Azules o rojos y nacionalistas

Como era del todo previsible, NAVARRA SUMA ha ganado las elecciones regionales con considerable ventaja sobre el resto de adversarios políticos; de modo singular y muy significativo sobre el PSN, el segundo partido al que casi ha duplicado en votos y en escaños. Pero el proceso político-electoral no ha terminado. Ahora llega la hora de encontrar los apoyos parlamentarios suficientes para designar al Presidente del Gobierno. Ningún partido, como también era previsible, tiene por sí sólo la capacidad para investir al presidente. Requiere la colaboración de, al menos, otro. Es el caso de los dos partidos citados. Entre ambos suman el 57% de los votos emitidos y el 62% de los parlamentarios, además de compartir el modelo político constitucional para España y el foral para Navarra.

Maria Chivite, líder del PSN, debe elegir en esta delicada situación entre sumar con los azules vencedores o hacerlo con los rojos de IU y PODEMOS y los nacionalistas de GeroaBai y BILDU, perdedores.

Nada que objetar si la elección obedeciera a criterios objetivos y directamente vinculados con los intereses de los votantes. Pero temo que ha comenzado el momento de las componendas. ¿De qué otro modo podríamos calificar la pretensión del PNV vasco de condicionar la elección del Presidente del Gobierno de España a la determinación del de Navarra? ¿Dónde queda la voluntad electoral de los navarros depositada en las urnas el pasado 26 de mayo?

Los partidos y sus líderes sucumben con facilidad a la tentación de olvidar la voluntad de los ciudadanos depositada en las urnas y caen en la fascinación de responder a sus intereses particulares y personales. Por esto recurren a un obsceno e injustificado intercambio de cromos, a un toma y daca impúdico de poder y prebendas. Se adornan con infundadas autocomplacencias, se protegen con prejuicios y sobreentendidos y hacen declaraciones sorprendentes.

En el caso que nos ocupa, el PSN y GeroaBai afirman querer un gobierno de progreso y plural y pretenden evitar la llegada al poder de los conservadores y la ultraderecha. Sin argumentos, hacen suyo el progreso y la pluralidad y lo niegan a los demás; olvidan que entre los socios que necesitan se encuentra la ultraizquierda y las formas políticas más retrógradas que podemos imaginar, las que todavía no condenan los actos terroristas de ETA. No resuelven la cuadratura del círculo: la defensa de la personalidad política de Navarra y el objetivo político de convertirla en un herrialde del País Vasco. Además, alimentan un grave riesgo de inestabilidad y de deslealtad hacia el proyecto constitucional español.

Tampoco tendría nada que objetar si resultado de la elección obedeciera a serias negociaciones sobre los programas políticos para comprometer un programa de acción. Siempre he sido contrario a los cordones sanitarios políticos excluyentes. El NO es NO a nada conduce. Considero que son reminiscencias inconscientes de actitudes autoritarias y antidemocráticas.

Es oportuno recordar el dicho de un político español: “programa, programa y programa”. A los electores, en este proceso de negociación, nos asiste el derecho a conocer con claridad las políticas económicas (fiscales, de apoyo a las empresas, empleo y desarrollo de infraestructuras), sociales (sanitarias, educativas y de bienestar), culturales (fomento, difusión, conservación) pero en especial las relativas a la personalidad jurídico-política de Navarra y su relación con el Estado. Solo ellas son las que señalarán las líneas rojas que en modo alguno se debe traspasar. Los electores navarros han castigado sin paliativos las políticas del cuatripartito (han perdido el 27% de sus parlamentarios) y éste no debe volver por la puerta de atrás.

Shopenhauer afirmó: “Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”. En estos momentos de pactos harían bien nuestros políticos en reflexionar sobre este aforismo para alcanzar el bien común y satisfacer la voluntad ciudadana expresada el 26 de mayo.

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