Después de todo, el desalojo del Palacio de Rozalejos también ha servido para poder ver a la Policía Foral, tras la intervención inicial de la Policía Nacional, cargando contra los okupas y sus simpatizantes que han estado provocando disturbios en el Casco Viejo de Pamplona. Podría pensarse que Geroa Bai ha activado a máxima potencia su perfil institucional para desmarcarse de Bildu o Podemos. Tanto que no ya sólo es que la Policía Foral cargue contra el electorado más radical del cuatripartito, sino que hasta han reaparecido las escopetas preparadas para lanzar pelotas de goma, lo que tira por tierra toda la demagogia desarrollada contra esta eficaz herramienta antidisturbios.
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Si retrocedemos al verano de 2016, desde la propia web del Gobierno de Navarra se nos informaba a los navarros de que la consejera Beaumont había abogado dese Bruselas por la prohibición del uso de las pelotas de goma debido a su peligrosidad, así como por investigar las actuaciones policiales que causen lesiones. Paralelamente, se nos anunciaba que en lugar de pelotas de goma la Policía Foral se iba a dotar de unos lanzadores con menos potencia y proyectiles más blando, o hablando llanamente unos “lanzaesponjitas”.
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La izquierda abertzale venía desarrollando desde abril de 2012 una intensa campaña contra las pelotas de goma, cuando el joven Iñigo Cabacas falleció a consecuencia del impacto de uno de estos proyectiles, probablemente por un uso indebido, pero desde luego en medio de una algarada provocada por simpatizantes de la izquierda abertzale. Al final siempre es más fácil echar la culpa a las pelotas que a los que provocan el uso de las pelotas, pero el PNV compró la mercancía y desechó (o así lo vendió) el uso de las pelotas de goma. Otrotanto hicieron los Mossos en un movimiento en el que, aparentemente, de lo que se trataba es de dar un paso a un lado para que las Fuerzas de Seguridad del Estado ofrecieran una imagen de cuerpos represivos practicantes de una violencia exagerada e innecesaria. La nueva política de las fuerzas de progreso, por el contrario, apostaba por la amabilización, el diálogo y el lanzamiento de esponjitas de precisión.
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Resulta muy llamativo por consiguiente en primer lugar ver a la Policía Foral cargando contra radicales de la izquierda abertzale, habiendo sido elegida la consejera Beaumont a propuesta de la izquierda abertzale, y que además reaparezcan entre las herramientas de la Policía Foral los lanzadores de pelotas de goma. O sea, que la retirada de este material no era total ni definitiva. O sea, que en ocasiones es necesario. O sea que, aún asumiendo que no hubiera pelotas en las bocachas, cosa que no se puede confirmar sin anular el efecto buscado, hasta el ruido y su presencia intimidatoria son más eficaces que las esponjitas. O sea, que todo el discurso contra el uso de este material era pura demagogia.
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Ante esta caída generalizada de las caretas es preciso reconocer que los “lanzaesponjitas” tampoco son tan indoloros e inocuos, pudiendo dejar tuerta a una persona e incluso producirle la muerte, según el punto de impacto. Lo mismo que sucede, por otro lado, con las pelotas de goma. Si al final hay que rendirse a la evidencia de que hace falta la policía, y que a veces se va a tener que pedir a 30 policías que controlen a 300 personas, lo mínimo es dotar a la policía de las herramientas necesarias sin absurdas demagogias. Más aún si más tarde se va a tener que recurrir a esas mismas herramientas que uno había satanizado. Es decir, el abandono de las pelotas de goma también se nos vendió como una expresión más del cambio y de la nueva política. Ahora vemos que el cambio ha sido un tocomocho hasta en esto.
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