Algunas de las frases que se vienen repitiendo en los últimos días respecto al coronavirus son que acabaremos pasándolo todos, o que habrá un 80% de afectados con sintomatología leve, un 20% que tendrán que ser hospitalizados y hasta un 5% -incluido en esa parte de hospitalizados- que podrían morir. Dentro de los fallecidos, el mayor porcentaje se dará entre los ancianos. ¿Qué sucede si ponemos todas estas afirmaciones en relación?
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En el caso del conjunto de España, por ejemplo, tenemos a 9 millones de personas por encima de los 65 años y, entre ellos, 2,86 millones por encima de los 80.
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En cuanto a Navarra, tenemos a 128.391 por encima de los 65 años y, entre ellas, 41.367 personas por encima de los 80.
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Si fuera cierto que el virus va a acabar contagiando más tarde o más temprano al 100% de la población, y que la mortalidad por encima de los 80 años ronda el 15%, un contagio generalizado implicaría la muerte de 429.000 mayores de 80 años en España, 6.200 en Navarra.
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La tasa de mortalidad entre los menores de 40 años se estima en el 0,2%, lo que como porcentaje es en efecto un número bajo, pero incluso aplicándolo sobre los 37 millones de españoles menores de 65 años, nos enfrentaríamos a una cifra de 74.000 fallecidos. Sumando todo la cifra de fallecidos podría acercarse a la de los 500.000 muertos que aproximadamente hubo durante toda la Guerra Civil Española.
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Desde luego el “todos vamos a pasarlo” podría quedarse en la mitad, incluso en la décima parte, pero aún así salta a la vista que si la epidemia no encuentra freno nos enfrentamos a cifras terribles. Por no mencionar el 20% de afectados que mayoritariamente sobrevivirán pero necesitarán ser hospitalizados. En este caso podemos estar hablando de un máximo de 9,4 millones de españoles que tendrían que ser hospitalizados (con el problema sanitario que eso plantearía), o al menos pasar una convalecencia severa. Una vez más la cifra sigue siendo muy alta, incluso reduciéndola a la mitad o a la décima parte.
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Por el lado positivo, ni el mundo ni España se enfrentan a su extinción por culpa de este virus. Sea por la vacuna, sea porque al segundo asalto casi todo el que siga vivo ya tendrá anticuerpos, o porque los niños no corren peligro de muerte e irán creciendo inmunizados, encaramos una ola de devastación, pero una ola de devastación que durará en el peor de los casos no más de un año. La devastación económica, ya veremos. Nuestra experiencia con análisis, por otro lado, nos indica que no se puede ignorar la realidad de los números, pero que los análisis cerrados siempre son peligrosos. Nunca se puede descartar el imprevisto, el error de cálculo, el factor que no se tuvo en cuenta, el cisne blanco o directamente el milagro.
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Existe otro posible punto a nuestro favor en este funesto cálculo es que la mortalidad del virus se calcula sobre el número de infectados pero, ¿cuál es realmente el número de contagiados? Es probable que el cçalculo de muertos o de pacientes gravemente afectados resultara mucho más modesto si el número de contagiados fuera mucho más alto que el estamos barajando, y que existan muchas personas asintomáticas o con síntomas leves que no se han contabilizado en las estadísticas, cosa que no se puede descartar tampoco, que reduciría los porcentajes de afectados severos y que mejoraría bastante las expectativas de hospitalizados y por supuesto de muertos.
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