Las lenguas no tienen derechos. Los tienen los que hablan una o varias de esas seis mil lenguas que se hablan en el mundo, casi todas destinadas a perecer, más temprano que tarde. No todas son iguales, como afirma el Acuerdo Programático del Cuatripartito nacionalista vasco, ni en su estructura, ni en su dignidad lingüística, ni en su utilidad sobre todo, que es lo que le da a una lengua su verdadera dignidad, como instrumento de comunicación que es al servicio de los hombres.
Ninguna autoridad política tiene derecho a imponer una lengua no oficial a nadie, incluso para impedir su extinción. Ni a coaccionar, de uno u otro modo, a quien nunca la ha hablado ni la quiere hablar, como es el caso del Cuatripartito exigiendo el conocimiento de euskera en numerosos sectores de la administración navarra allí donde el euskera no se habla o se habla muy minoritariamente.
El intento teórico inicial de apostar “por un sistema educativo adaptado a nuestra realidad y necesidades” no ha podido ser más falso y engañoso. Han hecho todo lo posible por adaptar la realidad a sus intereses políticos y al máximo objetivo de la “construcción nacional vasca”. Todavía siguen pensando o queriendo pensar que el castellano no es la lengua del 95 por ciento de los navarros y que no se puede ser un buen navarro sin ser un buen euskaldún.
Allí donde han tenido o tienen la mayoría del ayuntamiento han hecho bueno y semi obligatorio el lema totalitario “Vivir en euskera”, confundiendo toda la vida con la lengua. ¿Se imagina alguien ver un letrero en cualquier lugar de Navarra diciendo: “Aquí se vive en inglés”, o en árabe o en castellano?
Pero, como dice uno de mis profesores: “hablar diferente es ser diferente”. Y ellos quieren ser vascos diferentes de los navarros, vascos diferentes de los españoles, vascos diferentes de los europeos.