La ideología de género presenta sus problemas y contraindicaciones hasta a sus propios defensores. Entre las feministas y los transexuales, por ejemplo. Para las feministas, el género es una mera construcción social. No hay comportamientos masculinos y femeninos. Esta división no es natural. La tesis progresista es que cuando los hombres y las mujeres se comportan de manera diferente no es porque tengan naturalezas diferentes, sino porque han sido educados de manera diferente. ¿Y por qué esto choca con las reivindicaciones de los transexuales? Pues porque no se puede decir que la feminidad o la masculinidad son construcciones sociales y al mismo tiempo que hay personas con una naturaleza innata femenina en un cuerpo de hombre o viceversa. Si los hombres y las mujeres somos exactamente iguales y no existen una naturaleza femenina o una naturaleza masculina, no puede haber personas en un cuerpo equivocado. Si una chica quiere jugar al fútbol, lo que tiene que hacer es comprarse un balón, no cambiarse de cuerpo. Si nada de lo que quieres o lo que sientes te hace más hombre o más mujer, ni siquiera sentirte atraido por tu mismo sexo, entonces no se puede aceptar que hay personas en un cuerpo equivocado por lo que sienten o por lo que quieren, y mucho menos por tener una esencia innata masculina o femenina. El conflinto entre transexuales y feministas está servido. Por lo demás todos vivimos de algún modo en un cuerpo equivocado, pues en vez de vivir en el cuerpo de Gary Cooper cada uno tiene que vivir en el suyo.
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Los conflictos internos del espectro discursivo progresista encuentran otro interesante campo de enfrentamiento en el asunto de los vientres de alquiler y la adopción por parte de parejas homosexuales. Para la mayoría de las feministas, los vientres de alquiler son una aberración, una cosificación y una mercantilización de las mujeres. Mediante los vientres de alquiler se convierte a las mujeres, especialmente a las mujeres pobres, poco cualificadas, en situación de necesidad y sin recursos (más o menos como las prostitutas) en incubadoras humanas. Las feministas contemplan a las mujeres que se prestan a convertirse en vientres de alquiler como una granja de gallinas ponedoras dedicadas a la procreación en serie a cambio de un poco de alpiste. El conflicto interno con el colectivo homosexual surge porque muchos de los demandantes de los vientres de alquiler son parejas de gays que necesitan pagar a una mujer para tener un hijo con su pareja masculina. O como quiera que llamemos a que dos hombres tengan un hijo que sólo sea hijo biológico de uno.
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La ideología de género no es por tanto un discurso discutible hacia afuera, sino también discutible y discutido hacia adentro. Remarcar esto en nuestros días resulta fundamental porque, por el contrario, los defensores más sectarios de la ideología de género pretenden que se trata de un discurso indiscutible, que quien lo discute puede ser hasta sancionado y que, al no ser discutible, es legítimo y adecuado imponerlo. Y por supuesto imponerlo en las escuelas e imponérselo a los niños y a las familias. Por el contrario, como nos dice la razón o como nos indican los propios conflictos internos que suscita la ideología de género, lo que fácilmente podemos observar es que no se impone porque sea indiscutible, sino que es indiscutible porque se impone, y que argumentalmente su coherencia interna no tiene un pase.
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Un comentario
Admitir que la feminidad y la masculinidad es un constructo únicamente social es tan falso como admitir todo lo contrario: que ser hombre o mujer es una cuestión genital y nada más.
Y si no, ¿es lo mismo ser hombre o mujer en la Pamplona del siglo XII que en la del siglo XXI? ¿O lo será en la Pamplona del siglo XXVI?
¿Es lo mismo ser mujer en la España actual que en la Arabia Saudí actual?
Ergo, el entorno social y cultural influye de alguna manera en la cuestión identitaria.
El problema de quienes no admiten con esa falsaria excusa de la «ideología de género» (denostada por la ciencia, dicho sea de paso) que ser hombre o mujer no está sólo determinado por tener «pilila» o «chumino», el problema, repito, es que no pueden reconocer que el mundo cambia. Pero la Iglesia (por poner un representante de ese pensamiento) se mueve, a paso de elefante artrósico, pero se mueve. Si no, ¿por qué hoy no quema a herejes y sodomitas en la hoguera? Dentro de cinco siglos, si es que la Iglesia sigue existiendo, tendrá que admitir el cambio social sobre el que se asienta.
Cuidado, esto mismo puede ser un ataque al pensamiento LGTBI que dice que la identidad sexual es algo monolítico.