Ayer, día 2 de diciembre, los ciudadanos andaluces fueron citados a las urnas, para elegir la nueva composición de la cámara parlamentaria autonómica, con motivo del adelanto electoral que dispuso Susana Díaz este otoño (supuestamente, con fines estratégicos, de intencionada prevención de “solape” con otras clases de comicios).
Muchos coincidimos en que estos comicios han servido como “termómetro electoral”, bien para posteriores citas o para el futuro panorama nacional, al menos, tras el asalto legal pero ilegítimo que, el pasado mes de junio, perpetró en el Palacio de la Moncloa Pedro Sánchez, gracias a los comunistas y los nacionalistas periféricos.
No obstante, en vistas de determinados acontecimientos y pronósticos, algunos teníamos claro de que podría tratarse de una noche de amargura absoluta no solo para la tropa marxista, sino para el establishment progre-socialdemócrata europeísta. Por ahora, el llamado “populismo de derechas” no había tenido su momento ibérico.
El caso es que la formación de derechas (que no de extrema derecha) VOX, liderada por el ex parlamentario vasco Santiago Abascal, cuyo presidenciable autonómico es el ex juez de familia Francisco Serrano (reticente a doblegarse ante el totalitarismo de género) ha conseguido un resultado impresionante, impensable para algunos, en estos comicios.
Ha obtenido un total de 12 escaños (una cifra inesperada, que ha superado sin duda los pronósticos que, al menos, les daban escaños), habiendo superado al Partido Popular (PP) en más de una mesa electoral. La práctica mayoría de sus votantes, gracias a estos, no se han abstenido para no votar a la izquierda del PP o de Ciudadanos (C’s).
Mientras, en cierta medida, gracias a una mayor disminución de la participación electoral en las provincias más escoradas, sociológicamente hablando, a la izquierda (las de la parte occidental de Andalucía), los partidos del Frente Popular se quedarían a unos cuatro escaños de la mayoría absoluta, para la que se necesitan unos 55 escaños.
Una vez dicho esto, creo que conviene hacer un análisis, siempre desde la actitud crítica e independiente, respondiendo a una serie de interrogantes relacionados con los futuros escenarios políticos y gubernamentales en dicha Comunidad Autónoma y el auge del partido de Santiago Abascal.
¿Se romperá con el rumbo político-económico?
PP, C’s y VOX suman mayoría absoluta. Aunque Moreno Bonilla no suponga un contrapeso al centro-izquierdismo de su propio partido y C’s esté más cerca del galo Emmanuel Macron que del estadounidense Donald Trump, el electorado de estas formaciones es, principalmente, parte de la derecha sociológica española.
No son pocos los andaluces, que a pesar de posibles diferencias filosóficas y morales, creen que es hora de desbancar al PSOE de la Junta de Andalucía, tras décadas ininterrumpidas de gobierno, que no solo han dado lugar a uno de los mayores casos de corrupción política, sino a situar a la región como líder nacional y continental en desempleo y pobreza.
Ahora bien, para comenzar, no veo tan fácil y probable que la continuidad de Susana Díaz tenga los días contadísimos. No precisamente porque Pablo Iglesias vaya a exigirle a su compañera Teresa Rodríguez que se vote a otro candidato socialista, sino en función de los movimientos de los más socialdemócratas de la cámara.
C’s, como partido socialdemócrata y progresista, con una actitud hipereurófila-nihilista, seguramente se niegue a pactar con un partido como VOX, al que aprecia como “populista” y “eurófobo”. De hecho, aparte de su histórica actitud veleta desde que entraron en el barro nacional, Juan Marín es tan trepa como susanista de pro. ¿Acaso se han llevado mal?
Respecto al PP, si bien Pablo Casado se esfuerza mucho en agradar a la izquierda y a quienes hicieron realidad que su partido fuera una opción más de centro-izquierda, podría ser que por “no arriesgarse a perder más votantes” y se abriera a una especie de pacto de gobernabilidad con el ahora abogado Francisco Serrano.
Podría ser, por tanto, más probable, que C’s se abstuviera en una investidura de Susana Díaz con los votos de los comunistas, excusándose en “hacer de contrapeso para salvaguardar la moderación política en San Telmo”, pero, si al final, Moreno, Marín y Serrano pudieran pactar, no habría que limitarse a cantar victoria por eso solo.
Cuando algunos reivindicamos el cambio, no solo deseamos un cambio de partido de gobierno, de caras políticas, en la Junta de Andalucía. Queremos que se apliquen otra clase de políticas, que sean totalmente lo opuesto al férreo intervencionismo político y económico de la administración andaluza.
No queremos que vuelva a ocurrir lo mismo que entre 2011 y 2015 en Extremadura, con el socialista José Antonio Monago, alguien que en vez de consultar a las vacas sobre su intención de voto, se preguntaba por qué Los Morancos suscitaban gracia a la gente pero él no lo conseguía. Extremadura continuó bajo el yugo del socialismo y de la progrez.
¿A qué se debe el auge de VOX?
Sabido es que, en 2012, la derecha española comenzó a sentirse huérfana gracias a la traición de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, con la colaboración de figuras como Monago y Alberto Núñez Feijóo. La única razón esgrimida, que no era razonable (el tiempo ha validado esto) para votar al PP era “el voto útil para frenar a PODEMOS”, “para que no volviera el PSOE”.
Dos años después se fundó VOX, aunque fue víctima de un masivo silencio mediático promovido por la progrez en general y un PP más interesado en inflar al partido de Pablo Iglesias, lo cual le supuso una complicación de cara a los comicios europeos de 2014, autonómicos y municipales de 2015, y generales de 2015 y 2016.
