No es desde luego un diagnóstico deseado, pero el nuevo gobierno necesita mucha crispación para poder consolidarse. Hace falta odio y crispación porque hay una lógica en esa necesidad. A muchos votantes socialistas, por no decir a muchos españoles ideológicamente indeterminados, les pueden parecer mal muchas de las cosas que esta haciendo Pedro Sánchez, así como muchos de los precios que va a tener que pagar a cambio de su sillón presidencial. La única manera de no perder apoyo el PSOE es que, aunque esas cosas no les gusten a muchos de sus propios simpatizantes, aún les guste menos la idea de llegar a cualquier tipo de acuerdo con el centro-derecha. Y para eso hace falta que odien más al centro-derecha que a Bildu, que a los comunistas, que a los golpistas o que a cualquier otro apoyo con el que cuentan.
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Empeorar la imagen del centro derecha entre los simpatizantes socialistas y los españoles en general no es por tanto una opción, sino una auténtica necesidad. Los acuerdos con los separatistas golpistas implican compensar las dudas y el descontento en las propias filas con un imprescindible aumento de la crispación y de los insultos hacia los españoles que no son de izquierdas.
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El problema de los acuerdos del PSOE con los separatistas golpistas no es por todo lo expuesto sólo la crisis política o institucional que se nos viene encima (que también), es sobre todo la crisis social y de convivencia que se a generar y alimentar. Estas crisis se sabe cómo empiezan, pero no cómo ni cuándo pueden acabar.
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Recordemos también que, además de nacionalistas sediciosos, el nuevo gobierno incluye comunistas-chavistas en su seno y esto no es una amenaza menor ni particular. En cualquier país en el que ha pasado se sabe cuándo llegan los comunistas al poder, pero no cuándo ni cómo lo van a abandonar. No hay ni un socio de Sánchez del que no se pueda decir que, allá donde gobierna o se practica su recetario, no haya una merma importante de la libertad para todos los que no piensan como ellos. No sólo es que el dinero público se redistribuye sólo a los nacionalistas, sus organismos, sus plataformas, sus medios y sus empresas, sino que el no nacionalista que públicamente les discute puede tener un problema inesperado con un grupo de “txabales” o CDR. Allá donde gobierna el nacionalismo la libertad se evapora, empezando por las pequeñas localidades.
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Podría pensarse que exageramos pero es que ellos mismos no se molestan demasiado en disimular. El problema es que cuando uno cree que Cuba es el mejor y más libre sitio para vivir, no hay ninguna razón para que no haga todo lo posible por intentar convertir su país en régimen como el de Cuba. ¿Y por qué a alguien le iba a gustar un modelo totalitario y pobre como el de Cuba? Pues porque pone como el elemento más importante de su pirámide de valores que nadie pueda pensar de otra manera que él.
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Los nacionalistas al mando
No deja de ser llamativo el punto en que comienza este gobierno, podríamos decir que intervenido por el separatismo en una especie de 155 inverso, en relación al que se produjo el 27 de octubre de 2017, tras el pucherazo nacionalista, la movilización de las masas afines para alterar el orden público y la declaración unilateral de independencia. Algo más de 2 años después tenemos, como decimos, que son los separatistas-golpistas los que tienen intervenido el gobierno de España, por supuesto manteniendo además el control del dinero, los Mossos, la educación y los medios en Cataluña. Se desaprovechó una situación histórica en 2017 para haber desarticulado el régimen nacionalista y ahora pagamos las consecuencias de no haberlo hecho. Imposible también dejar de notar que si nos remontamos a las elecciones generales de 2016, antes de la intentona golpista, VOX tuvo 46.000 votos, representando un 0,2% de los sufragios. En noviembre, tras todos estos sucesos, VOX obtuvo 3,6 millones de votos, el 15% de los sufragios. Podríamos decir que, frente a la parálisis institucional, lo que se ha producido es una reacción electoral. Y ahora tenemos un nuevo desafío nacional y una nueva acción, ante la que previsiblemente continuará también la reacción.
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