Para poner las cosas en contexto, ningún etarra ha muerto nunca de hambre en una cárcel española. En los últimos días, sin embargo, se suceden las manifestaciones y concentraciones violentas pidiendo no ya la excarcelación del etarra en huelga de hambre, sino la amnistía a todos los etarras. El etarra en cuestión además, como todo el mundo sabe, es el autor material del asesinato de Tomás Caballero, del que jamás se ha arrepentido. Por el contrario, el etarra es ahora el máximo representante de la línea dura de la banda. No nos podemos extrañar por tanto de la violencia que se desata alrededor de quienes se manifiestan en apoyo de este asesino. La violencia que practican los manifestantes es totalmente coherente con el tipo de personaje al que apoyan.
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2-A su llegada a la Plaza del Castillo, agreden a la gente que estaba en las terrazas al ser increpados. pic.twitter.com/rV7NzQuaE9
— Alfredo Perdiguero M. 🇪🇸 (@PerdigueroASP) May 24, 2020
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El que se come a un caníbal, se convierte en un caníbal. El “antifascista” que actúa como un fascista es un fascista. Los fascistas y la izquierda abertzale comparten exactamente los mismos métodos de actuación. En la medida en que comen carne humana son todos igual de caníbales. La única distinción se encuentra en las tribus a las que se comen o la salsa con la que aderezan los platos. Podemos llamar como queramos a unos y otros caníbales para distinguirlos, lo que no podemos es llamar a unos “caníbales” y a otros “anticaníbales”.
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No podemos extrañarnos demasiado, por otro lado, de la proliferación de seguidores de este nacionalismo abertzale de corte fascista. Hemos estado toda la legislatura pasada contemplando cómo se sucedían las concentraciones en apoyo a los “txabales” de Alsasua, cómo eran mostrados sistemáticamente en parte como victimas y en parte como héroes. Hemos observado que sus imágenes adornaban la calles, plazas y colegios como motivo de inspiración para la juventud vasca y navarra. En vez de ser tratados como los ultras y radicales violentos que son, se les ha mostrado como si fueran celebridades. Quien descubra la vacuna contra el coronavirus no tendrá su cara en tantas calles de Navarra y el País Vasco como Patxi Ruiz o los “txabales” de Alsasua. Las imágenes que muchos niños ven en estas tierras cuando hay un concierto, unas fiestas o una carrera, no son las de deportistas, científicos o artistas, sino las de matones y asesinos. El modelo a seguir para que tu cara esté en todas las esquinas no es por tanto ser deportista, científico o artista, no digamos empresario, sino que si realmente quieres ser admirable en muchos lugares de nuestra geografía tienes que convertirte en un delincuente.
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4-Cargas de los dos Cuerpos. pic.twitter.com/FAaWpxTYtQ
— Alfredo Perdiguero M. 🇪🇸 (@PerdigueroASP) May 24, 2020
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¿Cómo podríamos sorprendernos por tanto de que este modelo todavía se reproduzca? Cuando sucedió lo de Alsasua, ¿cómo reaccionaron Podemos y todos los partidos nacionalistas? Ante las manifestaciones de apoyo al asesino de Tomás Caballero, cuando en el Parlamento de Navarra se votó para condenarlas, ¿dónde estaban Bildu, Podemos e IE? ¿No hay incluso una diputada en el Congreso cuyo único mérito para serlo es ser la madre de un “txabal”? Esto da bastante idea del grado de reconocimiento que otorgan a la cultura de la violencia algunas formaciones políticas. Formaciones políticas que ahora quitan o ponen presidentas, aprueban presupuestos, negocian estados de alarma. Si dependen de quienes convierten al “txabal” en un icono social, ¿cómo esperar que los partidos y los grandes medios que controlan pongan fin al problema?
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Por lo demás el asesino de Tomás Caballero nos ha vuelto a poner en evidencia que estamos lejos de superar el problema de la violencia nacionalista. La izquierda abertzale no ha hecho autocrítica ninguna todavía. Por el contrario, la izquierda abertzale ha encontrado una alianza natural con la extrema izquierda estatal (en este caso sí procede el adjetivo “estatal” más que el de “nacional” o “española”), la cual mantiene una relación asimismo vidriosa con la violencia cuando se utiliza contra sus rivales políticos. Frente a quienes nos decían que la “trifulca” de Alsasua era una pelea de bar cualquiera, vemos una vez más que no es así en absoluto. Todos los violentos que estos días recorren las calles de Pamplona y otras localidades, por supuesto también Alsasua, son el mismo tipo de “txabales” salidos del mismo molde, de los mismos colegios, de seguir los mismos medios, de ser adoctrinados por las mismas organizaciones y plataformas. Aunque nos repitan incluso desde la Justicia que son delincuentes violentos pero no terroristas, lo ciertos es que los “txabales” forman parte de una especie de milicia que la izquierda abertzale usa a destajo para imponer su pensamiento único en las calles o en los colegios, o expulsando de la vida pública o todos los que no quieren tener que ser héroes para defender sus ideas.
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¿Quién es responsable de todo esto? ¿Quién se encarga de que la producción anual de “txabales” no baje y que la cadena de montaje siga en marcha? La pregunta se responde con otra pregunta: ¿a quién beneficia la existencia de los txabales y el clima de terror y el pensamiento único que imponen allá donde alcanza su violencia?
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