PP de Eduardo Zaplana impulsó la creación de la catalanista Academia Valenciana de la Lengua, caballo de Troya que sustituye el valenciano por el catalán y que oficializa que el valenciano no es más que una simple variante dialectal del catalán, contraviniendo lo dispuesto en el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, que declara que los dos idiomas oficiales de la CA son el castellano y el valenciano.
La creación de la AVL fue uno de los mayores servicios del PP al catalanismo en Valencia
Lejos de reestablecer la libre elección lingüística y acabar con la inmersión y de garantizar que todos los niños pudiesen estudiar en español y de que se reestableciese la oficialidad de los títulos de lengua valenciana de Lo Rat Penat y de la Real Academia de Cultura Valenciana, que son las entidades que recogen el idioma valenciano verdadero, el PP creó un engendro político cuyos académicos cobran auténticos sueldazos (esta AVL es la única academia lingüística en España donde sus miembros cobran, a diferencia de la antes mencionada RACV, cuya categoría de académico es honorífica y, por lo tanto, el cargo es gratuito y no retribuido).
No contentos con ello, el PP, además de haber creado este engendro, lo incluyó dentro del Estatuto de Autonomía en la reforma de 2006 que se pactó con el PSPV-PSOE, cosa que ni tan siquiera el PSOE, durante sus 12 años de gobierno catalanista en el Reino de Valencia se había atrevido a hacer, puesto que si bien con el PSOE se inmersionaba a los valencianos en un valenciano catalanizado en base a las anexionistas Bases del 32, a nivel jurídico y legal, la jurisprudencia remitía al Estatuto de Autonomía de 1982, con lo que consideraba que valenciano y catalán eran lenguas completamente distintas a nivel legal.
En paralelo a que esto ocurría, el PP se vendía a la opinión pública falsamente como un partido valencianista, engañando claramente a la población y fagocitando al único partido verdaderamente valencianista respetuoso también de la unidad nacional, que era Unión Valenciana.
Y es que el PP, lejos de volver a lo que fue la esencia de la UCD valenciana y de la entonces denominada Alianza Popular del Reino de Valencia, que sí lucharon frente al catalanismo en el Reino, puesto que oficializaron un sistema durante la preautonomía de libre elección lingüística en la escuela, de un valenciano como asignatura optativa y que estuviese normativizado en base a las normas ortográficas de la RACV, las conocidas popularmente como Normes d’El Puig, hizo todo lo contrario, radicalizar y mantener la legislación catalanista y separatista impulsada por el PSOE durante sus 12 años de gobierno con Joan Lerma.
Las cesiones al catalanismo han sembrado la relevancia política de Compromís
El resultado de esa política es lo que hoy tenemos en Valencia, un partido como Compromís, catalanista y separatista, gobernando la Región, con un profesorado proveniente de Cataluña que persigue lobotomizar a los estudiantes valencianos en una ideología totalmente contraria a la idiosincrasia del pueblo valenciano para imponer una visión de la historia y de la cultura valenciana absolutamente falsa e inventada.
Bien debieran recordar los exponentes de lo que se conoce hoy como el centro-derecha y aquellos que se autoproclaman como “derecha valiente” que en Valencia, para vencer al catalanismo, no es suficiente practicar el españolismo plano, hay que añadir ese valencianismo leal a España para extirpar de raíz el mal que se está llevando a Valencia por delante.
Un comentario
Desde luego que es preciso subrayar las diferencias. Eso y cantar el himno de Valencia:
«Para ofrendar nuevas glorias a España nuestra región supo luchar»…
Comprendemos a los valencianos porque en Navarra padecemos un acoso similar.