Interesa recordar cómo empezó la crisis del coronavirus y cómo ha cambiado el discurso de la izquierda conforme avanzaba el problema y se confirmaba su incompetencia. En un principio, de hecho, el mensaje era que no iba a haber ningún problema en España con el coronavirus en primer lugar porque teníamos una sanidad pública estupenda, y en segundo lugar porque gobernaba la izquierda. Ahora íbamos a comprobar la diferencia entre un gobierno de derechas y otro de izquierdas.
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Es importante recordar todo esto frente al nuevo relato que se nos trata de imponer porque sólo la memoria nos defiende frente al poderío mediático del gobierno. Es decir, cuando empezó a acercarse la sombra negra del virus el mensaje de la izquierda podía haber sido muy distinto. Podía haber dicho que lo íbamos a pasar muy mal porque el PP había dejado la sanidad pública devastada, pero dijo en cambio lo que señalábamos al principio. Que la sanidad pública iba a ser el escudo infalible y que íbamos a ver lo seguros que estábamos con un gobierno de izquierdas.
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Por el contrario, lo que ha demostrado la crisis es la enorme vulnerabilidad de la sanidad pública. La sanidad publica no te protege y queda rápidamente desbordada cuando está dirigida por un gobierno incompetente.
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Una evidencia bastante concluyente de este diagnóstico fue el primer encontronazo en territorio español entre el coronavirus y la sanidad pública. El resultado del choque fue una victoria apabullante del coronavirus que dejó a 200 sanitarios en cuarentena, 100 de ellos en el País Vasco. Atención a las fechas porque esto ya estaba pasando en España para el día 3 de marzo.
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De todo lo que conviene memorizar en todo esto, no es lo menos relevante por tanto que esta catástrofe preliminar se produjo para el 3 de marzo. Es decir, para el 3 de marzo como tarde ya era absolutamente evidente la gravedad de la ofensiva y la capacidad de propagación del virus. También era totalmente visible la necesidad de blindar adecuadamente al personal sanitario y dotarlo de trajes, guantes mascarilllas y todo el equipo de protección necesario. Equipo que también haría falta a policías, personal de las residencias de ancianos, farmaceúticos… Hasta el 3 de marzo podía hacer falta una cierta capacidad de previsión, por otro lado exigible, pero a partir del 4 de marzo ya no hacía falta en absoluto adivinar lo que podía pasar, bastaba con ver lo que estaba pasando ya. Por el contrario, hasta entonces y hasta mucho después el estado nos dejó en una situación de completa indefensión.
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Y si para el 3 de marzo era evidente que íbamos a necesitar millones y millones de mascarillas y equipo, ¿por qué no se hizo nada? ¿Por qué se ha esperado semanas hasta empezar a comprar un equipo que ahora no llega, es más caro y resulta difícil de encontrar? Ningún otro gobierno hubiera conseguido seguramente impedir por completo el ataque del virus, pero sí moderar apreciablemente su incidencia y sobre todo mejorar las condiciones y medios para poder afrontar la epidemia. Unos medios que nada tienen que ver con supuestos recortes anteriores puesto que si no hay mascarillas, trajes de protección o respiradores no es porque los hubiera habido almacenados por millones antes de los recortes. Nos enfrentamos a una situación excepcional que de repente exige compras masivas de esos materiales y el gobierno no ha sabido reaccionar. La crisis ha servido para demostrar la vulnerabilidad del sistema sanitario público a un gobierno catastrófico.
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La respuesta a la lentitud en la respuesta a una amenaza que como tarde ya era evidente el 3M es seguramente el 8M. En cualquier caso el gobierno tiene tras de sí una gran responsabilidad. Por culpa del 8M o por cualquiera que sea la causa de su ceguera lleva con el pie cambiado un mes entero. De hecho, el ejecutivo no sólo metió la pata hasta el 8M, sino también después del 8M y constantemente. Un ejemplo es el decreto del estado de alarma en diferido, casi un anuncio promoviendo que la gente saliera de viaje o se fuera a la playa para aprovechar el último fin de semana antes de la cuarentena. Obviamente no es posible pensar que el gobierno actuó como si quisiera propagar el virus y aumentar el número de contagiados todo lo posible, pero el resultado por incompetencia es el mismo (en lo material, no en lo moral) que si hubiera sido intencionado. Un supervillano competente que hubiera buscado el máximo contagio no lo hubiera hecho de otro modo. ¿Cuál es entonces el resultado a la vista de que ahora esté gobernando la izquierda? Pues que la sanidad pública está desbordada. Que los sanitarios trabajan a destajo sin la protección adecuada, por lo que muchos de ellos están contagiados. Que el número de contagios y de muertos es el mayor de todos los países de nuestro entorno junto a Italia. Que a los ancianos se les deja a su suerte y no se les puede atender en las UCI porque faltan camas. Que los más vulnerables están vendidos con este gobierno. ¿Y cuál debería ser con casi 7.000 muertos (que serán más) la vara de medir para juzgar ahora a este gobierno? ¿La del Prestige? ¿La del 11M? ¿La del brote de Ebola de 2014? ¿La del Yak 42?
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