No hay manera de explicar lo que ha sucedido en España sin poner el 8M en el centro de la mesa de operaciones. Cualquiera que repase la hemeroteca y los hechos que se iban sucediendo en las semanas anteriores al 8M puede comprobar perfectamente que, para entonces, ya era evidente la amenaza a la que nos estábamos enfrentando. Pero el 8M era un evento político demasiado importante como para poder cancelarlo, el acto central del año de las bases de la izquierda. La agenda política por encima de todo. Los medios y portavoces progresistas llevaban semanas fustigando sin parar a quienes advertían del peligro del coronavirus. No había manera de suspender el 8M a última hora sin que todo su discurso negacionista se volviera contra ellos.
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La celebración del 8M es mucho más catastrófica de lo que seguramente nunca podremos valorar porque ya de por sí las manifestaciones del 8M eran algo así el extremo opuesto a las distancias de seguridad y al confinamiento a los que estamos ahora sometidos. El 8M fue un auténtico llamamiento a salir todo el mundo de sus casas y juntarse en un mismo punto. Si lo que hacemos ahora es lo correcto, el 8M era lo más disparatado que se podía hacer en aquel momento. Más aún en aquel momento en que cualquier medida de contención hubiera ahorrado muchos más fallecimientos.
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Pero es que no se trató sólo del 8M. Obviamente no se podían prohibir los mítines, los conciertos o los eventos deportivos y permitir el 8M, por consiguiente no se prohibió tampoco ninguno de todos esos eventos para no tener que prohibir el 8M. El efecto multiplicador del 8M por este concepto ha tenido que ser pavoroso. El 8M no sólo fue un elemento de propagación por sí mismo, sino que evitó cualquier otra medida de contención y mantuvo activos todos los demás eventos masivos de propagación.
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Pero aún hay más. Como es natural quedaba muy mal celebrar el 8M asegurando que no pasaba nada y declarar el estado de alarma y el confinamiento de la población el día 9M. De este modo hubiera resultado imposible disimular la irresponsabilidad de haber celebrado el 8M. Por consiguiente, las medidas de contención que había que tomar se retrasaron todo lo posible para dar la impresión de que a su vez no se había esperado para adoptarlas justo hasta el 9M. Mantener esta farsa también nos está costando ahora una gran cantidad de muertes que hubieran sido evitables.
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Obviamente hubiera habido epidemia sin 8M, ¿pero cuánto menos?
Así es como llegamos a los devastadores datos de ayer mismo. Somos el tercer país del mundo con más fallecidos. Yendo cronológcamente por detrás de Italia en el desarrollo de la enfermedad, tenemos ya casi tantos contagiados como ellos y no muchos menos muertos, pese a que somos 47 millones de habitantes y ellos 60. Eso por no mencionar que carecemos de test para saber siquiera cuántos infectados y muertos realmente tenemos. Proporcionalmente somos los campeones del mundo en coronavirus. Juzguen ustedes mismos si es casual o puede tener algo que ver con tener el gobierno más torpe e irresponsable del mundo.
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Un comentario
Espero que todo esto termine con un juicio a los responsables de semejante escabechina.