Cuando se publicó la lista de nuevos ministros del nuevo gobierno de amor, luz y progreso, a nadie le pasó inadvertida la ausencia de Dolores Delgado, la ministra de Justicia. La mujer que «bebe» de la copa de Garzón, según presume el propio juez, que llama “maricón” a Marlaska en la intimidad, o que departe amigablemente con Villarejo sobre los gustos sexuales de la magistratura o el tráfico de confidencias de personas sensibles arrancadas por prostitutas en el lecho. De la ex ministra de Justicia hasta Pablo Iglesias decía hace poco tiempo refiriéndose a sus reuniones con Villarejo que que debía “alejarse de la política” porque era «Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura, de las cloacas«, y que «No es aceptable que en este país haya ministros que sean amigos de tipejos como Villarejo». O sea, la ausencia de Dolores Delgado de la lista de ministros del nuevo gobierno se interpretó en un primer momento como un reconocimiento tardío del error de haberla incluido en el anterior gobierno. Pobres ingenuos.
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Muchos observadores, por otra parte, concluyeron ayer que por todo lo anterior Dolores Delgado era una elección detestable e incomprensible como Fiscal General del Estado. Una vez más: pobres ingenuos.
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Por el contrario, por todo lo anterior y seguramente por mucho más, Dolores Delgado es la persona perfecta para ocupar ahora la dirección de la Fiscalía General del Estado. No puede haber nadie más cualificado que ella para ser un títere del gobierno que la nombra, una correa de transmisión inerte de las necesidades del ejecutivo, una amplia garganta carente de glotis capaz de trasegar todo lo que el nacionalismo o la extrema izquierda le impongan a Sánchez. Remedando a Sergio Sayas no todo el mundo tendría las tragaderas para deglutir todo lo que se le viene encima a la Fiscalía. Dolores Delgado es perfecta. Para hacer todo lo que se propone hacer el PSOE, ¿qué sentido tendría proponer a alguien con criterio propio e independiente? Para no hacer todo lo que nos tememos que van a hacer, ¿qué sentido tendría proponer a alguien como Dolores Delgado?
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El nombramiento de Dolores Delgado, sin embargo, para Pedro Sánchez no sólo es un acto lógico desde el punto de vista funcional sino que asimismo representa una clara declaración de poder del soberbio inquilino de la Moncloa. Pedro Sánchez vivió un momento duro sin duda hace unos meses desde el punto de vista de su ego cuando, llevado precisamente por una apreciable soberbia, presumía en una emisora de radio sobre el control del gobierno sobre la Fiscalía: “¿La Fiscalía de quién depende, del gobierno? Pues ya está«. En realidad Pedro Sánchez tenía razón, pero tuvo que retractarse públicamente de estas palabras para mantener la ficción de que los fiscales del estado actúan de manera autónoma. El problema es que el precio de mantener esa ficción resultaba excesivo para Pedro Sánchez, si el precio de mantener la ficción era quedar él mal y reconocer que se había equivocado. Es quizá por ello que el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado representa una cierta venganza y una retribución a su ego ofendido, ya que de una manera clara Pedro Sánchez no está diciendo ahora de una forma bastante descarada: ¿veis cómo yo tenía razón?
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2 respuestas
No me llames Dolores llámame Lola.
Pero si esto ya lo anunció el Rey cuando le dijo a Snchz «los dolores vendrán después». Pues ya han llegado los Dolores, con mayúscula, y me temo que no van a ser «delgados».