Alguno se pensaba que esta democracia políticamente correcta -que Dios guarde- nos iba a llevar a un mundo de perfecta planificación. Y la verdad es que resulta asombroso ver todo lo que hemos conseguido. Pagado con nuestros impuestos, claro. Así tenemos quitanieves a porrillo, centros móviles para emergencias, casi mil policías forales y un departamento de economía y hacienda con unos archivos que ni la Stasi. Tenemos también un poco más allá esa reunión de fontaneros planetarios en Copenhague que va a arreglar el clima del Planeta. Pero no acabamos de controlarlo todo. Siempre tiene que haber alguien por ahí objetando por algo, incluso contra normas que han sido aprobadas por doña Soberanía del Pueblo. Hay demasiada gente díscola, extremistas que gustan de ir por libre. Existen todavía demasiados misterios económicos, inflaccionarios, estadísticos, que no logramos reconducir a nuestro gusto según nos apetezca. Hay cada dos por tres accidentes, errores, despistes y pérdidas. Nieva cuando menos nos lo esperamos, sopla cuando quiere, y nunca llueve a gusto de todos. ¿Cómo es posible ser feliz en un mundo tan inestable e imperfecto? ¿Tiene sentido que sigamos luchando para tratar de ordenarlo? Me abstendré por hoy de dar una respuesta contundente, no quisiera influir (demasiado) en las opiniones de mis amables lectores.
Jerónimo Erro
Un comentario
Pues… al hilo del cambio climático, lo del Copenhague, lo políticamente correcto y pijiprogres varios, merece la pena la lectura del este artículo de Roberto Centeno.
Con permiso de NC… ahí va el enlace…
«La estafa del calentamiento global»
http://www.cotizalia.com/disparate-economico/estafa-calentamiento-global-20091221.html