Hace unos días, el New York Times se hacía eco del mayor estudio publicado por el gobierno chino sobre los afectados del coronavirus. Entre los datos contenidos y las conclusiones obtenidas, destaca la de que la mortalidad del coronavirus es apreciablemente distinta entre los infectados según sean hombres o mujeres. Concretamente, el estudio señala que el coronavirus es bastante equitativo a la hora de infectar tanto a hombres como mujeres, sin embargo, la mortalidad entre los infectados asciende al 2,8% entre los hombres mientras que se queda en el 1,7% en el caso de las mujeres.
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Esta “brecha de género” entre las personas infectadas, por otra parte, no resulta inusitada ni circunscrita al caso del coronavirus. En el caso del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome ) y el MERS (Middle East Respiratory Syndrome), dos de los brotes víricos recientes que han precedido al coronavirus, que de hecho pertenecen a la familia de los coronavirus, la mortalidad también resultaba bastante distinta según el género del paciente. En el caso del MERS, la mortalidad entre los infectados era del 32% entre los hombres y del 25,8% entre las mujeres. En cuanto al SARS, el porcentaje de contagios fue mayor entre las mujeres que entre los hombres, pero la mortalidad de los hombres fue un 50% superior a la de las mujeres.
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Más allá del interés estadístico del caso, las cifras nos vuelven a poner una vez más ante el hecho incontrovertible de las diferencias biológicas naturales entre hombres y mujeres. No hay más muertos varones a causa del coronavirus porque los varones hayan sido educados a enfermar más gravemente que las mujeres. No es por un fallo del heteropatriarcado que la mortalidad masculina es mayor. Aunque un hombre empiece a sentirse mujer al leer la estadística, incluso aunque consiga que le cambien el género en el DNI, no engañará al coronavirus con un sello del gobierno. Por más empoderada, feminista e indistinguible que una mujer se pueda llegar a sentir de un macho, tampoco aumentará por eso su tasa de mortalidad. La mortalidad entre hombres y mujeres no se igualará en los países con gobiernos de izquierdas. Un gato no es un cocodrilo al que se ha educado para que ronronee. No todo es biología. No todo es educación.
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