Alguien podría haber desenterrado furtivamente a Franco hace dos meses, haber cambiado los restos de sitio y nadie se habría enterado. Es decir, a nadie le afecta en su vida real dónde se encuentre enterrado Franco. De todos modos, sería curioso que alguien se hubiera llevado los restos de Franco y, cuando llegara la gente de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a buscarlos, resultara que hubiera un muñeco hinchable como en Wilt, la polítcamente incorrecta novela de Tom Sharpe. Sin duda algo como eso animaría notablemente la actualidad veraniega con preguntas como quién ha sido, dónde lo habrán metido, qué hacemos ahora o estaré durmiendo sin saberlo encima del cadáver de Franco.
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A nadie se le escapa, sin embargo, que esto de sacar a Franco de la tumba literalmente no tiene como objeto acabar con un conflicto o cerrar una herida sino todo lo contrario. Sacar a Franco de la tumba no es un punto final sino una línea de salida. No se trata de cerrar heridas sino de abrirlas. La idea no es acabar con un conflicto sino alimentarlo.
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Toda la legislación de eso que se ha llamado “memoria histórica” consiste básicamente en mantener un recordatorio constante de los crímenes de sólo uno de los bandos de la Guerra Civil. De hecho, la base de la insistencia de la izquierda en la idea de la memoria histórica es precisamente que sólo se recuerde la parte que la interesa para poder utilizarla políticamente en el presente. Si todos los días estuviéramos recordando los crímenes de la izquierda y la dictadura del proletariado a semejanza de la URSS que pretendía, el interés de la izquierda por la memoria histórica desaparecería por ensalmo. En realidad, empezar a recordar todo lo que hizo la izquierda va a ser la única manera de reconducir esto de la memoria histórica a términos razonables. Es además la única manera de entender algo de lo pasado.
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Por lo demás, resulta evidente que la finalidad de todo el empeño de la memoria histórica es convertir al PSOE en un partido de derecha moderado. O dicho de otro modo: se trata de vender en la España de hoy la idea de que todo lo que está a la derecha del PSOE es franquismo-fascismo-cuneterismo. Por consiguiente, para avanzar hacia una sociedad democrática hay que conseguir primero el aislamiento político (el famoso “cordón sanitario”) y después la aniquilación política de todo lo que está a la derecha del PSOE. Llegados a tal punto, el PSOE sería la derecha moderada, ETA la izquierda y Podemos el centro: al fin un paraíso democrático libre de fascismo.
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Hilando un poco más fino, para todos los partidos a la izquierda del PSOE se trata de impedir que éste pueda pactar nada con partidos a su derecha. De este modo los partidos a la izquierda del PSOE debilitan la posición negociadora de este partido y se aseguran una posición determinante a perpetuidad, incluso siendo minoritarios. Otro efecto es crear un abismo infranqueable entre la izquierda y la derecha, de modo que haga lo que haga la izquierda y por mal que lo haga ningún votante de izquierdas pueda llegar al punto de cruzar el abismo y votar al “fascismo”. El odio al de enfrente fideliza los votos. Fidelizar los votos evita tener que ofrecer buenos resultados para mantenerlos.
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Alternativa e ingenuamente, alguien puede creerse que esto va sólo de buscarle un lugar de reposo a Franco, que al parecer ni siquiera quería ser enterrado en el Valle de los Caídos, y no puede ser que Franco esté enterrado en un lugar en el que no deseaba estarlo y algo tendrá que hacer la izquierda al respecto para cumplir aunque sea con décadas de retraso la última voluntad del Caudillo.
Un comentario
El PSOE debe ser sometido públicamente a escuchar los desmentidos de su falsa propaganda guerracivilista.
Sánchez no tiene ningún derecho a profanar la tumba de Franco.