Seguramente no es algo que el nuevo gobierno esté haciendo adrede para conseguirlo, pero estamos poniéndole muy bajo el umbral del éxito. Todo es tan horrible desde este lado de la barrera que, sólo con dejar a su paso un cráter no excesivamente radiactivo a su paso, el ejecutivo social-podemita ya podría presumir de haber hecho las cosas mejor de lo que los agoreros pronosticaron. Las expectativas son casi todo en política. Si sacas un 9 pero la gente esperaba de tí el 10 has fracasado. Si sacas un 2 pero todo el mundo esperaba un 0, has triunfado. Gracias al juego de las expectativas se puede ser un fracasado con un 9 o un triunfador con un 2. Sin querer estamos facilitando que este horrible nuevo gobierno pueda triunfar con un 2.
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Es por ello que tal vez deberíamos observar el asunto desde el punto de vista del otro lado de la barrera. O sea, asumamos por un momento que este gobierno es maravilloso. Que por fin tenemos dirigiendo el país un gobierno que representa a la gente. Que hasta ahora todo iba mal porque mandaban una serie de esbirros de los poderosos que impedían el bienestar de la gente para favorecer a sus señores y actuaban por pura maldad. Quizá debiéramos asumir, como hace la extrema izquierda, que todos los gobernantes de España hasta ahora eran unos inútiles, unos lacayos y unos corruptos. Por consiguiente, tal vez deberíamos empezar a abrazar todas las ilusiones que la extrema izquierda nos viene vendiendo; y no sólo abrazárlas, sino exigírselas punto por punto. A partir de ahora ya no habrá más crisis, y si las hay no habrá recortes. A partir de ahora no habrá sacrificios fiscales porque se procederá a un reparto justo de la presión fiscal del que sólo se harán cargo los ricos. Dejará de haber pobres, dejará de haber trabajos malpagados, dejará de haber brecha salarial, dejará de haber mujeres maltratadas, violadas y asesinadas, dejará de haber problemas con las pensiones, las cuales subirán apreciable y perpetuamente, dejará de haber listas de espera en la Sanidad, los países del extranjero se rifarán a los trabajadores españoles por la cualificación adquirida en el sistema educativo público, sólo que no se irán al extranjero porque cobrarán más en España que en cualquier país extranjero. Todo el mundo tendrá un piso gratis que le pondrá el estado en cuanto cumpla 18 años. Los nacionalistas, percibiendo que por fin se les escucha y se les respeta, empezarán a profesar un amor desaforado hacia esta nueva España de progreso. Y además dejará de haber atentados islamistas, accidentes ferroviarios, naufragios y todas esas cosas que sólo suceden por culpa de los gobiernos de derechas.
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Todo eso, además, va a suceder a partir de mañana porque no había hasta ahora razón objetiva alguna para que las cosas no fueran así. O sea, las cosas no eran así porque los antiguos gobiernos trabajaban para los ricos y le estaban robando a la gente. Si todo era cuestión de voluntad, la salida del poder de los desalmados y la llegada al gobierno de los representantes de progreso debería ofrecer frutos tangibles mañana mismo. Los asaltantes ya han llegado al Cielo, pues que empiece a notarse. No tiene sentido que el nuevo gobierno no tenga ninguna presión y que nos conformemos con que no dejen un cráter al salir cuando el nivel de exigencia no debería ser menor a que esto empezara a ser el paraíso a partir de mañana. Prometen a los suyos el paraíso, pues exijámoselo. No les juzguemos por lo que creemos que van a hacer realmente, sino por lo que ellos prometen conseguir. En este sentido ya van mal porque la España del día después se parece sospechosamente a la del día anterior y no estamos mejorando más que todos los que en el mundo, como los estadounidenses, los británicos o los alemanes, siguen gobernados por los representantes del mal.
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