Un interesante artículo de libremercado.com, citando a los expertos fiscales de TaxDown, señalaba recientemente que Hacienda no incluye en el borrador de las de las declaraciones que envía a los ciudadanos las deducciones autonómicas, y que el 64,15% de las declaraciones presentadas no modificaron el borrador. El resultado es que los españoles, cada año, dejan de reclamar más de 9.000 millones de euros que son suyos en deducciones no aplicadas.
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El estatalismo dominante se empeña en bombardear constantemente a la población en la idea de que es siempre la población la sospechosa y no el estado, al punto en que la mayor parte de los españoles no conciben siquiera que sea Hacienda la que defraude a los ciudadanos y la que tenga que ser vigilada e inspeccionada.
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El socialismo por defecto que nos programan desde pequeños en la sociedad actual pretende que no existe la mala gestión, que los impuestos sólo sirven para pagar las escuelas de los niños y las medicinas de los abuelos, y que por tanto cuestionar cualquier subida de impuestos es insolidario, impertinente y hasta inhumano.
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¿Que yo te pague más impuestos? ¡Gestiona tú mejor!
Poco importa en este sentido que, por ejemplo, alrededor de un tercio del presupuesto público se vaya sólo en gastos de personal, y que el personal público cobre alrededor de un tercio más que el personal del sector privado. De esta brecha salarial que perjudica gravemente a los contribuyentes, a diferencia de otras brechas salariales reales o imaginarias, no interesa hablar. Tampoco interesa hablar de si, para hacer la misma labor, en el sector público hacen falta 10 empleados donde en el sector privado bastaría con 7. Y a pagar con el dinero de todos un trabajo por un tercio más de lo que vale, o a contratar a 10 para hacer el trabajo de 7, ¿cómo lo llamamos? ¿Solidaridad? ¿Buena gestión? No hablemos de todo el dinero que se va en infraestructuras discutibles, empresas faraónicas, subvenciones ideológicas, préstamos concedidos con notable alegría o tendenciosidad, medios de comunicación públicos y todo tipo de etcéteras.
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Irónicamente, la izquierda más estatalista y radical critica a personajes como Amancio Ortega de tener asesores fiscales que, por su conocimiento de la ley, permiten a las personas a las que asesoran pagar sólo lo que les obliga la ley a pagar. Es decir que, volviendo al principio y a la noticia que iniciaba este escrito, el pecado de los grandes contribuyentes es que sólo ellos se pueden permitir estar seguros de que no pagan más de lo que deben, en vez de ser ése un derecho ciudadano universal y fundamental.
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