La Asociación Cultural Pompaelo, según se puede leer en el Diario de Noticias, ha presentado la candidatura del político Jaime Ignacio del Burgo al Premio Príncipe de Viana de la Cultura por considerarlo «una de las figuras que más directamente han determinado el derecho público navarro».
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La asociación precisa que los méritos de Del Burgo para merecer el galardón «son amplios«, pero los centra en su «contribución activa al derecho foral y al estudio de la historia de Navarra». Pampaelo indica que, como jurista, Jaime Ignacio del Burgo «no se ha limitado a la práctica del Derecho sino que ha tomado parte activa en su formación, y en la consolidación del marco foral«, siendo «la voz del foralismo en las Cortes constituyentes» de 1977 y dándole la forma de «una novación modificativa del régimen foral» con el Amejoramiento.
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Pompaelo señala que, «más allá de estrechos planteamientos políticos o de partido”, el hecho de “determinar tanto nuestro marco de convivencia, a satisfacción de tantos, es un logro al alcance de pocos».
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Como autor de 38 libros y numerosos artículos y monografías, esta asociación y en relación a la faceta de Del Burgo como historiador añade que «aporta una perspectiva necesaria que complementa el punto de vista dominante en la historiografía navarra de estos años, y que nos permite descubrir o recordar otras facetas».
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Desde luego, ya se sea partidario o detractor, no se puede negar la relevancia de Jaime Ignacio del Burgo como actor político, jurídico o histórico en la Navarra actual. En realidad sólo se le podría poner una tacha, que para otros sería galardón: su apoyo a la Transitoria Cuarta. Si para unos se valora todo lo demás menos la T4, y para otros se valora la T4 menos todo lo demás, Jaime Ignacio del Burgo podría ser el candidato total, premiado por absoluta unanimidad. En cualquier caso el espectáculo de Jaime Ignacio del Burgo en el Monasterio de Leyre, recogiendo el premio Príncipe de Viana, de manos del jefe del estado, sonando el himno de España, sería algo digno de verse.
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Por lo demás suele pasar con los premios que o bien convierten en personaje a una persona que no lo era, o son un mero reconocimiento a alguien que ya era un personaje. La diferencia resulta relevante porque el premiado de la primera clase sigue sin ser nadie caso de quedarse sin premio, mientras que el segundo siguen siendo un personaje aunque no se lo den. Pase lo que pase con Jaime Ignacio del Burgo, está claro que pertenece por derecho al segundo grupo.
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