Laura Pérez y sus partidarios se dieron ayer el gustazo y expulsaron al resto de diputados de Podemos de su propio grupo parlamentario. La pregunta ayer era si esto ha sucedido porque Laura Pérez no se va a presentar a las elecciones forales con su propio partido y quiere darse un gustazo final (para lo que me queda en el convento…) o si, por el contrario, lo hace porque precisamente quiere presentarse. Para defender ambas hipótesis existe algunos buenos argumentos.
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Para entender la situación hay que tener en cuenta el doble efecto inmediato que tiene la jugada del grupo de Laura Pérez y los suyos. La expulsión de los miembros de Podemos de su propio grupo por mayoría de tránsfugas implica un par de consecuencias sumamente interesantes.
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En primer lugar, Ainhoa Aznárez, la archienemiga de Laura Pérez, tendrá que abandonar la presidencia del Parlamento, ya que su reglamento determina en el artículo 39.3 que “El Presidente de la Cámara y los restantes miembros de la Mesa cesarán en su condición de tales por alguna de las causas siguientes: a) Pérdida de la condición de Parlamentario Foral. b) Renuncia al cargo. c) Cese o remoción del cargo acordado por el Pleno de la Cámara por mayoría de tres quintos de los miembros que integran la misma. d) Al dejar de pertenecer a su Grupo Parlamentario“. Esto no es que pueda pasar, sino que ya ha sucedido, por lo que Ainhoa Aznárez tendrá que abandonar su flamante cargo de presidenta.
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En segundo lugar, otro de los motivos con el que se especulaba ayer era que el movimiento de Laura Pérez también perseguría quedarse con la hucha de Podemos, ya que para disponer de esa hucha que recibe cada grupo hace falta la unanimidad del grupo parlamentario, y echando a todos los demás Laura Pérez ya la tiene.
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Una vergüenza histórica que el cuatripartito deja para la historia del parlamento foral en particular y del transfuguismo en general
Eso sí, la situación es surrealista. Los tránsfugas desalojando a los diputados que permanecen fieles a la lista por la que fueron elegidos. El mundo al revés. Como esto lo hace una fuerza del cambio y el cambio es sagrado y hacen falta los votos de los tránsfugas para mantener el cambio, no se le está dando toda la trascendencia mediática que merece a todo este escándalo. Un escándalo de proporciones históricas en los anales forales del parlamentarismo. Lo de Tamayo es una auténtica broma en comparación con el espectáculo de Podemos y la legitimidad de este gobierno y este Parlamento con 4 diputados tránsfugas que no se sabe ya exactamente a quién representan, ya que en mayo de 2015 nadie votó por una formación llamada Orain Bai o por una candidata llamada Laura Pérez, sino por la lista cerada de un determinado partido que era Podemos. En otro momento de la legislatura procedería por dignidad democrática una convocatoria anticipada de elecciones, inviable ya por la cercanía natural de las elecciones en mayo, pero en pocas ocasiones ha dado un parlamento autonómico (no digamos todo un Parlamento de Navarra) un espectáculo semejante ni se ha visto sumido en una crisis semejante de legitimidad democrática.
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Recordemos por otro lado que todo este proceso viene del momento en que Laura Pérez pierde unas primarias y, en vez de aceptar democráticamente el resultado, como elegantemente hizo en UPN Alberto Catalán, puso en cambio en marcha todo un proceso antidemocrático de rebelión. Por lo demás claro que en Podemos hubo y hay purgas, empezando por las de Laura Pérez cuando era ella la líder del partido. Así que a lo que asistimos es al conjunto de actuaciones de un partido cuyos componentes no aceptan el resultado de unas elecciones cuando no les favorece, se dedican a las purgas y dan un golpe de estado. En el fondo nada nuevo ni sorprendente en una formación llena de neocomunistas y compadres de la izquierda abertzale. Lo raro hubiera sido otra cosa.
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Ahora queda por ver si Laura Pérez presenta su propio proyecto o, por el contrario, se demuestra que ella misma no se cree que represente a la mayoría de los votantes de Podemos, acobardándose ante la perspectiva de no conseguir más que los votos de sus padres y dejando a los supuestos votantes que la avalan resignados a la abstención o a votar al Podemos de Ainhoa Aznárez, el mismo partido ella misma dice que es lo peor. Si Laura Pérez no presenta su candidatura, habrá que concluir que la decisión de ayer fue un mero desahogo antes de abandonar el terreno a los aznarezcistas. Los resultados del Navarrómetro podrían de todos modos animar a Laura Pérez, puesto que la encuesta ya prevé un descalabro de Podemos sin necesidad de que divida el voto Orain Bai. El grupo de Laura Pérez siempre podría alegar que lo que les movió a presentarse fue precisamente evitar ese descalabro.
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Rumore, rumore
También puede que la decisión no esté todavía tomada y aquí es donde cabría traer a colación algo que se rumoreó en junio, cuando se especuló sobre la existencia de conversaciones entre Aranzadi y el grupo de Laura Pérez para presentar un partido conjunto a las forales, a lo que se unía la información de que antes de tomar una decisión se quería realizar una encuesta propia pero que era un problema porque el dinero para hacerlo, por parte de los afines a Laura Pérez, tendría que salir de la hucha del grupo parlamentario. Una hucha que se nutre de los 400.000 euros anuales que los Presupuestos del Parlamento de Navarra asignan al grupo parlamentario de Podemos por su representación y para desarrollar su labor. Bueno, pues el movimiento de ayer ha abierto la puerta a Laura Pérez al control de la hucha. Y por otro lado, hace algunas fechas Aranzadi expresó su intención de presentarse a las elecciones al margen de Podemos, al menos a escala municipal y sin cerrar ninguna puerta. Causalidad o casualidad, ya veremos.
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Un comentario
Penoso, lamentable, ridículo… En fin, un desastre. Lo peor es que los votos de las cenizas de Pudimos no irán al PSOE, sino al nacionalismo. Y eso sí es una mala noticia, porque la izquierda socialdemócrata desaparece para engordar el culo de los nacionalismos y de los populismos varios. Mala cosa. Espero que en mayo todo vuelva a la normalidad.
La normalidad es que haya un gobierno de un partido constitucionalista, sea de izquierdas o de derechas. Y que la jefatura de la oposición esté en un partido constitucionalista, igualmente. Pero no sé si así ocurrirá.