El Ayuntamiento de Pamplona ha acordado, mediante resolución de Alcaldía, decretar el luto oficial en Pamplona como testimonio del dolor de la ciudad ante los fallecimientos que se vienen produciendo como consecuencia de la propagación del coronavirus, en recuerdo de todas las víctimas de la pandemia y en solidaridad con las familias y sus seres queridos.
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En señal de duelo ante estos datos y las historias personales que hay detrás de ellos, el Consistorio ha prendido un crespón negro en la bandera de Pamplona de la fachada del Ayuntamiento. Asimismo, la web municipal www.pamplona.es y las redes sociales del Consistorio también se solidarizarán con las víctimas del coronavirus y sus familias, colocando en su cabecera un pequeño lazo negro en señal de luto.
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Tanto la declaración de luto oficial como los crespones negros perdurarán mientras se extienda el Estado de Alarma, o bien hasta un nuevo decreto de Alcaldía al respecto.
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Hasta ayer se habían producido 401 fallecimientos por coronavirus en Navarra reconocidos oficialmente, que todos sabemos que serán más en realidad. No estamos además ante un episodio concluido sino ante un proceso pandémico que se sigue cobrando vidas y que se puede prolongar todavía durante meses.
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Parecería gratuito tener que recordar lo anterior pero lo cierto es que hay en toda la situación que estamos padeciendo una especie de desdoblamiento ridículo entre la la realidad y el relato oficial. Todos los días se da un parte de muertos, que simplemente son un número, para a continuación pasar a dar la espalda totalmente a este hecho que es lo crucial y fundamental. A continuación todo son historias de curaciones, coches de policía que van a celebrar el cumpleaños de un niño, o gente de que se disfraza o toca la flauta en las redes sociales para sobrellevar más festivamente el confinamiento. Salvo cuando muere alguien conocido, y tampoco se incide demasiado en ello, nadie le pone cara a los muertos.
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Desde luego no se trata de recrearse en la tragedia y la muerte, ni de renunciar por supuesto a todo disfrute, pero llega un momento en que mucha gente se está preguntando si se está respetando a los muertos. Es decir, por un lado hay cientos de muertos diarios y por otro, de espaldas a esa realidad, gente cantado y celebrando -presuntamente- lo feliz que está recluida en su piso, quizá pared con pared con los hermanos o con los huérfanos.
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Está muy bien que no caigamos en el desánimo y tratemos de llevar la situación lo mejor posible, pero hay algo perverso en tratar de fundar el optimismo en la negación o el olvido de la realidad. Por un lado porque no sólo es posible llevar la situación con ánimo y entereza pese a la realidad que estamos atravesando, sino que tratar de llevar la situación con ánimo y en entereza cerrando los ojos a la realidad es lo contrario del ánimo y la entereza. El ánimo y la entereza son virtudes necesarias precisamente porque no se niega la dureza de la realidad. Tratar de sustituir el ánimo y la entereza por una especie de festivalismo negacionista no puede dar lugar más que a un ánimo y una entereza de cartón.
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Por otra parte, da la impresión de que cuando con 300 televisiones y 20.000 muertos no se ve ni un ataúd, ni un familiar enfadado dando una entrevista, ni una persona llorando en televisión, hay algo más que una forma particular de encarar el luto de una parte de la sociedad. Ahí hay un plan. Una ocultación deliberada con un propósito. Un empeño sistemático de que nada negativo aparezca en los medios. No por respeto a los muertos. No por no recrearse en la tragedia. No por no desanimar a la población. Sino por una cuestión de agenda política escasamente inocente y casual. Si se oculta el luto hay menos presión, nadie dimite, nadie hace autocritica, nadie pide perdón. Estremece por otro lado que alguien pueda imponer con éxito a los grandes medios una total uniformidad sobre lo que se puede y no se puede enseñar.
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Como es lógico no se trata de convertir el drama de 20.000 familias españolas en un show televisivo, aunque por mucho menos así se ha hecho en otras ocasiones con muchos menos escrúpulos. Pero qué menos que visibilizar ciertas signos de luto en señal de memoria, acompañamiento y respeto. Las peores sospechas resultan inevitables cuando hasta para poner un crespón en las banderas oficiales, o izarlas a media hasta, aparece a menudo una oposición radical y feroz.
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Un comentario
Eso de que las víctimas ya no serán invisibles suena a chiste teniendo en cuenta que hay que buscar con unos prismáticos el crespón que han puesto en una de las cuatro banderas que cuelgan del balcón. Lo de la bandera de España a media asta lo tienen pensado hacer cuando la cifra de muertos supere los 200.000….