Ayer tuvo lugar en el Juzgado de lo Penal nº3 de Pamplona la vista para las conclusiones definitivas del juicio contra Clemente Bernard y su mujer, Carolina Martínez, los “memorialistas” que presuntamente pusieron una cámara y un micro ocultos para espiar a las personas que acudían a celebrar misa o a rezar en la capilla de la cripta del Monumento a los Caídos. La línea argumental de los acusados volvió a ser que, al ser los espiados unos fascistas, no tienen derechos y por tanto estos no pueden ser conculcados.
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En la línea de incidir sobre la maldad intrínseca de las víctimas del espionaje, en vez de la de los acusados y la legalidad o ilegalidad de sus actuaciones, Bernard se justificó con acusaciones tremendistas como que “la Hermandad son los asesinos del 36”, o advirtiéndole al juez que los miembros de esta Hermandad ”si pudieran irían a su domicilio para detenerlo y matarlo” (al juez), porque la Audiencia se encuentra enclavada en la Plaza Juez Elio, juez que fue asesinado en 1936.
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Bernard, al parecer, habló en unos términos tales que para seguir su hilo argumental resulta preciso creer a pies juntillas en la reencarnación y que las personas que acuden a la cripta a celebrar una misa, en vez de familiares descendientes de personas que cayeron durante la guerra por el bando nacional, son realmente la encarnación de unos asesinos que en 1936 mataron a un juez.
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Naturalmente sería muy interesante ponerle una cámara oculta y un micro a Uxue Barcos en su despacho, tendría un gran interés informativo (mucho más que lo que pasa en la cripta de los Caídos) y también es un lugar totalmente público, además sin zonas para uso privativo como sí sucede con la cripta. O sería muy interesante saber sin necesidad de autorización judicial lo que los presos hablan con sus abogados, y es obvio que los presos y sus abogados tendrán conversaciones interesantes. Pero el problema es que la gente tiene derechos.
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Bernard, un ejemplo claro de lo que es creerse que el fin justifica los medios
Desde luego llamar fascistas a las personas espiadas es tan sólo una opinión del espía, pero es que en un estado de derecho los violadores tienen derechos, los etarras tienen derechos, los fascistas tienen derechos y hasta los espías tienen derechos. El argumento de que los espiados, porque como eran fascistas (siempre según Bernard) no tienen derechos, carece de cualquier racionalidad legal, incluso asumiendo que los espiados fueran fascistas. De hecho, lo fascista es más bien la forma de actuar, la forma de pisotear derechos ajenos y la forma de argumentar de Clemente Bernard.
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Huelga decir que las afirmaciones de Bernard sobre akelarres fascistas y actos de apología del genocidio en la cripta son mera literatura de ficción. En este sentido, sus propias grabaciones ilegales demuestran que allí no sucede nada más interesante que gente celebrando una misa o rezando un via crucis.
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El problema es que hasta la policía necesita una autorización judicial para invadir la intimidad de la gente. Que el señor Berñard decida que alguien es la reencarnación de un asesino no le legitima para espiarlo. La gente tiene derechos y la Justicia tiene que protegerlos. Para que otra gente no vaya poniendo micrófonos ocultos en una capilla y, por ejemplo, captar una conversación privada entre dos asistentes, comentando que le han contado que Fulano de Tal le engaña a su mujer con Mengana de Cual. Una información que Bernard no sólo no tendría por qué conocer, sino que le podría permitir a él o a otro que accediera a la grabación incluso cometer un chantaje.
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El reconocimiento del derecho a la intimidad debe ser universal y no puede quedar supeditado a que un sujeto, por creerse superior a los demás, no quede sometido a las normas de respeto que afectan a todos. O por creer inferiores y despreciables a otras personas, pretenda que no se les reconozcan los mismos derechos que al resto. Por lo demás resulta bastante obvio que en este caso la lógica de Bernard implica una perversión total de la realidad. O sea, que por una parte pretende que poner las cámaras estaba justificado porque los espiados eran unos fascistas, pero por otro justifica que necesitaba poner las cámaras para probar que los espiados eran unos fascistas. Esto es a lo que filosóficamente se suele llamar una petición de principio o argumento circular, lo cual consiste en poner como premisa lo que se supone que tendría que ser la conclusión a demostrar.
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2 respuestas
La ultima palabra de este señor fue todo un ejemplo de la «superioridad moral de la izquierda» sus «maravillosos fines» justifican sus perversos medios. Según él lo que ahí ocurría era e interés general porque esos rezos producen el sufrimiento de las víctimas del franquismo cada 19 de mes que conmemoran el alzamiento en Navarra. Y desde luego consiguió reventar la estrategia de la defensa, que solo de modo subsidiario justificaba el delito por concurrir el interes general de la noticia como causa de justificación. Por último recordar que el Juez Elío no fue asesinado por nadie. Se exilió a Francia y Méjico donde murió.
Es evidente que la pareja en apuros no tiene defensa que valga y delira: «asesinos, lo matarían a usted» ¡Al trullo y buena indemnización a los caballeros voluntarios!