Ayer, día 5 de agosto, tuvo lugar la conmemoración en recuerdo de las llamadas «Trece Rosas», un grupo de miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), una agrupación marxista-leninista y, por ende, frentepopulista, que fueron sentenciadas a muerte en 1939, por el ya instaurado regimen de Francisco Franco.
Para la izquierda, que lamentablemente algo tiene que agradecerle a una derecha sociológica que si no conoce los suficientes detalles históricos debido a la hegemonía educativo-cultural de la «progrez» y la mentira antifranquista, estas jóvenes fueron un símbolo de libertad y de resistencia frente a la opresión.
En otras palabras, intentan hacernos creer que el papel desempeñado se asemeja al de las Damas de Blanco, una agrupación de mujeres que es la plataforma de disidencia anticomunista más importante de Cuba, que desempeñan una gran labor en defensa de los críticos del régimen encarcelados, que sí son «presos políticos».
Obviamente, no hacen esas menciones directamente. Pero con su actitud, parece que quieren hacernos pensar que su labor fue similar al de esta plataforma cubana o al de los «Soldados Malditos«, aquellos militares que hasta 1963 desempeñaron un papel clave frente a la dictadura comunista instalada en Polonia.
No obstante, la realidad es muy diferente a la versión que por vías educativas y mediáticas la izquierda intenta promover e imponer a las masas. La condena a muerte no estaba prevista, pero cuando en julio de 1939, participaron en un atentado en el que asesinaron al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar, y al chófer que las transportaba.
Eso sí, no solo es eso lo que se puede reprobar de estas totalitarias. Su labor en las sacas y chekas donde se torturaba y llegaba a asesinar a disidentes políticos de derechas y a religiosos, contrarios y críticos con la causa e intereses del Frente Popular, fue bastante determinante. Nada propio de unas heroínas de la libertad.
Es más, puestos a ejemplificar haciendo referencia a algunas de las integrantes, conviene señalar que la máxima dirigente del movimiento en cuestión, Ana López Gallego, intentó orquestar un atentado frustrado en el Desfile de la Victoria, tratando de que hubiera un alto número de víctimas mortales.
Luego, Joaquina López Laffite intimidaba a falangistas militantes para recabar así información sobre las que serían sus futuras víctimas de asesinato, mientras que Dionisia Manzanero Salas se encargaba de mantener el contacto con las diversas organizaciones terroristas. Ahora bien, no son las únicas implicadas.
Y una vez visto lo anterior, aunque haya sido de una manera algo sinóptica, quizá sea suficiente para evidenciar que este comando era una evidencia más de que la Segunda República, tan vanagloriada por el izquierdismo, no era un paraíso idílico y de que el Frente Popular era una amenaza para las libertades en España.
No debemos dejar de advertir sobre lo anterior, muy a pesar de la que se avecina con la nueva Ley de Memoria Histórica promovida por el PSOE y respaldada por las izquierdas (Ciudadanos inclusive) mientras que el Partido Popular se abstiene, igual que se negó a derogar la actualmente en vigor cuando gobernaba Rajoy.
La verdad nos hará libres. Autocensurándonos contribuiremos a la causa izquierdista y, puestos a reafirmarnos por enésima vez, las «Trece Rosas» no fueron nuestras «Soldadas Malditas», sino totalitarias terroristas que colaboraban en el intento frentepopulista de someter España al yugo del comunismo.