La Fundación Heritage acaba de publicar la edición 2019 de su reputado Indice de Libertad Económica en el Mundo, respecto al que existe un amplio consenso para considerarlo como una brújula respecto al desempeño de cada país de cara a su prosperidad económica.
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¿Y eso por qué?
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Existen dos maneras de enfocar el asunto. Si uno mira la parte alta del índice, se encuentra con que los países con mejor puntuación son casualmente los países más ricos y con una historia más exitosa de crecimiento económico en los últimos tiempos. Si, por el contrario, uno mira la parte abajo de la tabla, se encuentra a su vez con alguno de los países más pobres, fracasados y problemáticos del planeta. Tan significativo resulta lo uno como lo otro.
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Efectivamente, no han visto a España en la parte alta de la tabla. Eso es porque estamos lejos de los 35 primeros puestos. Para encontrar a España hay que descender hasta el puesto 57 de la tabla, en el pelotón de los países sólo “moderadamente libres”. Cabe indicar que el índice se elabora considerando un amplio conjunto de parámetros que van de la independencia y eficacia judicial a la fiscalidad, pasando por la facilidad para montar un negocio, contratar o despedir trabajadores, el saneamiento de las cuentas públicas, la protección de la propiedad o los niveles de corrupción.
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Más que la posición puntual de España en este momento, que también, debería quizá preocuparnos más aún nuestra trayectoria en los últimos años. No estamos en la parte alta de la tabla y en los últimos años, además, estamos bastante estancados cuando no descendemos.
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Alguien podría pensar que países como Finlandia o Suecia no pueden ocupar puestos destacados por la parte alta de la tabla en este índice que pondera tan particularmente los principios característicos de la libertad de mercado. Pero está equivocado. Los países nórdicos han entendido hace tiempo que para financiar un estado del bienestar potente hay que desarrollar un sector privado con una potencia en consonancia, para que pueda financiar sosteniblemente ese estado del bienestar. De esto modo, nos encontramos con que países como Finlandia o Suecia se encuentran en el índice bastante por encima de nosotros. Lo cual debería ser un motivo de reflexión en general y en particular para aquellos que apuntan al sector público de estos países como modelo, pero sin querer asumir que ese modelo público no se puede asumir sin asumir al mismo tiempo el potente modelo de sector privado que le sirve de sustento. O lo que acaba uno teniendo como referencia es Venezuela, en el penúltimo puesto de la tabla, con las consecuencias que estamos viendo.
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