El «fratricidio» podemita, mera corrupción moral

Tras mes y medio de plena histeria de hordas marxistas ante la irrupción de VOX en el parlamento autonómico de Andalucía, puesta de manifiesto en el mainstream televisivo, la segunda quincena del presente mes de enero se caracteriza por una actualidad política marcada por la interna situación convulsa de la formación política de Pablo Iglesias, esa misma que a principios de diciembre llamó al asedio violento contra la derecha.

El secretario de Cambio Estratégico de PODEMOS, Íñigo Errejón, ha dado un portazo a la formación morada, tras pactar con la regidora de Carmenagrado la expansión de su marca blanca electoral (la llamada Más Madrid) a los comicios autonómicos del próximo mes de mayo, a los que se postula como presidenciable autonómico.

Una semana después, también ha seguido el camino (renunciando igualmente al acta de parlamentario) Ramón Espinar, más bien conocido por hacer negocios con una vivienda de protección oficial (VPO) obteniendo un beneficio de unos treinta mil euros y por ser hijo de uno de los usuarios de las llamadas «tarjetas black» de Caja Madrid, una de tantas cajas de ahorros que evidencian lo problemático de la gestión política.

Todo tiene un porqué, sin ninguna duda. No hay nada injustificado, aunque las especulaciones a poder realizar sean diferentes, en cierto modo. Podemos pecar de ingenuos -creyendo que hay integrantes con una mentalidad menos bolchevique que la del residente de Villa Tinaja o tener la suficiente agudeza visual para detectar ciertos patrones característicos de la partitocracia.

Para comenzar, sabemos que los partidos políticos, estructuras que allanan caminos para alcanzar el poder, tienen un funcionamiento orgánico-jerárquico, y llevan intrínseca la posibilidad de corromperse moralmente. Da igual qué tipo de principios pueda defender el partido, aunque no sea erróneo ni innecesario tener en cuenta la ensoñación totalitaria de Pablo Iglesias.

El caso es que tanto Íñigo Errejón como la pareja de Irene Montero pugnaban sin tapujos por la toma de poder del grupo político en cuestión. El llamativo abrazo de Vistalegre II no fue sino mera escenificación externa, «de cara al público». Nadie tira la toalla tan a la ligera en lo concerniente al alcance de algo tan tentador como la toma de riendas de una entidad política.

Ahora bien, sin negar la cuestión de la lucha de poder en cierta medida, hay quienes creen que el perfil político de Errejón es más «moderado», políticamente hablando, así como, en cierta medida, menos subversivo y protobolchevique que el de Iglesias, quien creía que la política se debía de hacer más bien en las calle en vez de ejecutar acciones en el seno de las instituciones.

Pero eso es totalmente falso. En el año 2010, la izquierda radical irrumpió, a modo de escrache, en una conferencia a impartir, en la Universidad Complutense de Madrid, por Rosa Díez, quien fundara Unión Progreso y Democracia (UPyD). Integrantes clave de la formación morada figuraban entre estos, Errejón e Iglesias inclusive (prueben a buscar fotografías en Internet, tirando a su vez de hemeroteca).

Con ello queda claro que, en ningún momento, ese chico que ha salido rebotado de PODEMOS es un respetuoso de la libertad de expresión (dudar de cierta consideración o ignorarlo es absurdo). Su sueño es que se reprima a la disidencia política, como en la Venezuela de Chávez y Maduro, ese modelo cuya admiración nos consta, por mucho que haya procedido a borrar tuits.

Un año después del fallecimiento del dictador Hugo Chávez, en un acto de homenaje, Íñigo decía deberle a este «la recuperación de la política como arte plebeyo y cotidiano», aparte de decir desear que el «cálido viento» de países hispanoamericanos como Venezuela debía de llegar a España. Pero no todo se quedó en ese evento de exaltación de un tirano criminal.

Recientemente, relativamente hablando, este mismo chico ponía a Venezuela como ejemplo de país en cuanto a avances. Mejor dicho, resaltaba, en tono positivo, que los ciudadanos de dicho país hacían tres comidas al día y que se respetaban los derechos y libertades de la oposición. Pero sabido es que todo eso es falso, pues la situación económica empeora drásticamente, y la represión y coacción no dejan de intensificarse.

Aún así, alguien, en base a la ingenuidad, podrá decir que sus razones morales tendrá para borrar contenidos virtuales antiguos. Pero recuerden a Chávez y a Iglesias hablando, respectivamente, en pro de la «tercera vía blairista» o de la «socialdemocracia nórdica». Todo trampas para intentar captar al votante menos radical, para evitar obstáculos en ese ascenso al poder a través de la llamada «democracia».

Por otro lado, resulta que hay quienes celebran la situación interna de PODEMOS al considerarla como una especie de debilitamiento del comunismo partidista en España, pero no haría yo análisis tan ligeros y escuetos. Ciertamente, la disgregación de porcentajes de voto, máxime cuando no hay prácticamente diferencias, puede repercutir negativamente, ya que se corre el «riesgo» de obtener menos escaños en los parlamentos.

Pero pienso yo que bastante es que cuentan con un considerable respaldo electoral y no es irrelevantísima la proporción sociooogics que aboga por la máxima expresión desarrollada del colectivismo, de los ejercicios de férrea planificación centralizada. El respaldo debería de ser prácticamente nulo (menos de un uno por ciento de votos). Una ideología criminal, inhumana y liberticida merece el más absoluto repudio.

En cualquier caso, que conste que la crisis del partido de Pablo Iglesias, de ese mismo que canalizó la «indignación» de la ultraizquierda del 15-M, responde a las luchas de poder (una corrupción moral que no es una rara avis partitocrática), pero nuestra misión debe de ser el ejercicio de una misión de resistencia y dialéctica anti-comunista, para que enemigos de la libertad como estos no obtengan respaldo.

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