San Francisco Javier y la crónica del cólera en la Navarra de 1885

Así como de pasada se ha comentado vagamente que la primera Javierada se produjo en 1886, en agradecimiento al santo después de que una gravísima pandemia mundial de cólera de origen asiático (las similitudes son evidentes) pasara levemente por Navarra el año anterior, sin dejar el enorme saldo de muertos de las veces anteriores. A lo largo de los cuatro brotes que sacudieron España en el siglo XIX, murieron unos 800.000 españoles en un país mucho menos poblado que ahora, por lo que el porcentaje de fallecidos resultaba aterrador. En el conjunto de Europa los muertos se contaron por millones. El alivio que sintieron los navarros al ser apenas visitados por el brote de 1885 resultó apabullante y, ahora que estamos viviendo en nuestras propias carnes lo que significa una pandemia, nos encontramos en las mejores condiciones para poder entenderlo. El hecho interesante es que respecto a aquel brote, sus circunstancias e incidencia, contamos con una crónica excepcional de gran interés en una situación como la actual, como es el artículo que escribió en Diario de Navarra en 1952 don Ignacio Baleztena, alias Tiburcio de Okabío, alias “Premín de Iruña”, conocido entre otras cosas por ser el creador del Riau Riau, la Cabalgata de Reyes de Pamplona o la peña Muthiko Alaiak.

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SAN FRANCISCO JAVIER Y EL COLERA DE 1885

Muy tristes recuerdos dejó de su paso por España en general, y Navarra en particular, el año de 1885.

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            En él hizo su aparición el cólera morbo asiático (el molesto huésped del Ganges, como le llamaban los periodistas curiosos), causando, sobre todo en la región levantina, horribles estragos.

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            Navarra aún se veía libre del cruel azote en el mes de junio, pero sus autoridades, sin embargo, no se descuidaban, y por si “el huésped del Ganges” pretendiese hacer el turista por Navarra, empezaron a tomar serias medidas higiénicas y preventivas para recibirle dignamente a fumigacionazo limpio.

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            La Excma. Diputación de Navarra, en 25 de junio, se puso al habla con el célebre doctor Don Jaime Ferrán, de Valencia, y al par que le felicitaban por los éxitos que en aquella región habría conseguido con sus inoculaciones anticoléricas, le pedía instrucciones acerca de las medidas preventivas que deberían adoptarse. Al mismo tiempo encargaba a Don Luis Martínez de Ubago, médico primero y decano del personal facultativo de Navarra, que tuviera dispuesto todo cuanto fuera necesario por si se diese el caso de tan temida invasión.

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            Adquirió también la Diputación grandes cantidades de cloruro de sal, sulfato ferroso, azufre y ácido férrico cristalizado, clorhídrico y nítrico para poderlo proporcionar al por mayor a cuantos ayuntamientos lo solicitasen a precio de coste y porte.

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            Pero al terminar la epidemia, dejó la Diputación generosamente de pasar la factura a los pueblos que habían sido castigados.

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            Las alarmantes noticias que del resto de España iban llegando a Navarra, no fueron obstáculo para que las fiestas de San Fermín se celebrasen con gran animación y concurso de gente a pesar de la campaña que algunos hicieron contra ellas basándose, principalmente, en el gran número de baratijeros y tratantes valencianos que de aquella tierra acudían. Los periódicos anunciaban por aquellos días, que en esa provincia se contaban ya 14.928 casos coléricos, de los que 6.801 habían resultado mortales y que la epidemia continuaba en auge. También se anunciaba que había hecho su aparición en Zaragoza; pero a pesar de todo las fiestas se verificaron toreando en sus corridas los afamados diestro Lagartijo y Mazzantini que despacharon en las cuatro corridas y prueba 27 toros de las vacadas de Espoz y Mina, Díaz, Lizaso, Elorz y Conde de la Patilla.

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            Los conciertos rayaron a la altura de costumbre, interviniendo en ellos Arrieta, Sarasate, Zabalza, Larregla y Vallejos. En el teatro Principal actuó la compañía de ópera del maestro Don Antonio M. de Possimi del Teatro Real de Madrid; en el Circo de Labarta lucieron sus aptitudes circenses los afamadísimos artistas de la compañía lúdico-acrobática de M. Walssi, La Remigia pasó la maroma en la Plaza del Castillo haciendo durante el trayecto variados jeribeques y disparando cohetes. Los kilikis y zaldiko-maldikos se artaron de arrear zambombazos; se quemaron variados fuegos de artificio; en una palabra, que nada quedó en el tintero mezeteril.