Ahora bien, la excelsa y aguerrida acción judicial ante el golpe de Estado perpetrado en Cataluña por liberticidas nacionalistas socialistas, con la inacción del Gobierno de España, cuando todavía seguía gobernando el pontevedrés, junto a esa pucelana que prefería darse abrazos con el entonces vicepresidente autonómico Junqueras, ha dado sus frutos.
Mayor visibilidad mediática, en consecuencia, así como un mayor voto de confianza por parte de no pocos españoles, que les han debido de apreciar como “los únicos verdaderamente comprometidos con la unidad de España, defendiendo a la Nación en todo momento, costara lo que costara”, han sido las claves de ese éxito electoral.
La tesis de la peligrosidad de la división del voto de una derecha -que en realidad no era tal cosa, salvo que hablásemos del perfil general de ese electorado- ha fracasado. Al haber más opciones electorales, ha habido mucha menos abstención o intención de votar en blanco, por no “votar de mala gana” a la izquierda socialdemócrata representada por PP y C’s.
¿Qué actitud debe de ejercer VOX en la escena política andaluza?
Trataré de responder a este interrogante de la manera más constructiva y crítica, y para comenzar, lo que he de decir es que los andaluces, y el resto de españoles, estén o no afiliados a VOX, deben de percibir que ha merecido la pena que más de un diez por ciento de andaluces haya optado por votar a esta formación.
Por ello, no debe de dar un “cheque en blanco” a PP y C’s para “poder desbancar a Susana”. Insisto en que los cambios no deben de ser solo de caras sino, principalmente, políticos, de rumbo político-económico. Eso sí, sin obsesión economicista ni patriotera de tintes nacionalistas.
Francisco Serrano debería “apretarle las tuercas” a esos socialdemócratas respaldados mayoritariamente por andaluces que no son de izquierdas, en base a un programa que, en vez de tener “dejecillos lepenistas” (tienen muy buena relación con Le Pen) y “guiños a esa minoría izquierdista” que les ha podido votar, tenga mayor aproximación a la derecha americana, en la medida en la que es pro libertatem.
Por ello, hay que aplicar medidas orientadas a las auditorías de gasto, los drásticos recortes de gasto público y de presión fiscal, la eliminación de burocracia, el cierre de empresas públicas, la liberalización de servicios (sanidad y educación también), la retirada de financiación pública a abortos, la derogación de leyes de género y pro cultura de la muerte, y el control migratorio.
Al mismo tiempo, si bien no es malo que haya gente de izquierdas que vote a la derecha, no se debe de presumir por ello, alegando temas de patria. A no ser que bajo otros criterios se quiera acabar defendiendo el big government, hay que convencer no solo del amor a la patria, sino para romper con el socialismo en todas sus modalidades.
El discurso debería centrarse no solo, de manera exacerbada, en el tema de la Nación Española (si bien es cierto que soy patriota), sino en la lucha contra el colectivismo, en defensa del libre mercado, las raíces cristianas, la subsidiariedad, la familia, la vida y las libertades en general. Y bueno, refuércese el antiestatismo todo lo que sea posible.
¿Y si la ingobernabilidad fuera el próximo escenario andaluz?
Podría ser que las negociaciones para la formación de gobierno se retrasaran bastantes meses, lo cual dejara a la región sin un gobierno operativo, sino en funciones, como ocurrió en España durante los primeros diez meses del año 2016. Pero esto no debería de asustarnos: la incertidumbre no tiene por qué ser un peligro.
Que no haya gobierno operativo simplemente significa que, salvo decretazos, no se pueden aprobar nuevas leyes así como tampoco nuevos presupuestos. Sin duda, esto es mucho mejor que un gobierno que pudiera acabar regulando más la economía y la vida de los andaluces, así como expoliando fiscalmente a la ciudadanía en mayor medida.
Solo es mejor “que haya gobierno a que no lo haya” cuando hay una clara intención de reducir al máximo el peso de las administraciones estatales sobre las cuales se tiene competencia, aparte de compromisos con la familia y la dignidad humana. Eso sí, aunque no me gusta el utilitarismo, quiero recordar que España y Bélgica crecieron económicamente más sin gobierno.
¿Habrá tareas pendientes en la batalla ideológica?
Dejando a un lado la discusión de puntos a favor y en contra que pueda incluir una evaluación sobre el programa político de VOX, hay que decir que no hay que conformarse con su mera entrada en instituciones así como tampoco con meras bajadas de votos y escaños en partidos comunistas.
Cueste lo que cueste, suene lo utópico que pueda sonar, la batalla ideológica que hemos de librar los paleolibertarios, con la colaboración de los liberal-conservadores y los tradicionalistas, no solo ha de ser dentro de la esfera partitocrática hasta cierto punto. Debe de ser sociológica también, sin ninguna duda (no hablo solo de reivindicar la figura del diputado de distrito).
Quiero decir que hay que conseguir la irrelevancia de movimientos comunistas y su conversión en grupúsculos extraparlamentarios, al mismo tiempo que hemos de ganar al socialismo en todas sus modalidades, para hacer hegemónica la defensa de la libertad, la vida, la familia y la tradición cristiana, como ocurre en Texas y Polonia (los jóvenes polacos prometen mejorarlo).
Finalmente, ya concluyendo también, quien escribe, que se debe a sus principios antes que a siglas o intereses, traslada la enhorabuena a quienes forman el partido VOX, y pone de manifiesto la necesidad de un cambio en Andalucía que no sea de caras, sino de rumbo político, y anima a la sociedad a seguir luchando en defensa de determinados valores y postulados.