Quizá no la ha matado el heteropatriarcado, sino otro asesino que el progresismo puso en la calle

Ayer se confirmó lo que todo el mundo temía y fue encontrado el cadáver de Laura Luelmo, la chica que acababa de llegar hace una semana a un pueblo de Huelva para trabajar como profesora interina. En el momento de redactar esta información aún no se ha practicado ninguna detención, pero hace días que el foco mediático se dirige hacia un vecino de 50 años y etnia gitana condenado a 15 años de cárcel por asesinar a puñaladas a una mujer en el año 2000, y por atacar con cuchillo e intentar violar a otra en el año 2008, mientras gozaba de un permiso carcelario. Según se ha publicado el vecino en cuestión desapareció desde el momento en que se echó de menos a la chica, aunque la Guardia Civil habría conseguido contactar con él, y la víctima incluso le habría dicho a su novio el mismo día en que fue asesinada que se sentía vigilada por este vecino.

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Con todo lo que aún ignoramos, a la luz de todo lo que ya sabemos el caso suscita multitud de reflexiones respecto a este tipo de sucesos y la violencia contra las mujeres.

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Para empezar parece que tenía razón “el chicle”, el asesino de Diana Quer, al decir que en 8 años estaría en la calle, puesto que eso es lo que habría tardado el ahora sospechoso principal en salir a la calle de permiso tras matar a una mujer.

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Que el sospechoso intentara apuñalar y violar a otra mujer precisamente durante un permiso, hace preguntarse a cualquier persona sensata la lógica de este tipo de permisos.

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Que no obstante concedido el permiso al sujeto, atacara a otra mujer y en 2018 ya esté otra vez en la calle, invita a pensar que hay que replantearse por completo la legalidad penitenciaria y penal.

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Si Laura Luelmo, como otras, ha sido asesinada por un sujeto que ya ha asesinado a otra, ha estado en la cárcel y ha intentado asesinar y violar a otra segunda mujer, aquí de ningún modo podemos decir que a Larua Luelmo la ha asesinado el heteropatriarcado, sino otro asesino puesto en la calle por el progresismo político y el progresismo judicial.

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Paradójicamente, las mismas fuerzas y los mismos colectivos que pretenden tener el monopolio de la defensa de la mujer, y la exclusiva del catálogo de soluciones, son las y los mismos que después se oponen a la prisión permanente revisable y defienden el actual sistema que permite a sujetos como el vecino de Laura tener una, dos y quizá tres oportunidades para matar a otra mujer.

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En las últimas horas se ha recuperado un retuit de la propia asesinada, en el cual se reclamaba que no fueran las mujeres las que tuvieran que tener cuidado por dónde iban, sino “enseñar a los monstruos a no serlo”.

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Efectivamente, no deja de ser triste que en el mundo real los niños, las mujeres y en general cualquiera tenga que tener cuidado y no poder ir a cualquier parte con total seguridad, pero es un gran error pensar que el problema, o la solución, es “enseñar a los monstruos a no serlo”.

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No hay una cosa que tras enseñársela a todo el mundo de como resultado que ya nadie pueda ser un asesino, un ladrón, un mentiroso, un defraudador o una pareja infiel. O al menos nadie en la historia de la humanidad ha encontrado esa cosa. Saber lo que está mal no es lo mismo que no poder hacer el mal. Por otro lado sería hacerle un gran favor al asesino de Laura pensar que la culpa no es suya, sino de los que no le enseñaron bien, de sus profesores, de la sociedad, de todo el mundo menos del autor material del asesinato. Pues no. Es de temer que hagamos lo que hagamos los humanos siempre habrá monstruos. Obviamente no es lo único que podemos hacer, pero una cosa que sí podemos hacer, cuando nos topamos con uno de estos monstruos, es asegurarnos de que ya jamás vuelve a hacerle daño a nadie, por lo menos fuera de una prisión.

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Aún no sabemos

Atención porque todas estas reflexiones serían válidas aunque al final el vecino asesino de la asesina fuera inocente de este otro asesinato, lo que nos lleva a la siguiente cuestión.

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Lo importante ante este tipo de crímenes y otros no es condenar a todos los hombres, lo importante es condenar a los hombres que son verdaderamente culpables. Igual que es un error progresista poner en la calle a asesinos y violadores, o exculparles echando la culpa a la sociedad, a la educación o a su género, otro error más en la lista progresista es salir a la calle como una horda justiciera a pedir la condena y la pena de un sospechoso antes siquiera de ser juzgado, o incluso después de ser juzgado.

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A lo mejor resulta que el sospechoso obvio al final no es el verdadero culpable y el detenido es otro. Que a su vez y en beneficio de todos tendrá que ser juzgado y condenado por un tribunal imparcial y no por un grupo de manifestantes. No por ser hombre, o novio, o exnovio, o por estar mal educado, sino por asesino. Y sea quien sea, a diferencia del sospechoso inicial que ya no tenga una segunda o tercera oportunidad de matar.

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Hoy #TodasSomosLaura, mañana NO a sacar de las calles para siempre al asesino

Lo que no tiene sentido es reclamar en nombre de la defensa de la mujer juicios paralelos, condenas paralelas y acusaciones generales a la mitad masculina de la especie para, cuando sí hay una sentencia formal, según todas las garantías y procedimientos, contra un sujeto concreto, a ése en cambio ponerle en la calle en 8 años. Y de eso no decir nada. Es más, defender que siga sucediendo eso, aunque el progresismo legislativo y judicial cueste vidas. Porque como los colectivos feministas son una herramienta política del progresismo, contra los errores del progresismo judicial y penitenciario, hasta que no reciban instrucciones en sentido contrario, no tienen nada que decir los colectivos feministas.

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Un comentario

  1. Ante estos crímenes y otros de índole asesina y terrorista, toda vez que la progresía rechaza la prisión permanente revisable, me pregunto si la puesta en libertad o la concesión de permisos a esos asesinos o a esas asesinas (no quiero pecar de incorrección política) deberían contar con el aval del progresismo judicial y penitenciario y que, en caso de reincidencia en el delito, fueran los avalistas los que corrieran con la responsabilidad penal y/o económica.
    ¿Cuántos criminales creen Vds. que saldrían a la calle si se aplicara esa premisa?.
    ¿Cuántos giliprogres y giliprogras se ofrecerían voluntariamente como avalistas o avalistos?.
    ¿Cuántos de esos políticos contrarios a la prisión permanente revisable arriesgarían su patrimonio, o cambiarían su poltrona por un taburete en la prisión de la que no tendría que haber salido el criminal reincidente?.
    Nuestra desgracia es que, como dijo alguien, en este país la madre de los imbéciles está siempre embarazada.

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