El nuevo gobierno ha aprobado esta semana la aplicación de dos nuevos impuesto: la “Tasa Google” y la “Tasa Tobin”. El ejecutivo presume de ser pionero en la aplicación de estas figuras impositivas lo cual, como veremos más adelante, puede resultar particularmente desastroso para España.
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La llamada “Tasa Google”, simplificando, viene a ser un artificio fiscal destinado a aumentar la recaudación sobre las empresas extranjeras digitales, ya sea Google, Amazon, Facebook o cualquier empresa similar. La justificación del impuesto viene dada por el hecho de que estas empresas apenas tributan por los ingresos que generan en España. Dadas las dificultades técnicas y legales de gravar directamente su actividad, la Tasa Google se crea como un impuesto a las empresas digitales con ingresos anuales de al menos 750 millones de euros y con ingresos en España superiores a los 3 millones de euros. La tasa gravará el 3% de los servicios de la publicidad en línea, los servicios de intermediación o la venta de datos generados a partir de información proporcionada por el usuario durante su actividad o la venta de metadatos.
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Los detractores del impuesto señalan que la tasa probablemente acabará repercutida sobre los clientes de estas empresas, que serán los que realmente vean una vez más aumentados los impuestos sobre sus ingresos. Un 3% sobre el margen de beneficio de una empresa es además un porcentaje muy elevado. No obstante, los ingresos fiscales que el gobierno prevé a través de esta tasa sólo rondarán los 1.000 millones de euros, una cifra importante pero insignificante -por ejemplo- respecto al déficit público de 2019, cercano a los 30.000 millones de euros. Un impuesto que apunta además de manera nominal a las principales empresas tecnológicas de los EEUU supone abrir nada menos que una guerra comercial con la primera potencia del mundo. Sin duda los EEUU aplicarán toda una batería de tasas en represalia sobre los productos que España vende en los EEUU. El perjuicio económico y fiscal que se genere puede ser muchísimo peor que el beneficio fiscal esperado.
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La “Tasa Tobin” es sin más otro nuevo impuesto sobre el ahorro y la inversión. En este caso se trata de gravar con un 0,2% las operaciones de compra de acciones de empresas con una capitalización superior a los 1.000 millones de euros. Es decir, hablamos de la práctica totalidad de las empresas del IBEX 35. En este caso también es evidente, incluso más, que el sobrecoste del impuesto será repercutido como un coste más de producción sobre el cliente. Se trata por tanto de un castigo más a los ahorradores y un impuesto totalmente indiscriminado sobre cualquier español que invierta directa o indirectamente en bolsa (fondos de inversión, planes de pensiones, etc).
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Hablábamos al principio de que el gobierno presume de ser pionero en la aprobación de este tipo de impuestos, como si ser pionero en este tipo de cosas fuera una idea maravillosa. También decíamos que la aprobación de la Tasa Google supone declararle la guerra comercial a los EEUU, que aplicará las correspondientes represalias a las empresas exportadoras españolas. Ser pionero significa que el resto de países que piensan en si aprueban o no una tasa similar, tomarán su decisión en base a cómo le vaya a España. Es decir, a los EEUU les interesa machacar especialmente a España para que el resto de países tentados a aplicar una tasa similar vean que es una idea catastrófica. Ser pionero en esto es una idea malísima. Tal vez por ello la aplicación de esta tasa ha quedado postergada de momento hasta diciembre, lo que recuerda un poco a la declaración unilateral de la independencia de la república catalana y su suspensión a los cinco segundos.
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Todo lo anterior nos lleva como consideración final a lo que quizá sea lo más alarmante de todo. Todos estos impuestos que aprueba el nuevo gobierno tienen escaso valor recaudatorio, tienen mucho de postureo, pero se introducen no por motivos fiscales sino políticos. Son impuestos ideológicos. El objetivo no es recaudar, sino mandar a la masa electoral del PSOE y Podemos el mensaje de que están yendo a por las grandes empresas y que han declarado la guerra nacional e internacional a los empresarios y los inversores. Como solemos decir en estos casos, es imposible ordeñar más leche dedicándose a espantar a las vacas. Es posible que las masas de votantes del PSOE y Podemos aplaudan enfervorizadas el ardor bolivariano del nuevo gobierno, pero habrá que ver las consecuencias de enviar a las empresas e inversores el mensaje de que si intentan hacer negocio en España el gobierno social-chavista va a ir a por ellas.
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Un comentario
Si es malo para España, Sánchez lo hará sin ningún tipo de dudas. Éso le dicta su «inteligencia», su cobardía ante sepa-ratas y podemitas y su apego a la poltrona monclovita.