Elecciones y «palabras talismán»

Hace algunos años, uno de mis colaboradores, filósofo y discípulo de López Quintás, mi ilustró sobre el valor de las “palabras talismán”. Son vocablos que, a modo de comodines, se pueden utilizar cuando no se tiene nada que decir de fundamento pero se quiere aparecer con un discurso rico y profundo en ideas. También, con intenciones más aviesas, se usan para manipular al oyente, aprovechando que en la mayoría de las ocasiones no dispone de demasiado tiempo para hacer un análisis riguroso del contenido de los discursos con los que el manipulador endiña nuestros cerebros.

En efecto, estas voces, por sí mismos están vacías de contenido. Éste queda a la espera del que quiera aportarles la imaginación del que las oye o interpreta. Son términos que sugieren más que lo que significan, lo que es debido porque a lo largo de la historia se han ido cargando de prestigio. Así, en el momento de su pronunciación, casi nadie se toma un respiro para analizarlos o matizarlos y descubrir su significado.

No nos será nada difícil citar algunas “palabras talismán”, a modo de ejemplo. Las palabras libertad, progreso, cambio, diálogo, tolerancia, radical, ultra, moderado, autonomía, centralismo, recortes, sostenibilidad son algunas de las que se me ocurren a bote pronto. Seguro que el lector alargará la relación. Se mezclan hábilmente algunas de ellas con un sujeto, un verbo y un predicado y ya tenemos una idea aparentemente hermosa digna de ser atendida. “Vota libertad para conformar un gobierno de cambio y progreso que recupere el diálogo, la tolerancia y revierta los recortes sociales”. Podría ser la idea final de cualquiera de los discursos de la campaña electoral de más de uno de nuestros políticos de aluvión.

Cada “palabra talismán” de la frase sugiere otra alternativa con contenidos negativos que, a modo de dilema, obliga a elegir con rapidez para determinar el sentido de lo dicho. Así, libertad/precepto; autonomía/ centralismo; tolerancia/rigidez; cambio/inmovilismo; recortes/abundancia.

¿De qué libertad está hablando el orador? Libertad solo para reclamar insolidariamente los derechos de los que me siento acreedor y la sociedad obligada a prestármelos, o libertad para cumplir cívicamente los deberes para con mis conciudadanos?

¿A qué progreso se refiere el mitinero? Al que me conduce a la ruina, el desempleo, la pobreza, el incremento de impuestos o al que me traerá el crecimiento económico, el trabajo estable y abundante, la mayor disponibilidad de mis propios recursos?

¿Cómo se entiende el diálogo para resolver problemas? Con un único sentido orientado exclusivamente hacia la consecución de los objetivos irreductibles que una de las partes pretende alcanzar, o con doble sentido en el que, de acuerdo con las razones que a los dialogantes asisten y los argumentos que esgrimen, se puede ganar o perder posiciones.

El lenguaje es el arma del manipulador. Hasta se juega con los acrónimos. Hay quien llama al Tren de Alta Velocidad (TAV), Tren de Alta Voracidad (TAV) ¿Para qué explicar más? El oyente sacará las consecuencias. Con el lenguaje, el manipulador persigue adueñarse de la voluntad de las personas. Sabe con perfección lo afirmado por Heidegger: “las palabras son a menudo en la historia más poderosas que las cosas y los hechos”. No olvida la máxima de Stalin “De todos los monopolios de que disfruta el Estado ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario”.

Ya ha sonado el clarín de las elecciones nacionales, regionales y europeas. Los altavoces ya han empezado a atronar nuestros oídos con mensajes manipuladores apoyados en las “palabras talismán”. Para ser precisamente libres, resistamos siendo críticos pensando con rigor, no teniendo miedo al lenguaje, analizando con nuestro propio criterio los mensajes difundidos, resistiendo ser masa. Apliquemos el remedio aconsejado por el autor citado al principio: “Estar alerta, pensar con rigor y vivir creativamente”.

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