He leído en muchos libros que en los años de plomo del terrorismo etarra, los que no querían rechazar a ETA ni enemistarse con sus militantes, pero tampoco querían justificar abiertamente el crimen, solían decir: “¡Algo habrá hecho…!”. Y así pensaban curarse en salud y quedarse en paz, digo y, con su conciencia y sobre todo con la gente que los rodeaba. Todos, cobardes, cuando no cómplices de aquella barbarie.
Han pasado muchos años y todos sabemos que nos gobiernan algunos que no sólo estaban de acuerdo con ETA, sino también algunos que dijeron seguramente eso de que “¡Algo habrán hecho!”. Eso mismo he pensado yo, que no viví de cerca, por mi edad, aquella tragedia, cuando he visto el silencio -¡porque es un silencio tan escandaloso que se ve!- de las Ollo y los Baraibar, y de todo el Gobierno y el Parlamento, que no han dicho esta boca es mía y la pongo al servicio de las víctimas, cuando se han enterado de que algunos de sus admiradores, o simpatizantes al menos, arrancaron cobardemente, en la madrugada del sábado al domingo, un ramo de rosas de la puerta de la casa natal de Jesús Ulayar, en el 40 aniversario de su asesinato.
“¡Algo habría hecho aquel buen hombre, cuando ETA, la guía y vanguardia del Movimiento Vasco de Liberación Nacional, del nacionalismo separatista vasco de entonces y de ahora, acabó con él!”. Cuando los auténticos gudaris que dominan la vida de Etxarri Aranatz hacen lo que tienen que hacer. Algo habría hecho para que, a los cuarenta años, intenten en su maldad sin enmienda, seguir asesinándole hasta en los símbolos más entrañables de su familia, sus amigos y sus vecinos.