Pedro Sánchez quiere llevar a cabo una reforma “exprés” de la Constitución para acabar con los aforamientos. La verdad es que decir que la reforma que prevé Pedro Sánchez para acabar con los aforamientos acabará con ellos resulta un tanto iluso; en realidad es posible que acabe con algún aforamiento y suba ligeramente la popularidad del doctor Sánchez, o ni eso. Naturalmente UPN y PPN se han negado a tocar la Constitución si, en la línea de lo que pactaron en su día PP y UPN, la reforma no se aprovecha para acabar con la Transitoria Cuarta. Geroa Bai ha expresado que esto de querer acabar con la Transitoria Cuarta es un “ataque” contra el autogobierno.
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El ataque al autogobierno es la propia Transitoria Cuarta
Al igual que Geroa Bai, uno puede estar a favor de la Transitoria Cuarta, pero lo que no se puede es estar a favor al mismo tiempo de la Transitoria Cuarta y del autogobierno. Es decir, la Transitoria Cuarta es el mecanismo previsto para dinamitar el autogobierno navarro y pasar a convertir la Comunidad Foral de Navarra en una diputacion vasca, sin autogobierno. Como todo el mundo sabe, la CAV tiene un gobierno centralizado que gestiona el 80% de los recursos (incluyendo Educación o Sanidad), mientras que las diputaciones (Alava, Guipúzcoa, Vizcaya) gestionan tan sólo alrededor de un escuálido 20% de lo que recaudan. Por contra, Navarra autogestiona alrededor del 80% de lo que recauda y paga al estado el 20%. Activar la Transitoria Cuarta para votar sí (tal como dijo que haría Uxue Barcos) y pasar a formar parte del régimen vasco vigente, que es lo que propone esa disposición, representaría por tanto una auténtica voladura del autogobierno navarro. Naturalmente se puede estar a favor de esa voladura y esa entrega de nuestro autogobierno a la CAV, pero no tiene sentido intentar presentarse a sí mismo al tiempo como defensor del autogobierno y defensor de la Transitoria Cuarta, el mecanismo previsto para su voladura.
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Hágannos fijos de una vez
Podría decirse que España SA es una empresa en la que hay 17 trabajadores de los cuales 16 tienen un contrato fijo y uno tiene un contrato temporal y precario. Efectivamente, el currela navarro. Pero héte aquí que el nacionalismo vasco, incluyendo el nacionalismo izquierdista radical, quiere a Navarra con un contrato basura.
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Paradójicamente, Murcia, Extremadura o La Rioja, son comunidades que pueden estar más seguras que Navarra de seguir existiendo dentro de algunos años. No existe un mecanismo previsto para que desaparezcan. No están sometidos, como nosotros, a un régimen transitorio que por cierto se va eternizando.
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Alguien podría alegar que la Transitoria Cuarta efectivamente supone la liquidación del autogobierno navarro, pero que eso está muy bien porque sólo ocurriría en caso de que lo quisieran los navarros. Esto se parece un poco a un restaurante en el que, junto a lo que hemos pedido, nos sirvieran un plato envenenado, sólo a nosotros y no al resto de clientes del restaurante, pero que nos dijeran que no nos lo comiéramos si no queremos. O nos dieran sólo a nosotros una habitación con una trampilla encima de un foso con cocodrilos, diciéndonos que es un “privilegio” que los demás clientes no tienen. Para completar la metáfora podríamos añadir a un cliente en la mesa de al lado sugiriéndonos durante todo el día a través de cuatro canales de televisión y un variado argumentario que nos comamos el plato envenenado, o que nos tiremos por la trampilla, siquiera para dejar de una vez de escucharlo.
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A todo esto habría que añadir el hecho de que la Transitoria Cuarta prevé un mecanismo de entrada en Euskadi pero no contempla en cambio ningún mecanismo de salida. Es, literalmente, una trampa, un cepo. Si, como los suicidas, Navarra a lo largo de toda su historia hubiera mantenido su voluntad de ser un territorio diferenciado y autogestionado, menos un sólo día, ya no habría camino de vuelta y ese sólo día bastaría para eliminar irreversiblemente toda una historia milenaria de existencia diferenciada.
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