A mediados de la semana pasada, la ex ministra de Agricultura Isabel García Tejerina, del Partido Popular (PP), declaró en una entrevista que le hicieron en el programa Los Desayunos de Radio-Televisión Española (RTVE) sobre cuestiones educativas que los alumnos castellano-leoneses tenían un nivel superior al de los andaluces.
Precisamente, las palabras de la política castellana fueron las siguientes: «El deterioro en la educación en las comunidades es tanto [que en] Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe uno de ocho en Castilla y León». Unas declaraciones cuya consideración de carácter “incendiario” es algo en lo que tanto unos como otros podemos estar de acuerdo.
Las reacciones fueron favorables en el caso de la derecha sociológica y totalmente discrepantes en el ámbito izquierdista. La presidenta autonómica andaluza, la socialista Susana Díaz consideró, bastante enfurecida, no solo insultantes estas declaraciones, sino algo hecho con «desdén supremacista, con una ignorancia total, con un desconocimiento de esta tierra».
Posteriormente, el presidenciable pepero Moreno Bonilla tuiteó lo siguiente: «No compartimos las palabras de Isabel García Tejerina. Los niños y profesores andaluces son de diez, solo les falta un gobierno a su altura». Sí, aunque parezca mentira, hubo críticas públicas entre miembros del PP, aunque no fueran en favor de principios liberal-conservadores.
Ahora bien, una vez que hemos enunciado los hechos, conviene no solo abordar la certeza de las declaraciones de Tejerina, sino analizar desde una perspectiva político-filosófica las valoraciones emitidas tanto por la dirigente autonómica como por quien es también líder de la oposición parlamentaria en esos lares.
Las estadísticas no desmontan la crítica de la ex ministra
Según el Informe PISA, una de las referencias más importantes a la hora de medir la calidad de los sistemas educativos, Castilla y León tiene un alumnado cuyo nivel en Matemáticas es equiparable al teutón, mientras que el de Lectura se equipara al finés y el científico al chino (los asiáticos orientales tienen unas destrezas lógico-abstractas bastante buenas).
Asimismo, a nivel nacional, aparte de superarse en general la media de la OCDE, la comunidad autónoma es líder en cuanto a destrezas matemáticas, comprensión lectora y comprensión de las disciplinas científicas. Mientras, los alumnos andaluces y extremeños se mantienen en los niveles más bajos.
El igualitarismo evidencia la hegemonía izquierdista
Sabido es que el actual sistema educativo de España, que es competencia estatal descentralizada en 17 mini-Estados centralizadores y férreamente intervencionistas, está impregnado por dogmas “progres” incluso en lo que concierna al escepticismo hacia cualquier valor y principio de excelencia y meritocracia.
Se corrige bastante al alza en muchos casos, poniéndole la cosa fácil a alumnos que no merecen pasar de curso ni a otras etapas superiores como el Bachillerato y la educación universitaria, mientras que la popularmente conocida como “Selectividad” no es sino un coladero, un mero examen más, que cualquiera que estudie lo suficiente puede superar con facilidad.
De hecho, este último examen, suele tener menos dificultad de la cuenta en comunidades autónomas como Andalucía y Extremadura. Los centros universitarios castellanoleoneses suelen “mosquearse” en ocasiones ante estos resultados. Cabe recordar que la universidad de Salamanca es una preferencia alta en el norte de la provincia de Cáceres.
Y bueno, a la mayoría de nuestros políticos les tira lo propio del izquierdismo. Susana Díaz es socialista mientras que Moreno Bonilla supondría, de ganar los comicios del próximo 2 de diciembre, otra pérdida de tiempo similar a la legislatura de Monago en Extremadura. Recordemos que el ex bombero se opuso a los Bachilleratos de Excelencia de Esperanza Aguirre.
La solución es ir más allá, también por la excelencia y la competitividad
Ante todo ello, hay que decir que lo que conviene es aquello que, al parecer, por desgracia les causaría una grave crisis ansiolítica tanto al uno como al otro (no le deseo mal alguno a ninguno de ellos, la verdad). ¿Por qué? Es hora de que la libertad educativa sea una realidad en España, y eso no consiste en 17 sistemas monopolizados en sus respectivas áreas de actuación.
La educación debe de ser una competencia de los padres y que sea la sociedad civil quien, en base a criterios de elección de cada familia, haga ofertas curriculares y programáticas diversas, de modo que no se vulnere la libertad de conciencia y de elección de cualquier otro criterio. Que cada cual elija el modelo que más le guste en su ámbito geográfico.
Es más, cuando los centros educativos tienen titularidad no estatal, suelen esforzarse en ser más competitivos y, como empresas, pues en ofertar el mejor producto y corregir las alteraciones que se puedan dar en sus procesos de funcionamiento. Incluso en los concertados ocurre, a pesar de que estos conciertos son una burda garantía de la libertad educativa.
Entre los mejores colegios privados de España figuran los de Fomento y el Retamar de Pozuelo de Alarcón, ambos pertenecientes al Opus Dei. Luego, las universidades privadas destacan en docencia, mejor dicho, en lo relacionado a la calidad docente, con diferencia (mi experiencia personal puede ayudar a corroborarlo).
Finalmente, en definitiva, a pesar de lo políticamente correcto que resulte el igualitarismo educativo, hay que decir que es hora de liberalizar el sistema educativo. La libertad, entendida como ausencia de coacción o injerencia, también implica la ausencia de trabas para competir y ofrecer un modelo educativo lo más excelente y vanguardista posible.