La violencia de género en 2018 y el conflicto con VOX

El año 2018 ha concluido con la cifra de 47 mujeres asesinadas por crimen pasional o, como quieren que se le llame ahora, violencia de género. Lo interesante y polémico de esta cifra se encuentra sin embargo, como suele suceder siempre, al analizar el detalle.

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En los crímenes contra la pareja, se suele dar con cierta frecuencia una circunstancia extraña en otro tipo de crímenes, que es el suicidio del propio homicida tras haber cometido su crimen. No para cometer el crimen, como el islamista que estrella en un rascacielos el avión que pilota, sino tras cometer el crimen. Tampoco seguramente para evitar el castigo, sino por el contrario para castigarse a sí mismo. ¿Por qué un etarra no se suicida tras matar a un concejal del PP pero un exmarido se suicida tras matar a su exmujer? Es evidente que la mente del exmarido funciona de otra manera que la del terrorista peor también de manera distinta de como nos dice la ideología de género que funciona.

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El hecho es que en 2018 el 14,8% de los hombres que asesinaron a su pareja se suicidaron, evidenciando que piensan que merecen ese castigo o que su vida no tiene sentido tras matar a su pareja, lo cual no tiene demasiado sentido si realmente mataran empujados por un sentimiento de superioridad o de desprecio. Más bien podría pensarse todo lo contrario y que el homicida es más bien incapaz de reorganizar su vida al margen de su pareja. Otro 12,8% intentaron suicidarse sin conseguirlo. El dato es todavía más llamativo si se consideran las cifras del 2017, en el que el 49% de los hombres que mataron a sus parejas se suicidaron o intentaron hacerlo. Los hombres que asesinan a su pareja, en general, no se fuman después un puro para celebrarlo, como un etarra. Obviamente esto no los justifica en absoluto ni se trata de intentar entenderlos para excusarlos, sino para encontrar las verdaderas causas del fenómeno y mejor combatirlo. Es decir, a alguien que está dispuesto a matar y hasta a suicidarse no se le detiene con una pulsera electrónica en el tobillo. Y seguramente también su mente, o su mapa moral, encierra un desarreglo que no se soluciona con un cursillo sobre la igualdad de género.

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Otro dato estadístico políticamente incorrecto es el del porcentaje de mujeres asesinadas por hombres de nacionalidad extranjera. Los datos oficiales muestran que en 2018 el 38,3% de los asesinos no eran españoles. El porcentaje resulta relevante porque el porcentaje de población extranjera en España ronda el 10%. Es decir, el porcentaje de asesinos extranjeros de mujeres debería ser del 10% o algo extraño sucede cuando ese porcentaje se dispara hasta el 38,3%. Hay una evidente relación entre los asesinatos de mujeres y la nacionalidad de los asesinos. Excluyendo el elemento inmigrante, en vez de 47 mujeres asesinadas en 2018 habría habido sólo 30. Y otro dato más: el porcentaje de asesinatos de mujeres cuyo autor no tiene nacionalidad española es cada vez mayor.

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En todo este debate se infiltró ayer además la postura de VOX, exigiendo una reforma de la Ley Contra la Violencia de Género para que matar a una mujer no tenga una pena mayor que matar a un hombre. En este sentido cabría pensar que VOX tiene bastante razón. Si alguien mata a un hombre o a una mujer la pena tiene que ser la misma. ¿Qué pensaríamos si por matar a un blanco la pena fuera 30 años de cárcel y por matar a un judío sólo 20? Lo lógico es lo que propone VOX, lo raro es lo que defienden los otros. Ya puestos, revisemos si no habría que subir las penas por matar a cualquier persona, sea hombre o mujer, y si a los asesinos en serie los queremos en la cárcel a perpetuidad o sueltos por las calles.

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Contra lo que pueda parecer a veces según lo que vemos, oímos y leemos, España es uno de los países del mundo con menor tasa de violencia de género. Mucho menos que otros países donde las feministas radicales llevan más tiempo y con más éxito luchando contra la familia, la biología y el amor romántico, será porque somos un país de tradición católica, porque no hacíamos caso a los profesores cuando nos explicaban el heteropatriarcado, o por la tortilla de patata, y aunque sin duda cualquier número sería demasiado, aquí mueren menos mujeres que casi en todo el resto de países de nuestro entorno. No hace falta tener una visión diestorsionada y exagerada para tener el mismo rechazo al fenómeno. Es decir, de un país en el que hay unos 23 millones de hombres, todos con una cultura y una educación más o menos uniforme, sólo 47 mataron a su pareja, y sólo 29 eran españoles. Y si de 800.000 hombres sólo hay uno que mata a una mujer, ¿es la educación, la cultura y el sistema en general lo que ha fallado o el responsable particular es él? 

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