Mi padre me contaba que durante la Dictadura, en los cines ponían antes de la película un documental obligatorio que glosaba los logros de Régimen y las virtudes de Franco. De la indignación al verlo, los españoles fueron pasando a la risa. Las dificultades del momento y la falta de libertad les hacía ver la distancia de lo que se reflejaba en el NO-DO, con la realidad que vivían. Y empezaron a pasar de esa propaganda y poco a poco a reírse de ella en voz alta.
Ahora, nos encontramos con demasiada frecuencia anuncios oficiales privilegiando la información en euskera sobre su contenido en castellano. También vamos pasando de la indignación a la sonrisa. Tenemos claro que no se nos quiere ni informar, ni comunicar. Es solo propaganda que contrasta, como en tiempos de Franco, con la realidad mayoritariamente castelloparlante. Poco a poco vamos teniendo claro quién es, como entonces, quien nos quiere manipular y puede que también empecemos a protestar en voz alta.