Este pasado fin de semana, el ilegítimo presidente del Gobierno de España viajó a la isla de Cuba, acompañado por un séquito de burócratas -compañeros suyos en ese mismo Palacio de la Moncloa del que resulta ser una especie de “okupa”- y por su esposa, tan ansiosa por acaparar protagonismo y titulares desde mi punto de vista.
Sabiendo de quién se trataba el personaje, así como quiénes eran sus principales socios de gobierno, no teníamos la más mínima duda de que la finalidad no sería otra que blanquear a un régimen criminal y totalitario, de corte marxista, dirigido ahora por Enrique Díaz-Canel, un miembro más del sistema de partido único que rige en el país caribeño.
Para comenzar, Pedro Sánchez manifestó su compromiso de restablecimiento de relaciones diplomáticas con el régimen, buscando así, en palabras suyas, “poner fin a una anomalía que duraba ya demasiado tiempo, treinta y dos años”. Dijo además que la relación entre ambos gobiernos debía de intensificarse y ser “lo mejor posible”.
De hecho, ha orquestado una operación “corporativista” traducida en dos factores: condonación negociada de una deuda de 300 millones de euros que el régimen le debía a tres centenares de empresas españolas y negociación de contratos con empresas españolas que si no son estatales, no están libres del flirteo politiquero como sí ocurre con Inditex.
Lo último no puede considerarse como algo que un convencido defensor de los mercados libres y no intervenidos deba defender ya que en ningún momento ha defendido Pedro Sánchez ni nadie de su séquito acompañante que ciudadanos españoles y cubanos puedan comerciar libremente, sin ninguna clase de restricción.
La operación no busca que los cubanos puedan ver su nivel de vida mejorando muy considerablemente, sino dar un “balonazo de oxígeno” a un régimen donde, de acuerdo con el think-tank liberal-conservador The Heritage Foundation, ni se respeta la propiedad privada ni hay libertad empresarial, sino alta fiscalidad y salarios medios de menos de treinta euros.
Por otro lado, el muy cínico presidente publicó un tuit que citamos a continuación: “Me he reunido en La Habana con la sociedad civil que quiere transformar #Cuba. Mi gobierno no les defraudará. Nunca les faltará nuestro aliento para construir una Cuba moderna con el apoyo fraternal de #España”.
Pero, ¿qué sociedad civil? Bajo ningún concepto se reunió -ni tampoco tuvo intención verídica- de reunirse con grupo alguno de la disidencia anticomunista (por ejemplo, el de las Damas de Blanco, uno de los más importantes). En ningún momento se distanció de las élites liberticidas que dominan los poderes de la isla.
Con todo ello, podemos decir que el gobierno social-comunista del Estado español, cuyos socios vienen a ser una filial de la tiranía narcocomunista venezolana y la teocracia ayatolá iraní, ya ha sellado su alianza política con la dictadura cubana, que no deja de provocar movimientos de éxodo hacia Florida, otra de las economías más libres de los Estados Unidos.
Eso sí, al mismo tiempo seguirá dando la matraca con la dictadura de Francisco Franco, con tal de volver a confrontar a los españoles, en base a una estrategia guerracivilista, para intentar ganar una guerra que ya perdieron en su momento frente a quien, a pesar de sus errores, salvó a España del yugo comunista que se impuso en Europa Central-Oriental.
Ahora bien, también hay que decir que no ha sido el único líder español que le ha puesto buena cara a esas hordas cubanas. No me voy a referir únicamente a esa cálida recepción que los socialistas extremeños Rodríguez Ibarra y Fernández Vara le dieron al tirano Fidel Castro, hace un par de décadas, en la capital autonómica extremeña, la antigua Emerita Augusta.
El Partido Popular (PP), ese partido al que aún vota no poca gente de derechas, que no viene a ser sino una “estafa electoral” en la medida en la que en realidad no es sino un partido completamente plegado a la izquierda, también ha dado la nota con esto. Sí, ese mismo que pudo haber evitado la toma del poder por parte del Frente Popular el pasado junio.
El nacional-galleguista Núñez Feijóo hizo una visita oficial a Cuba en 2013, en la que se reunió con Raúl Castro, quien, tres años después hizo una visita a la región gallega. Todo ello, con la visible intención de mantener buenas relaciones diplomáticas desde el gobierno autonómico gallego con la tiranía castrista. Incluso le pareció bien que Fidel Castro recibiera honores.
Pero es que, en plena tierra de conquistadores, esa figura que deseaba que el político gallego hubiera sido el sucesor de Mariano Rajoy, José Antonio Monago, que es el “mandamás” de un PP regional izquierdista y lleno de acólitos suyos, fue partidario de que se normalizaran las relaciones diplomáticas con la misma, votando por ello en la cámara parlamentaria autonómica.
Tras haber leído estos últimos párrafos, uno podría creer que me ha dado por quitarle hierro al asunto sanchista, pero mi intención siempre es criticar a quien corresponda, ya que considero que esa es la manera más razonable de librar la batalla ideológica por la libertad, sin ninguna clase de complejos.
Es más, ya para terminar también, mi intención es tanto el mantenimiento en continua alerta ante un gobierno nacional que no deja de ser una plena amenaza para la libertad de los españoles como la apuesta por la irrelevancia absoluta del comunismo, consiguiendo que goce en España de la reprobación sociológica que merece.