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            Pero en medio de este barullo y regocijo las autoridades no descuidaron un momento sus medidas sanitarias, y allá en la estación del Norte se veían negros, fumigando a todo meter viajeros y mercancías, el doctor Don José Revestido, el farmacéutico Don Nicolás Iribarren, activamente secundados por el experto practicante Don Fidel Amorena. Por la calle se distinguían los forasteros de los indígenas en que aquellos iban oliendo a demonio, es decir, a azufre, a causa de lo cual su paso por las calles era saludado por los estornudos de los transeúntes, y los ladridos de la multitud de canis vulgaris que en aquellos tiempos deambulaban libremente por la población.

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            No faltaban viajeros pillines, que para librarse de los higiénicos jeringazos se apeaban en Noain, y desde allá, tomando coches, carros o aun a pie llegaban a las cercanías de Pamplona, donde estaban tan tranquilos como si volviesen de dar la Vuelta del Castillo.

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            No contentos con estas medidas materiales, la Excma. Diputación de Navarra interpretando como madre celosa el común sentir de sus administrados, acordó celebrar una solemnísima función religiosa para impetrar de su glorioso Patrono, el gran santo Xavier, su protección y ayuda, para que no entrase en su antigua patria tan temido y cruel azote. La idea partió del Excmo. Presidente señor Albistur y fue aceptada por unanimidad.

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            La solemne función se celebró en San Cernin el día 23 con toda solemnidad y durante ella ocupó la sagrada cátedra el señor párroco de san Agustín Don Modesto Pérez, que arrebató al devoto auditorio cantando las glorias del santo Patrón haciendo resaltar, no sólo su labor misional, sino también la inmensa caridad desplegada en mil ocasiones asistiendo enfermos y curando coléricos. Animó a la Excma. Diputación, y a Navarra toda, a visitar la cuna del Santo en piadosa peregrinación, terminando su brillante plática con estas palabras:

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            -Si la Divina Providencia permite que la epidemia nos visite, ¡valor hermanos míos! Nuestra patria es el cielo. La muerte el camino que a ella conduce. ¡Hágase la voluntad del Señor!

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            También el Ayuntamiento celebró una solemne novena en la catedral, ante la imagen del glorioso San Fermín que fue llevado procesionalmente desde la parroquia de San Lorenzo, con la pompa acostumbrada en la fiesta del 7 de julio. No dejó un pamplonés de asistir a la procesión, y lo mismo ocurrió con la novena.. En ella ocuparon la cátedra sagrada Don Fermín Ilundain y Don Dámaso Legar.

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            Los dos primeros casos que se presentaron en Pamplona fueron el día 31 de agosto. Uno de los enfermos murió al día siguiente. En Peralta, para el día 6 de agosto se hallaban registrados 242 casos, de ellos 84 mortales. Tudela llegó a tener 832 casos con 352 defunciones. Pero proporcionalmente, el pueblo más castigado fue Beasoain, que de 61 habitantes solo 9 se salvaron del contagio, muriendo 20. Se dio el extraño caso, de que en ningún pueblo de sus alrededores se hubiere presentado un solo caso.

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            Sin embargo, la peste no tuvo, ni por mucho, la importancia que la de 1854. Así por ejemplo, Tafalla que en aquella época fue castigadísima, en ésta del 85 tan solo contó 5 muertos.

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            Por fin, el 26 de octubre se dio oficialmente la noticia de la desaparición del cólera.

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            Pasado lo más crudo del invierno se pensó en poner en práctica la idea expuesta por Don Modesto Pérez el día de la rogativa de la Excma. Diputación, es decir, la celebración de una peregrinación al castillo, cuna del Santo Patrón de Navarra.

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            Y a fin de llevar a cabo los trabajos de organización, se nombró una junta bajo la presidencia de la Diputación compuesta por los señores Don Luis Elío, deán, Don Dámaso Legar, Don Modesto Pérez Aoiz, párroco de San Agustín, Don Pablo Jaurrieta, Don Leoncio Ubillos y Don Juan Iturralde y Suit.

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            De la labor de estos beneméritos caballeros y éxito de la peregrinación, que se celebró el 4 de marzo de 1886, a la que asistieron 20 mil personas, en tiempos en que Javier carecía carreteras y los medios de locomoción eran escasísimos e incómodos, hablaremos en otros números.»

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«Tiburcio de Okabío»

(Diario de Navarra, 1952)

 

xxxxx http://premindeiruna.blogspot.com

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