Este fin de semana han muerto tres personas y otras varias más han resultado heridas en un incendio en un edificio de Badalona. La noticia por sí misma resultaría bastante estremecedora, aunque un poco lejana, si no fuera por algún que otro elemento añadido al relato.
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Por ejemplo, resulta que el fatal incendio, según apuntan las investigaciones de la policía científica de los Mossos d’Esquadra, se habría producido como consecuencia de una sobrecarga eléctrica. Pero no tal sobrecarga no sería del todo accidental, ya que resulta que en la primera planta, donde se inició el incendio, la luz estaba “pinchada”, desde un piso habitado por okupas.
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Que un incendio en un inmueble okupado, tal y como revela una sencilla búsqueda en Google, no es un hecho del todo infrecuente, indica que el cumplimiento de unas normas mínimas de seguridad no es un acto caprichoso, sino que cuando uno se conecta de cualquier manera al tendido eléctrico, aparte de robar, automáticamente genera un riesgo relevante para el conjunto del vecindario.
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Lamentablemente este tipo de situaciones no son cosas que sucedan en lugares más allá de la muga, como Badalona, sino que en Navarra tenemos una presencia significativa de okupas, en el Palacio de Rozalejo sin ir más lejos, respecto a los que casualmente UPN, poco antes de Navidad, solicitaba -por tercera vez- una inspección para verificar si los okupas están o no conectados ilegalmente a la red eléctrica, como en el piso de Badalona. Por un lado, es un hecho notorio que en Rozalejo viven una serie de personas y además se desarrolla, al margen de cualquier reglamentación, una actividad hostelera, siendo lo último que se sabe a ciencia cierta de la situación, como consecuencia del desalojo relámpago de agosto, es que la electricidad se tomaba de forma ilegal.
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Al margen de todo lo anterior, lo único que también sabemos tres requerimientos después para que lo haga, es que el cuatripartito no quiere inspeccionar el interior del Palacio y que, desde luego, no va a provocar un conflicto con sus propios simpatizantes justo antes de las elecciones. O sea, que sólo queda rezar para que no haya un incendio. Si no lo hay será que tenemos buena suerte. Pero si pasa algo no será mala suerte.
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Claro que en este sentido puede que al cuatripartito lo peor que le pudiera ocurrir antes de las elecciones no fuera un desalojo violento de sus simpatizantes y votantes, sino por ejemplo un incendio en el que, tras múltiples advertencias, se produjera una desgracia por no haber querido inspeccionar, ni aplicar la ley, ni actuar contra un colectivo afín por motivos electorales. Y a los que asumen el riesgo de que se produzca este escenario por no afrontar el otro, ¿cómo tenemos que llamarlos? ¿Buenas personas y mejores políticos?
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