La situación, según ha conocido Navarra Confidencial, es que en Tafalla estaba previsto el desarrollo de una importante urbanización denominada AR-2. El proyecto tiene su origen antes de la crisis pero en este momento, sin embargo, el desarrollo se encontraría paralizado o casi paralizado. No obstante, el Ayuntamiento ya ha cobrado a los promotores los dos primeros plazos de los cinco previstos como cuota de urbanización. La noticia surge al llegar el tercer plazo cuando, inesperadamente, el Ayuntamiento cambia de criterio y deniega cualquier aplazamiento como venía realizando hasta la fecha. Al parecer, era el propio Ayuntamiento quien en el pasado proponía el aplazamiento consciente de las dificultades de los promotores, que así retrasaban unos meses el pago de la cuota.
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El cambio de política anterior, como les informábamos, se ha interpretado en algunos ámbitos no como un hecho aislado, sino como un síntoma preocupante de la delicada situación del Ayuntamiento. No en vano, ya el año pasado Navarra Confidencial lo incluía entre los posibles candidatos (medio en serio medio en broma) a ser rescatados por el G-20 caso de llegar a convertirse en un “ayuntamiento tóxico”. Algo que resultaba posible a la luz de unas cuentas que arrojaban un remanente de tesorería y un ahorro neto negativos ya antes de la crisis:
La noticia llegada a la redacción de Navarra Confidencial nos obliga a activar la señal de alarma respecto a este ayuntamiento que ya hace un año habíamos etiquetado como vulnerable. La significativa denegación del aplazamiento de las cuotas, cambiando la política anterior, parece lógico entenderla ahora como una búsqueda desesperada de financiación.
Todo lo cual nos retrotrae al momento en que empezamos a hablar de ayuntamientos tóxicos, inflados en paralelo a la burbuja del ladrillo y dependientes de sus ingresos. Aquellos ingresos no volverán, pero los ayuntamientos siguen inflados. La Administración, hasta la fecha, en vez de recortar el gasto, eliminar personal y en general disminuir su tamaño, se ha limitado a esperar una utópica recuperación de los ingresos del pasado, en el momento en que se produzca la recuperación económica. Por el contrario, se ha aprobado una subida de impuestos que artificialmente y a costa de los ciudadanos mantenga hinchada la burbuja administrativa. Pero todo el mundo sabe que llega un momento en que dejan de existir los recursos necesarios para seguir alimentando la burbuja, que todas las burbujas explotan más tarde o más temprano, y que por tanto sea de temer que tampoco hoy sea la última vez que tenemos que seguir hablando de ayuntamientos tóxicos.